Décimo aniversario de La Cultureta


La Cultureta no cumplió ayer diez años, en realidad los cumplió en octubre pasado, pero un programa con vocación clandestina y a contracorriente, una auténtica rara avis en la radio española, puede celebrar su cumpleaños cuando le dé la gana. Igual que el Día del Libro se celebra el 23 de abril aunque ese día no murieron Cervantes ni Shakespeare, La Cultureta también puede festejar su décimo aniversario cuando le venga en gana. La fiesta fue en el auditorio de la Escuela Superior de Música Reina Sofía en Madrid y tuve el inmenso privilegio de poder asistir a ella, gracias a mis vacaciones recién comenzadas y, sobre todo, gracias a la amabilidad de María Jesús Moreno, productora del programa. 

Hace diez años y medio, Carlos Alsina aún dirigía La Brújula, el programa informativo de la noche en Onda Cero. Entonces decidió crear una sección los viernes junto a Rubén Amón, Manuel Jabois y el añorado David Gistau. Le pusieron un nombre irónico, La Cultureta, para hablar de películas, libros, música y lo que cada semana les apeteciera, huyendo desde el principio de la solemnidad y la pedantería, hablando de cultura como lo podemos hacer con una charla entre amigos. El programa fue cambiando y creciendo. Saltó a las mañanas junto al equipo de Alsina, cuando éste abrió Más de Uno, y se desdobló después, para pasar a ser sección del programa de las mañanas los viernes y programa propio las madrugadas del viernes al sábado, presentado por Amón en ese caso. 


Escucho  La Cultureta con devoción cada semana desde el principio. Recuerdo esos primeros programas aún con Jabois y Gistau, todavía por las tardes. Fueron entrando y saliendo culturetas. También disfruté mucho los tiempos de Rodrigo Cortés, que se marchó después a sus otros proyectos de podcasts culturales, como Todopoderosos. Ahora junto a Alsina y Amón son fijos Sergio del Molino, Rosa Belmonte y Guillermo Altares. Por las mañana también participa en el programa Nacho Vigalondo y por las noches, Isabel Vázquez. 



Cualquier seguidor fiel del programa entenderá que un auditorio es el mejor lugar posible para celebrar su cumpleaños. Amón, melómano mayor del reino cultureta y amado líder de su versión nocturna, dijo ayer que un auditorio es para él como su líquido amniótico. Todos ellos aman la música clásica y la hacen sonar siempre que encuentran la menor ocasión para ello. Ayer, gracias a la orquesta de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, hicieron por primera vez el programa con música en directo y nos regalaron dos horas extraordinarias de radio. La primera media hora, dedicada a contar la historia de la música clásica y de las orquestas, es de lo mejor que he escuchado en mucho tiempo, y llevo mucho tiempo escuchando tanta radio como puedo. Como recalcó un par de veces Alsina, la genial idea fue de Carlos Zúmer, guionista del programa y durante muchos años ser mitológico para los seguidores de La Cultureta, hasta que en los últimos años ha ido asomándose un poco más e incluso tiene su propia sección, la veta cultureta. 



El programa también nos permitió conocer un poco mejor cómo funciona la Escuela Superior de Música Reina Sofía y cómo es la formación de sus alumnos y alumnas, que son chavales muy jóvenes de todas las partes del mundo, en cuya selección impera el talento. Todos ellos, becados por mecenas, cuyos nombres aparecen en las butacas del auditorio. Fue maravilloso verlos en acción y también asistir al ensayo previo con el director Pablo González. Siempre que asisto a un concierto de música clásica soy consciente de que se me escapan matices que sí perciben los expertos. Ayer, en el ensayo, fue una gozada escuchar las indicaciones del director a los jóvenes músicos. Sonaron realmente bien todos en armonía. 



Me pareció especialmente deslumbrante  el pianista Michael Davidman, quien se quedó un buen rato solo en el escenario entre el ensayo y el comienzo del programa, en uno de esos instantes prodigiosos que dejan huella en el recuerdo. Arriba, un pedacito de su talento. 

Siempre me ha parecido que las orquestas son metáforas perfectas de la sociedad. Desde luego, también lo son de un programa de radio. Son el mejor ejemplo de la importancia del trabajo en equipo, de saber ponerse en un segundo plano y ceder el protagonismo cuando toca; en definitiva, de poner lo mejor de cada uno para un objetivo común. De eso hablaron los culturetas con el director Pablo González, quien comenzó su carrera como flautista, pero que después decidió formarse para ser director porque, contó, cuando tocaba en la orquesta envidaba a todos los demás músicos y, de esta forma, dirigiéndolos, podía sentirlos todos a la vez. Explicó que los tiempos han cambiado, en su opinión, para bien, y que ahora la figura del director no es tanto una figura de autoridad, sino que se debe dedicar a persuadir a los músicos de que deben ir en la senda que les marque, y que también debe tener la capacidad de integrar lo inesperado. Contó que como director no añora sentir la música físicamente al no tocar un instrumento, como le pasa a otros directores, porque él sí lo vive así. 


No hubo ni medio momento de solemnidad en el programa de ayer, marca de la casa, pero Amón sí dijo que es de justicia reconocer el mérito de que un programa cultural cumpla diez años en una radio comercial. Alsina, siempre original, les preguntó a los culturetas qué era lo peor que les había pasado en este tiempo, por no preguntarles por lo mejor. Guillermo Altares contó que en su primer programa llamó con otro nombre a Rodrigo Cortés en cada intervención, mientras que Rosa Belmonte recordó sus episodios de afonía y bromearon sobre alguna que otra opinión rotunda sobre películas o libros que en realidad no habían visto o leído. Todos alimentaron esa deliberada y juguetona fama de farsantes y dijeron que La Cultureta durará hasta  que la gente se dé cuenta de que en realidad no saben tanto como parece. 

Y así, sin tomarse a sí mismos demasiado en serio, quizá la mayor muestra de inteligencia, transcurrió el especial por el décimo aniversario de La Cultureta. Un programa del que me encanta cuando descubren singulares historias del pasado, cuando se acaloran en los debates y en las defensas de sus posiciones, la célebre sintonía sección pantallas, la sección intermitente de obituarios, el juego del pique entre la mañana y la radio, la sección que relaciona deporte y cultura de Miguel Venegas, Rosa Belmonte diciendo que eso ya se sabía a todo, Guillermo Altares con sus listas, Vigalondo con sus geniales chistes malos (cuanto más malos, más geniales), sus temas clásicos, su afrancesamiento, su devoción por el Prado, y, por supuesto, sus mil y una recomendaciones de series, películas y libros. Siempre echo un poco en falta el teatro y la danza, debo decir, por pedir algo para los próximos diez años. 

Durante estos diez años, muchos hemos sido fieles a este programa tan único en la radio comercial de nuestro país. Veo que la primera vez que mencioné a La Cultureta en el blog fue con motivo del Día Mundial de la Radio en 2016, para destacarlo como uno de los espacios que no me perdía cada semana, exactamente igual que ahora, siempre en podcast, porque el trabajo me impide seguirlo en directo por la mañana y el sueño, por la madrugada. Soy de esa legión de seguidores del programa que hace las labores domésticas el fin de semana escuchando el podcast de ambas ediciones. En 2018 mencioné al programa junto a otros espacios culturales en las ondas en distintas emisoras, como oasis en medio del ruido. También en 2019 escribí sobre el Día de la Radio, el medio más especial de todos, y hablé de La Cultureta, mientras que en 2020 y en 2021 destaqué que septiembre es quizá mi mes preferido del año, en parte, por la rentrée literaria y por el regreso de mis programas de radio preferidos, entre los que siempre ha estado y sigue estando este irónico oasis cultural de Onda Cero. 



Ayer el programa se regaló y nos regaló a sus oyentes un sublime momento de música y radio. Dijo Amón que, ya después de esto, del brillante broche musical final, se podía clausurar La Cultureta, otra broma recurrente del programa, al que sin embargo deseamos una muy larga vida

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