Abierto. La historia del progreso humano

 

Abierto. La historia del progreso humano, de Johan Norberg, editado en España por Deusto, con traducción de Diego Sánchez de la Cruz, es un libro grande (más de 500 páginas) y, sobre todo, es un gran libro. El autor hace una argumentada, encendida y muy didáctica defensa de las ventajas del libre intercambio de ideas y personas, de la apertura en tiempos en los que la tentación del proteccionismo parece crecer. La obra recorre en buena parte la historia de la humanidad para defender la tesis de que aquellos momentos en los que imperó la colaboración y la apertura a nuevas ideas fueron los que trajeron consigo más progreso, mientras que las fases de tribalismo y cerrazón provinciana causaron subdesarrollo y sufrimiento.

El autor comienza el libro de Ötzi, el hombre que murió cruzando los Alpes entre Italia y Australia hace más de 5.000 años y cuyo cuerpo fue encontrado en 1991. Pudo llegar tan lejos porque llegaba herramientas como un sombrero de piel de oso, zapatos diseñados para caminar sobre la nieve o materiales como el sílex y la pirita, así como plantas medicinales. El Homo sapiens, explica, es una especie colaborativa. Ya desde el principio de los tiempos fue así, la colaboración, la apertura, fueron clave. 

Norberg considera injustas las críticas al capitalismo y a la globalización. En los últimos doscientos años, la esperanza de vida ha aumentado de menos de treinta años a más de setenta, mientras que la pobreza extrema se ha reducido desde alrededor de un 90 por ciento hasta el 9 por ciento de la población mundial. Desde 1990, los niveles de hambre observados a nivel global han disminuido un 40 por ciento, mientras que los de analfabetismo o la mortalidad infantil han caído a la mitad. 

El autor no niega que existan problemas, como la desigualdad, el cambio climático o el capitalismo de amiguetes, pero considera que la forma de combatirlos es más apertura y no menos. Se apoya en la conocida como ley de Cardwell, en honor al historiador tecnológico Donald S. Cardwell, para afirmar que "la innovación siempre se enfrenta a la resistencia de grupos que piensan que saldrán perdiendo si se imponen los cambios". Por eso es tan importante conciliar la tendencia humana a cooperar con los demás con los impulsos tribales. Pone como ejemplo de lo que hace la colaboración y la apertura al cambio la diferencia de desarrollo entre Australia y Tasmania, a las que separó hace más de diez mil años el aumento gradual del nivel del mar, lo que dejó aislada a Tasmania.

Sobre la resistencia al cambio, por cierto, es muy curioso el caso del comerciante británico de lana Jonas Hanway, quien introdujo el paraguas para protegerse de la lluvia en el Londres de la década de 1750. Entonces fue insultado por su debilidad de carácter y los conductores de carruajes, que tenían que les dejara sin trabajo, le insultaron e incluso uno llegó a intentar atropellarlo. Hoy, claro, el paraguas se usa de forma corriente para protegernos de la lluvia. 

“Si hay una política que es incluso más beneficiosa que el libre comercio, es la libre inmigración”, defiende el autor. Es uno de los puntos fuertes del libro, que refuta la tendencia nacionalpopulista de Trump, los defensores del Brexit y compañía. La supresión de las barreras a las personas tendría un impacto de elevar el PIB global entre un 60 y un 150 por ciento, según la estimación que se consulte. Entre las empresas más grandes de EEUU, cerca del 40 por ciento han sido iniciadas por inmigrantes o hijos de inmigrantes. Este porcentaje supera el 50 por ciento en los fundadores de unicornios.

"La cultura es mestizaje, todos somos mestizos", afirma. Es más, a lo largo de la historia son numerosos los ejemplos de sociedades que se han convertido en grandes potencias gracias precisamente a su apertura a recibir a personas de otros países. Pone como ejemplo la República Neerlandesa y su gran crecimiento frente a la decadencia de España, de la que era colonia, y que se debilitó enormemente por su decisión de expulsar a los judíos y a los moriscos. O la huida de científicos judíos a Estados Unidos desde Alemania por el auge del nazismo. Once académicos vetados por el régimen de Hitler ganaron el Nobel.

Una de las partes más interesantes del libro es en la que el autor explica que el instinto tribal es en cierta forma consustancial al ser humano y que existe ya desde la escuela, los de 1B se creen mucho mejores que los de 1A. Cita el ejemplo de un experimento psicológico en Oklahoma en 1954, donde se separó en dos grupos a una veintena de niños de la misma ciudad, clase social, religión y color de piel. Enseguida se enfrentaron al otro grupo.  “En su obra Danubio, el académico italiano Claudio Magris sostiene que el fascismo no descansa en el amor por los amigos, la familia y la patria, sino en el amor por los amigos, la familia y la patria conjugado con la ignorancia de qué otras personas, en otros lugares, son diferentes a nosotros, pero también sienten amor por sus amigos, su familia y su patria”, escribe. Esa misma actitud de defender al grupo propio y atacar al otro, se percibe incluso en estudios en los que se separó a individuos en dos grupos en función de si salió cara o cruz al tirar una moneda al aire. El autor también constata que siempre vemos a nuestro grupo cómo diverso y al de enfrente como homogéneo. No reconocemos nuestros prejuicios.

Creo que la parte en la que más discrepo con el autor es en la que resta importancia a la desigualdad social existente. Defiende que el crecimiento de la desigualdad no es en el fondo tan importante porque sí en una sociedad el 90% de la población es pobre, hay igualdad, pero no es precisamente deseable. Luego viene a decir que Jeff Bezos podrá ser diez millones de veces más rico que nosotros, pero no podemos decir que viva diez millones de veces mejor. Él tiene jet privado, pero los viajes en avión se han democratizado. No tendrá un móvil mucho mejor que nosotros... Entiendo el fondo de su argumentación, pero lo veo algo débil.

Sí tiene sentido su explicación sobre como la forma tradicional de medir la riqueza subestima los cambios tecnológicos, como demuestra el hecho de que el ordenador personal no entrara en la medición del IPC en EEUU hasta 1987 o que ahora recurrimos a versiones digitales gratuitas de servicios como mapas, cámaras o enciclopedias cuya actividad antes sí sumada en el PIB. Es el excedente del que disfrutamos aunque obtenemos gratis. También reconoce que existe el capitalismo de amiguetes y lo critica con contundencia. Cita un índice de The Economist según el cual alrededor de la cuarta parte de los multimillonarios del mundo ha obtenido su riqueza operando en mercados deformados por regímenes de monopolio o algún otro tipo de favores, licencias otorgadas por el Estado, etc.

Abierto. La historia del progreso humano es, en fin, es un libro que invita a la reflexión y resalta la importancia de la apertura en un sentido amplio, una defensa muy bien argumentada de la democracia liberal y el libre mercado. 

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