Mariliendre


Mariliendre es una fantasía de serie. Un musical maravilloso y loquísimo que celebra el petardeo, la música popular de los primeros dosmiles, el ambiente LGTBI y la familia elegida. Una serie que, entre purpurina, brilli brilli y ligereza cuenta historias preciosas y muy tiernas, también a veces duras y conmovedoras. Una serie que tal vez sólo podía estar producida por los Javis y que es un regalo repleto de referencias para quienes, como su director, Javier Ferreiro, nacieron (nacimos) a finales de los 80, y que celebrarán (celebramos) cada temazo y cada número musical. Hay varias coreografías que por sí solas hacen que Mariliendre valga la pena, pero ese producción de Atresplayer tiene muchas más virtudes que su faceta musical, especialmente bien cuidada. 

Para empezar, el punto de partida es muy original. La gran protagonista de la serie es Meri Román, la mariliendre del título, a quien interpreta de un modo soberbio y arrollador Blanca Martínez. Es uno de esos papeles que impulsan una carrera. Como bien indica el nombre de la serie, ella es la mejor amiga y protectora de un grupo de gays. Sale de noche con ellos, hace planes, les echa una mano siempre que puede, se encuentra mucho más cómoda en un ambiente LGTBI que en un ambiente heterosexual (impagable el capítulo en el que está desubicada en una discoteca “hetero”). Fue la reina madre de los maricones, como se define ella misma, pero todo terminó de modo abrupto por culpa de un suceso del pasado que iremos descubriendo a medida que avanzan los capítulos. 

Al acierto de situar en el centro de la trama a la mariliendre por primera vez se suma el gran motor narrativo de la historia: el secreto con el que murió el padre de Meri y que ella descubre el día de su funeral. Un secreto relacionado con la propia trayectoria vital de la protagonista, que la lleva a indagar sobre ese lado oculto de su padre (estupendo Mariano Peña), con quien tenía una excelente relación, todo lo contrario de lo que le sucede con su madre (Nina, la mismísima Nina, que lo borda) y con su hermana (Mariona Terés, genial como siempre). 

Así que Meri indaga sobre el secreto de su padre al tiempo que añora ese pasado de mariliendre con sus gays. En especial, echa de menos a su mejor amigo, Jere, de Jeremías, a quien interpreta con un frescura extraordinaria Martin Urrutia, finalista de la última edición de OT, quien demuestra en su primer papel como actor que a sus dotes como cantante y bailarín suma un talento natural para la interpretación. Se sale. 

La serie se mueve constantemente entre dos tiempos: ese pasado de Meri feliz rodeada de sus amigos gays, desfasando en fiestas, despreocupada y feliz, y el presente narrativo, en el que sufre ese sobre duelo, el de la muerte de su padre, que además le ocultó un secreto, y el de la pérdida de su mejor amigo, que todavía le duele. Meri no es una persona perfecta, lo cual, naturalmente, la hace humana y es gran parte del acierto de la serie. Comete errores, a veces es egoísta, en ocasiones tiene actitudes más que cuestionables, pero a la vez es alguien vulnerable, cariñosa y entregada con su gente. Su vida es un caos, un poco como todas, y hace lo que puede. La caga a menudo. Sufre. Se levanta. Lo intenta. Es un personaje maravilloso. 

La serie, divertida y ligera, sí, no lanza panfletos ni pretende ser dar lecciones. Habrá espectadores que sientan que perpetuar estereotipos y otros que incluso pensarán que romantiza el consumo de drogas. No lo comparto. Queda meridianamente claros los efectos de las drogas en la propia trama. En cuanto a los estereotipos, es un debate eterno, pero no me valen los argumentos que dicen que no todos los gays son como los gays que se muestran en la serie. Pues claro. ¿Alguna vez en una serie con algún personaje heterosexual se ha criticado que, en realidad, no todas las personas homosexuales son así? Es una historia de ficción. Punto. Habrá muchas personas no normativas que se sentirán identificadas y se reconocerán en sus referencias, otras que sólo lo harán con algunos aspectos y no con otro. Lógico. Normal. 

No creo que se le pueda exigir a una ficción más que lo mucho que nos da Mariliendre: historias tiernas, personajes bien construidos, divertimento a raudales, buena música y una combinación de asuntos serios y ligereza, de temas graves y superficialidad que roza la perfección y que se parece bastante a la vida. Porque en eso que llamamos vida real también se mezcla todo en los momentos más inesperados. Porque el atrevimiento formal de la serie, su tono alocado y adorable, sus personajes complejos y muy humanos, todo en esta serie, en fin, suena muy real.  

Sin hacer spoilers, también es muy valioso el modo en el que la serie muestra la realidad de hombres gays de generaciones anteriores, que no pudieron vivir con libertad, que miran a los jóvenes homosexuales con admiración y cierta envidia, porque ellos no han podido tener lo mismo que tuvieron. Y la conexión con las nuevas generaciones, las de niños y niñas que se encuentran con camino construido, pero que necesitan también que no se den pasos atrás. 

La serie, que también cuenta en su elenco con Yenesi, Omar Ayuso y Álvaro Jurado, entre otros, tiene también un gran aliciente con sus campos y colaboraciones constantes (Chenoa, siempre bien, los autores de La pija y la quinqui, Soraya, Melody, medio claustro de profesores de OT…). La serie, lo reitero, es un musical espléndido. Sí, de esos en los que se canta en mitad de una escena, de los que nos regalan coreografías fantásticas en medio de la calle, en un cementerio y en cualquier parte. En esos números musicales, donde más brilla la serie, por cierto, Bea Fernández, también procedente de la última edición de OT, pone voz a Meri Román. Todos los temazos de los dosmiles que a uno se le vengan a la mente están en Mariliendre, con versiones nuevas adaptadas a la historia. Es la guinda del pastel a una serie cuyos seis capítulos se quedan cortos. Quién sabe, tal vez haya una segunda temporada. Sería un notición para sus seguidores, que estaríamos ahí, puntuales, para seguir las andanzas de Meri Román, un auténtico personajazo, la primera mariliendre protagonista al fin de una serie. 

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