No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles

Ya desde su título, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, de Patricio Pron, es un libro extraño, con la única acepción posible de este término cuando se habla de literratura; es decir, es un libro fascinante. Con una prosa compleja y rica, con subordinadas sin fin construidas con precisión de artesano, es una novela en cierta forma exigente para el lector pero, o precisamente por ella, es extraordinaria. Es uno de esos libros por los que seguimos amando la literatura, por los que alimentamos esta pasión. Es una de esas novelas que uno recomienda con los ojos cerrados, en las que se disfruta cada página, cada frase. Aunque es un libro más bien reciente, de 2006, lo encontré en la feria del libro antiguo de Madrid. Su anterior lector, sin duda, disfrutó de la obra, porque el libro está repleto de frases subrayadas y de páginas dobladas a las que volver. Por alguna razón, ese libro acabó en un puesto de obras de segunda mano, y me descubrí intrigado por saber qué detalle concreto de cada página señalada llamó la atención de la persona que se entregó a esta formidable novela antes que yo, por qué esta frase sí y aquella otra no. 


Es tan brillante esta novela, tan valioso todo en ella, que, cuando uno cree que ya ha terminado, cuando se ha puesto punto final a la historia narrada, llegan varias páginas en las que el autor reseña la vida y obra de los autores mencionados en la novela. Y esa parte, que suele ser de menos valía en la mayoría de los libros, que tan sólo aporta algo más de contexto, aquí es tan fascinante como todo lo que se ha contado antes. Son reseñas llenas de ironía. Son píldoras de la excelencia exhibida por Patricio Pron en las páginas anteriores, en las que ha contado en tres tiempos una historia sobre la relación entre el arte y el crimen, entre otras muchas cosas. 

Siento empezar por el final, pero no me resisto a compartir algunas de las frases con las que el autor explica algo más de la vida de los autores mencionados en las páginas de su novela. De Abelardo Castellano escribe: “es considerado por algunos uno de los mejores cuentistas del siglo XX, lo que posiblemente no sea tanto un elogio a C. como una constatación del estado calamitoso o lamentable de ese género literario en Italia a lo largo del siglo en cuestión. Mérito innegable de la obra de C. es, sin embargo, que, habiéndose aproximado tantas veces a la calidad literaria, no llegó a rozarla nunca, ni siquiera por accidente”. De Erwin Kolbenheyer dice: “es recordado principalmente por su trilogía novelística Paracelsus; o, mejor dicho; sería recordado principalmente por su trilogía Paracelsus si alguien se acordase de ella, lo que no parece el caso”. Del español Rafael Sánchez Mazas indica: “la suya es una de las pocas obras de autor falangista que deja una impresión favorable en el lector, para lo cual es imprescindible, sin embargo, no leerla nunca y, en lo posible, no ver jamás un retrato de su autor”. Y de Emilio Settimelli, declarado admirador de Mussolini, destaca que "su mala suerte con las figuras que concitaban su admiración y a las que prestaba su apoyo es típica del siglo XX italiano, se puede decir”.

El libro indaga la relación entre un partisano, el escritor Luca Borrelo, las revueltas en Italia contra la última gran recesión económica y el Congreso de Escritores Fascistas Europeos, celebrado en Pinerolo en abril de 1945 interrumpido de forma brusca. La parte central del libro recrea los testimonios de varios asistentes a ese Congreso y sus reflexiones sobre la razón de aquel evento, sobre su forma de entender la literatura y sobre la relación de ésta con el crimen y con la política. Quien entrevista a los escritores fascistas es un activista que quiere indagar sobre Luca Borrelo, relacionado de algún modo con su propia familia. 

Leyendo esta sensacional novela recordé lo mucho que me impactó la visita al Museo del Novecento de Milán, hace unos años, y concretamente lo referido al futurismo, ese movimiento contradictorio, rupturista y radical, íntimamente ligado al fascismo. Recuerdo el impacto que me causó leer entonces el manifiesto del movimiento futurista, obra de Filippo Tomasso Marinetti, muy presente en esta novela. Y esas frases rotundas, explosivas, radicales. Como en la que afirmaba que "la guerra es la única higiene del mundo" o esa otra en la que se proponía "exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo". Sentí entonces esa atracción indescriptible de los precipicios, entre el asombro y el reconocimiento artístico y la estupefacción de sentir eso mismo ante un arte que se dedicó a glorificar una ideología política criminal. 

Esa misma mezcla de sensaciones, pero aún más intensa, siento leyendo No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles. A las frases subrayadas por el lector anterior de este libro sumé unas cuantas, tantas que no terminaría nunca esta reseña. “Nosotros también creímos que peleábamos por algo, pero sólo peleábamos por nosotros mismos y para conservar nuestra juventud, y la perdimos”, leemos al principio de la novela, por ejemplo. En ese pasaje, hay un profesor que afirma que no quiere interrumpir una clase universitaria por motivos políticos. Por motivos políticos distintos a los que él defiende, naturalmente. A ese profesor le hace un seguimiento Linden, miembro de un grupo de activismo político, como lo llama él, o terrorista, como lo llama la prensa. Antes de morir asesinado por los compañeros de Linden en ese grupo, el profesor hizo un encargo en una librería. Uno de esos libros es del escritor fascista que salvó al padre de Linden en la guerra. Ahí comienza todo, este delicioso viaje literario a quienes perdieron la II Guerra Mundial y también la historia de la literatura en Italia.

El libro está repleto de reflexiones sobre la creación artística, como este testimonio de uno de los asistentes al Congreso de Escritores Fascistas: “pensamos primeramente en establecer un criterio de admisión puramente literario, vinculado con la calidad de las obras, pero luego comprendimos que ese criterio ya no valía, puesto que estaba asociado con una idea moral, como lo está siempre toda forma de crítica literaria”. O esta otra, sobre la poesía: “conseguían lo que sólo consiguen los buenos poemas, que es instaurar un tiempo y un espacio por completo propios, un ensimismamiento, al margen del sitio y del lugar en el que se leen”. Y también, claro, sobre la guerra y la muerte, con estas dos sentencias que retumban en la cabeza del lector mucho tiempo después de cerrar las páginas de esta novela: “en el último año ha descubierto que los cadáveres son todos iguales, no importa en qué hayan creído sus propietarios antes de morir” y "el arte se convierte siempre en política y la política, no importa de qué signo, en crimen”. Por si no ha quedado claro, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es un libro excepcional. Nota mental: leer lo antes posible más novelas de Patricio Pron. 

Comentarios