Los mejores libros que he leído en 2019

Contaba David Trueba en una entrevista con El Cultural la semana pasada que entiende la cultura como "el paracaídas que cada persona lleva dentro y usa cuando vienen momentos difíciles. La cultura es aquello que se conforma en una sensibilidad, en una manera de estar en el mundo a partir del disfrute artístico y estético, que hace que tengas algo más para sostenerte en tu vida que el dinero, la fortaleza física o un buen estatus. La cultura interna es lo única que sirve cuando todo eso falla". Siguiendo la estela de su reflexión, en los próximos días publicaré en el libro las listas de los libros, películas, obras de teatro y conciertos que más me han gustado este año, es decir, de aquellas creaciones artísticas que han reforzado mi paracaídas, que han enriquecido mi forma de mirar el mundo. 

Como siempre, conviene hacer dos precisiones antes de empezar: hablo de los mejores libros que he leído este año y no de los mejores libros del año porque no he podido leer todo lo bueno publicado en 2019 y porque, además, varias de las obras que más me han impactado este año se editaron hace mucho más tiempo. Hecha esta salvedad, no puedo empezar por una obra distinta a El colgajo, de Philippe Lançon, editado por Anagrama, un libro conmovedor e impactante por lo que se cuenta y, sobre todo, por cómo lo cuenta. El autor sobrevivió al atentado terrorista contra la revista satírica Charlie Hebdo y en esta obra relata su largo y desesperante proceso de recuperación de las graves heridas que le dejó el ataque. El colgajo del título alude a la forma en la que quedó la parte inferior de su cara. Un libro sin odio, que no renuncia a la ironía, que realza el valor de la cultura, precisamente, como forma de estar en el mundo y protegerse cuando todo se derrumba fuera. Uno de esos libros que el lector no olvida. Extraordinario. 


Aunque me avergüenza un poco reconocerlo, este año he descubierto a Carmen Martín Gaite, de quien no había leído nada, con Nubosidad variable, que compré en uno de esos encantadores puestos de libros antiguos que acompañan a los de las editoriales y las librerías repletas de novedades en La Rambla de Barcelona el día de Sant Jordi, el más bello del año. El intercambio de cartas entre dos amigas de la infancia que se encuentran muchos años después, su forma de recordar aquella complicidad perdida, de analizar su propia vida, de convertir en pura literatura hasta la más banal anécdota. Una deliciosa novela que trata de la amistad y la libertad, es decir, de la vida, y que deja pasajes tan exquisitos como este: "que no se afane tanto en separar las cosas unas de otras, porque todas bullen al mismo tiempo, por mucho empeño que pongamos en evitarlo, lo banal mezclado con lo grave, lo presente con lo pasado, lo necesario con lo azaroso, y que de entender algo es sólo así como se entiende, aceptando esa misma confusión como pista valedera". 

Este año he disfrutado mucho de varios libros de relatos que demuestran hasta qué punto a veces la esencia más pura va en frasco pequeño, como canta Ismael Serrano en una de sus canciones. Una noche en el paraíso (Alfaguara) nos permite volver a sumergirnos en el cautivador universo literario de Lucia Berlin, tras el impresionante Manual para mujeres de la limpieza, que conocimos hace unos años. 

Uno desearía que no terminarán nunca los relatos de Lucia Berlin, por la fuerza de sus personajes, por su ligereza profunda, su precisión. Lo mismo cabe decir de ¿Quién te crees que eres? (Lumen), el último libro Alice Munro, que es mitad libro de relatos, mitad novela, ya que narra a lo largo de los años la relación no siempre fácil entre dos mujeres, Rose y la mujer de su padre, Flo, que se atraen tanto como se repelen. En Chicos y chicas, Soledad Puértolas utiliza la infidelidad y el deseo como nexo de unión entre distintas historias de todo tipo. También hay pasión y mucho deseo en varios de los relatos de La muerte y otras sorpresas, de Mario Benedetti, que pone su estilo lírico y cautivador al servicio de relatos misteriosos y sorprendentes sobre el amor, la muerte, la amistad y la política. 

Maratón balcánico, de Miguel Roán, editado por Caballo de Troya, también está estructurado como una sucesión de relatos, sólo que no son de ficción. El libro se aproxima sin caer en clichés ni estereotipos a la realidad de los Balcanes. "Allá donde mandan los nacionalismos, el mundo se hace más pequeño y asfixiante", leemos en esta obra que escapa de cualquier simpleza y que permite una aproximación exhaustiva y honesta a la región. 

Ya que estamos en el terreno de la no ficción, hay varias obras muy dispares entre sí, que sólo tienen en común que he disfrutado mucho este año, que no quiere dejar de señalar. Por ejemplo, Freddie Mercury: Una biografía (Random Cómics), en la que el dibujante Alfonso Casas consigue el prodigio de abarcar, al menos en parte, la vida de un genio inabarcable, gracias a sus trazos. 

Otras dos biografías que me han permitido saber más de dos personajes admirables han sido El libro de Gila, editado por Blackie Books, y La danza y la vida, en la que Víctor Ullate cuanta su vida, de la mano de Carmen Guaita, desde aquel joven que soñaba con bailar en su Zaragoza natal hasta la estrella mundial de la danza en la que se ha convertido. 

Ullate siempre ha sido partidario de la mezcla de géneros y la innovación, sin prejuicios ni clasismo. De eso van Música de mierda, en la que Carl Wilson se sirve de su aversión por Céline Dion para reflexionar sobre los prejuicios y las ideas preconcebidas sobre el buen gusto, y Mierda de música, su secuela, en la que Blackie Books reúne la réplica de varios escritores a aquel ensayo de éxito. También ayuda a reflexionar el ensayo Cómo acabar con la contracultura, de Jordi Costa (Taurus), en la que el autor llama a cuestionar los consensos culturales y sociales de la España reciente. Esta misma línea crítica, esta vez, sobre el mundo del arte, sigue Lo que no tiene nombre, de Annie Le Brun, editado por Cabaret Voltaire, que pretende ser (y lo consigue por momentos) "un adoquín evocador de la rabia de 1968". 

Aunque lo he dejado para el final, porque este artículo tiene vida propia y avanza sin orden alguno, uno de los libros que más he disfrutado este año, con mucha diferencia,ha sido No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, de Patricio Pron (Literatura Random House). Probablemente, si sólo pudiera recomendar un libro de los que he leído en 2019 sería éste. Es un libro extrañísimo, es decir, interesantísimo. Uno de esos libros que explican por qué necesitamos la literatura, por qué la adoramos tanto. ¿El argumento? ¿Acaso importa? Un libro del que disfrutar cada pasaje, cada página, hasta el final. 

Lo mismo cabe decir de Formas de estar lejos, de Edurne Portela, un libro terrorífico, no porque invente amenazas que no existen, sino precisamente porque resulta muy verosímil y reconocible. Una narración dolorosa e impactante sobre las relaciones tóxicas, los malos tratos y el machismo devastador.  En un mundo tan poco abierto a la sensibilidad, en el que tantas y tan grises amenazas se ciernen sobre la diversidad y la diferencia, Malaherba, el debut como novelista de ficción de Manuel Jabois, editado por Alfaguara, se presenta como una especie de milagro, tan chiquito y falto de pretensiones como encantador e irresistible, gracias a la verdad de la historia contada, desde la perspectiva de un niño, y al estilo ágil y brillante del autor. 

Emparenta con aquella obra Llámame por tu nombre, de André Aciman, la exquisita novela en la que está basada la encantadora película homónima de Luca Guadagnino. El libro tiene aún más hondura que la película, que consigue atrapar la pasión del primer amor, el lento paso del tiempo del verano y la química entre dos miradas que se buscan, dos cuerpos que se desean, dos pasiones entrelazadas. 

En un mundo como éste que se nos está quedando, aficionado a cuestionar derechos conseguidos y a combatir el progreso y el respeto a la diferencia, sigue siendo necesario leer sobre feminismo, esa idea tan loca de defender que las mujeres y los hombres tengan los mismos derechos.  En Monstruas y centauras, editado por Anagrama en la colección de sus nuevos cuadernos, Marta Sanz reflexiona sobre el auge del feminismo, sobre lo avanzado y lo que queda por avanzar, sobre las contradicciones y las dudas, sobre aquello que tenemos que tener en cuenta en esta lucha justa. Mujeres radicales del mundo, escrito por Kate Schatz e ilustrado por Miriam Klein se muestran trocitos de vidas de mujeres admirables, cada una en su campo, que abrieron camino por la libertad y la igualdad, en ocasiones, poniendo en riesgo su vida. Ejemplos de luchadoras que han ayudado a hacer del mundo un lugar algo mejor, algo más habitable, y cuyos avances tantos retrógrados quieren poner en riesgo. 

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