Los mejores libros que he leído en 2022

 

Leí La parcela, de Alejandro Simón Partal en marzo y ya entonces pensé que, aunque quedaba mucho año y muchas lecturas por delante, no sería fácil que ningún otro libro me dejara más huella que éste en todo 2022. Y aquí estoy, en efecto, mencionando la obra editada por Caballo de Troya para abrir el artículo de los mejores libros que he leído en 2022, lo cual no quiere decir que sea un listado de los mejores libros del año, porque ni he leído todos, claro, ni todos los que he leído han sido editados este año. Escribe el autor en uno de los pasajes del libro: “dedicamos gran parte del tiempo a leer poemas en las lenguas que podíamos y a hablar del amor, esas cosas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo”. Qué maravilla. Un poco de eso, de esas cosas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo, de la mejor literatura, va este artículo, que es el que más disfruto cada año. 


La parcela es una novela de un poeta y se nota para bien en el lirismo de cada página. La historia tiene como protagonistas a un profesor que da clases de español "en el norte extremo de Francia, desde donde quizá pueda verse Inglaterra, pero desde donde nadie otea París" y Nizar, un joven sirio que vive en un campamento en Calais, también llamado la jungla o la parcela a la que alude el título. La novela, prodigiosamente escrita, es uno de esos libros que nos recuerdan por qué nos apasiona la literatura. 

Existiríamos el mar, de Belén Gopegui, y Cauterio, de Lucía Litjtmaer, son los otros dos libros que recuerdo de inmediato cuando me dispongo a escribir este artículo con lo mejor que he leído este año. La novela de Gopegui, editada por Literatura Random House, plantea una profunda reflexión sobre el sistema, la familia y las ataduras de la sociedad actual, que toma como punto de partida la desaparición de Jara, una de las componentes de un grupo de amigos que comparten piso en Madrid por su precaria situación económica, pero también porque forman un modelo distinto de convivencia. Tiene frases demoledoras como esta:“Jara no idealizaba el trabajo. A veces le dábamos envidia montados en nuestra rueda de ratones, pero era una envidia con sorna. Decía que por lo menos teníamos que mantenerla rodando, y así podíamos no pensar". 

De frases demoledoras y reflexiones críticas sobre el presente está también llena Cauterio, editada por Anagrama, que ha sido un auténtico descubrimiento, una novela rebelde y combativa, con una estructura prodigiosa. La novela, soberbia, cuenta con dos voces narrativas, la de una joven que huye de Barcelona a Madrid en 2014 y narra su desengaño y las miserias del tiempo presente, de un lado, y la de Deborah Moody, una mujer que existió de verdad y fundó una ciudad en Estados Unidos después de haber huido de Londres en el siglo XVII. Muy recomendable. 

Este artículo no sigue una división clara de géneros en el orden de los libros mencionados, siguiendo a Vila-Matas (siempre hay que seguir a Vila-Matas a todas partes, sobre todo porque cualquier parte termina siendo siempre París), quien en su último libro, Montevideo (Seix Barral) afirma que la autoficción y la no ficción no existen porque "cualquier versión narrativa de una historia real es siempre una forma de ficción, ya que desde el instante en que se ordena el mundo con palabras se modifica la naturaleza del mundo". Así que no catalogaré Mi suicidio, de Henri Roorda, editado por Trama Editorial. Sólo diré que es uno de los libros que más me ha impactado este año. Es la despedida de su autor antes de poner fin a su vida y, como todo buen libro sobre la muerte, habla en realidad de la vida. Escribe reflexiones maravillosas como: "tuve siempre tan buenos amigos que en cierta medida sigo teniendo buena opinión de mí mismo" o "necesito percibir, en el futuro inmediato, momentos de exaltación y de alegría. Sólo soy feliz cuando adoro algo. No comprendo la indiferencia con la que tantas personas soportan todos los días esas horas vacías en que no hacen otra cosa que esperar". 

Desde la ficción reflexiona de un modo lúcido, crítico y bastante irónico Ilja Leonard Pfeijffer en Grand Hotel Europa. En su libro, editado en España por Acantilado, se sirve de un hotel llamado como el viejo continente para reflexionar sobre algunos de sus males. Las páginas dedicadas al turismo son de lo mejor que he leído nunca sobre el tema. 

Algún que otro ápice de ficción tiene el estupendo último libro de Rosa Montero, El peligro de estar cuerda (Seix Barral) en el que trata el tema de su vida, la relación entre lo que llamamos locura y la creación artística. En línea con el soberbio La ridícula idea de no volver a verte, la autora entremezcla de forma libérrima reflexiones, anécdotas personales y citas de escritores, psicólogos, neurólogos y otros expertos. Una joya que he disfrutado mucho este año, igual que Mi vida en la carretera, las memorias de Gloria Steinem editadas por Alpha Decay. Es un libro extraordinario en el que la histórica feminista comparte sus experiencias en defensa de la igualdad real entre hombres y mujeres, sus ideas sobre el compromiso y el activismo. 


Otra autora que nunca decepciona es Vivian Gornick, quien en Cuentas pendientes, editado por Sexto Piso, comparte sus reflexiones sobre la relectura y cómo un mismo texto nos dice cosas completamente distintas en función de nuestra edad, experiencia y estado de ánimo. Pone varios ejemplos de libros a los que vuelve en distintos momentos de su vida y que interpreta de formas bien distintas. 

Dos libros que compré en la Feria del Libro de Madrid este año y que me han encantado son Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff, que tenía pendiente desde hace mucho y que me impresionó, y Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel, del que reconozco que no había oído hablar y que me recomendaron en la caseta de la editorial Las Afueras. Todo un descubrimiento, igual que Dime una adivinanza, de Tille Olsen, editado también por Las Afueras. 

Un año más, lo he pasado en grande con varios libros de relatos, ese género que parece que siempre está un tanto relegado o al que no se le presta la atención que merece. De los libros de relatos que he leído este año, además de la obra de Olsen, destaco Hombres de verdad, en el que Alberto Marcos plantea distintas historias unidas por la presión de los roles de género; Saharauidades, que reúne relatos de distintas voces con la realidad de los refugiados saharauis de fondo; Vindictas: Cuentistas latinoamericanas, que recupera textos de autoras injustamente olvidadas; Vuelos separados, de Andre Dumbus, realmente extraordinario, y Ciertas cenizas, de María Cureses, que ha sido uno de los libros que más me ha sorprendido este año, y cuya novela tengo pendiente. La compré en la librería Amapolas en octubre, ese oasis libresco, de cuya dueña Laura Riñón Sirera, he leído este año con placer El sonido de un tren en la noche

Entre los ensayos que más me han impactado este año destaca sin duda El ocaso de la democracia, en el que Anne Applebaum explica cómo el autoritarismo ha seducido a una inquietante parte de las sociedades occidentales. La autora escribe desde una posición de derecha moderada escandalizada por lo que los Trump, Orban o Bolsonoro han hecho con ese espacio político. Muy relacionados con este riesgo cierto a la democracia están Creían que eran libres, que muestra cómo parte de Alemania se echó en brazos de los nazis y que interpela al lector de hoy de forma bastante preocupante, y El pensamiento conspiranoico, de Noel Ceballos editado por Arpa, que cuenta historias que despiertan una mezcla entre risa y miedito. 

A través de su historia personal y la de su familia, Édouard Louis reflexiona sobre el desclasamiento y las desigualdades sociales desde un punto de vista muy crítico. Este año he leído de él Quién mató a mi padre y Changer : méthode. En este último, por cierto, se menciona Retour à Reims, de Didier Eribon, cuyo autor es amigo de Édouard Louis y cuya obra le marcó mucho. No me extraña. es sensacional. Sostiene una posición ideológica bien distinta Johan Norberg en Abierto: la historia del progreso humano, que también me ha gustado mucho, en especial, por su defensa de la inmigración como fuente de progreso para las sociedades. 

Concluyo con cuatro libros que sólo tienen en común entre sí lo mucho que me han gustado. En Barcelona, el crítico de arte australiano Robert Hughes construye una biografía de la ciudad imprescindible para todo amante de la ciudad. Woody Allen recopila en Gravedad cero algunos de sus relatos, muchos de ellos inéditos, en Gravedad cero. Son textos de desigual calidad, pero en sus páginas uno reconoce el humor tan peculiar del genial cineasta neoyorquino, incluso alguno de esos relatos bien podría ser el germen de un guión cinematográfico. 

Ver cada película de Woody Allen y comprar todo libro que publique es casi una obligación para mí, lo mismo que sucede con los libros de Emmanuel Carrère, uno de los autores contemporáneos que más admiro y que nunca decepciona. Compré su último libro, V13, en París. En él, el escritor francés recupera y amplía sus crónicas del proceso  de los atentados terroristas de noviembre de 2015 en la capital francesa. 

Empecé este artículo hablando de una novela escrita por un poeta en cuyas páginas leíamos hablar de los poemas y del amor como "esas cosas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo". Lorca, eterno Lorca, dejó dicho que la poesía es "la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio". Esta y otras reflexiones del inmortal poeta granadino se encuentran en De viva voz, donde se reúnen sus conferencias y alocuciones sobre el teatro, la música, la poesía o el duende, cosas todas ellas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo. 

Mañana: El mejor teatro que he visto en 2022. 
A viva voz. 

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