Mi vida en la carretera

 

Mi vida en la carretera, de Gloria Steinem, es un libro fascinante e inspirador, como su autora, de quien me resulta admirable su permanente disposición a aprender, su enorme curiosidad y su humanismo. La obra, editada en España por Alpha Decay, con traducción de Regina López Muñoz, es extraordinaria, muy estimulante. La autora comparte su experiencia de décadas como activista itinerante. Dedica el libro al doctor John Sharpe, que en 1957 le practicó un aborto cuando ella tenía veintidós años a pesar de que la interrupción del embarazo era ilegal en Inglaterra en aquella época. “Lo he hecho lo mejor que he podido” le dice.


Con el paso de las décadas y la llegada de la palabra todavía a mi vida -¡Ah, todavía viajas!-, caí en la cuenta de que sobre lo que menos escribía era sobre lo que más hacía”, explica Steinem al comienzo del libro, para contar lo que le llevó a escribir la obra. Por eso, comienza el libro con el recuerdo de su infancia con un padre nómada y viajero, que murió solo tras tener un accidente en la carretera. “Cuando lo rememoro, siempre es el viajero que cena en una cafetería y no en un salón, que saca la ropa de una maleta y no de un armario, que busca moteles con letreros de PLAZAS LIBRES y no una casa, que hace chistes y no planes, que prefiere la espontaneidad a la certeza”, escribe. Más adelante, también recordando a su padre, cuenta que “décadas después de su muerte, mi padre me parece en improbable que a veces me pregunto si no me lo habré inventado”.

La autora, que fundó la revista feminista Ms. y que es una de las voces más prestigiosas del feminismo en todo el mundo, explica que esa vida en la carretera a la que alude en el título del libro le ha enseñado a afrontar la vida con la mirada abierta. Por ejemplo, cuenta que "en la carretera aprendí que los medios de comunicación no son la realidad; la realidad es la realidad". También aprendió en los viajes que esa idea de que todo tiene dos caras, en realidad, es falsa. "En realidad, muchas cuestiones tienen tres caras, o siete, o doce. A veces me da por pensar que la única dicotomía verdadera es la que existe entre la gente que divide todo en dos y la que no lo hace", cuenta. 

Steinem muestra en el libro a Estados Unidos como un país con muchas contradicciones y desigualdades, cada vez más diverso aunque haya a quien le moleste. La obra, que es un festín intelectual, una delicia, permite conocer de primera mano la evolución de la historia de las últimas décadas, a través de sus vivencias. El libro está escrito con un estilo muy ágil, irónico en ocasiones, y siempre inspirador. Se apoya en anécdotas personales y en charlas con personas de todo el mundo. También recurre con maestría a las citas. Por ejemplo, una frase fabulosa de Robin Morgan, quien dijo que "el miedo generaliza, el amor especifica", u otra de Ursula Le Guin: "ha habido grandes sociedades que no usaban la rueda, pero no ha existido ninguna que no contara historias". 

De su temporada en la India cuenta grandes lecciones que aprendió sobre el activismo y la necesidad de estar cerca de las personas a las que se defiende para entender lo que sienten y necesitan de verdad. Asiste a la Marcha a Washington, donde constata la ausencia total de mujeres, y participa activamente en la Conferencia Nacional de la Mujer celebrada en Houston en 1977, con representantes de 56 países. "Fue una convención constitucional para la mitad femenina del país. A fin de cuentas, se nos había excluido de la primera", escribe. También estuvo cerca del presidente Kennedy haciendo un reportaje un día antes de que fuera asesinado. Relata la conmoción posterior de todo el país tras los asesinatos de Martin Luther King y de Bobby Kennedy. Más reciente, relata igualmente su toma de posición en favor de Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata para las elecciones de 2008, que terminó ganando Obama. 

Pero no es éste un libro de grandes nombres ni de personajes poderosos, sino de personas corrientes, de las que aprende siempre la autora, porque tiene una disposición admirable a ello. Cuenta, por ejemplo, historias de taxistas ("si los hombres se preñaran, ¡el aborto sería un sacramento!", les dijo a ella y a su compañera activista Flo Kennedy una taxista mayor irlandesa), de azafatas, de camioneros... Declara su amor a los campus y su afición por las campañas políticas, porque se asientan sobre la idea de que cada voto, es decir, cada persona, cuenta. "Posiblemente las campañas sean lo más parecido a la democracia que tenemos". También recuerda una temporada en la que trabajó como guionista en un programa de humor. Era la única mujer, “probablemente porque la capacidad para hacer reír a la gente es una forma más de poder, y por lo tanto a las mujeres se les vetaba el acceso a la comedia”.

La autora relata algunos de los episodios de insultos y acoso que sufrió por parte de extremistas religiosos a causa de su defensa del aborto. Cuenta algo que desconocía, que “la Iglesia católica no sólo no se oponía al aborto sino que incluso lo reguló hasta mediados del siglo XIX”. Eso sí, un feto de sexo masculino podía acortarse hasta los ochenta días de gestación y uno de sexto masculino sólo hasta los 40 días, porque se creía que el varón, criatura superior, se desarrollaba más deprisa.

Entre lo mucho que se aprende con Mi vida en la carretera, sin duda, destaca la mirada de la autora a los nativos americanos, a los pueblos primitivos que tantas veces son menospreciados, pero cuyas culturas merecen más atención. Por ejemplo, menciona la Confederación Iroquesa, la democracia ininterrumpida más antigua del mundo.Descubrí que las lenguas nativas, cherokee y otras no tenían pronombres con género como él y ella, al igual que el bengalí y otras lenguas antiguas. Un ser humano era un ser humano. Incluso el concepto de jefe, palabra de origen francés, reflejaba la suposición europeísta de que tenía que haber un líder masculino a imagen de un rey”, escribe. 

Este libro, en fin, es una joya. El paralelismo que establece entre la carretera y la vida, su mirada humanista de la sociedad, su actitud siempre curiosa y abierta a aprender y a cambiar de opinión, el ejemplo de su admirable trayectoria como feminista y el recorrido a nuestra historia reciente hacen de Mi vida en la carretera una obra imprescindible. Estamos en febrero y no creo que este año lea un libro que me impacte más. Excepcional. 

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