Una noche en el paraíso

El redescubrimiento de Lucia Berlin en 2015 fue uno de los mayores acontecimientos literarios de los últimos años. La publicación de Manual para mujeres de la limpieza nos hizo disfrutar, al fin, de esa prosa directa, de este estilo irresistible, de esos relatos nacidos de la propia vida de la autora, ya que de cada experiencia y vivencia personal extrajo historias para sus narraciones. Por eso, los relatos de Lucia Berlin transpiran verdad y emoción. Son historias en las que se encuentra la belleza de lo cotidiano, donde menos se espera, pero sin camuflar su dureza. Son relatos portentosos, ágiles, inteligentes, auténticos, que celebramos poder leer al fin, al tiempo que nos llevaron a preguntarnos cuántas voces literarias tan potentes estarán guardadas en un cajón, a la espera de que alguien las rescate. 

Ahora nos llega Una noche en el paraíso (Alfaguara), otra selección de relatos de Lucia Berlin, que deslumbran tanto como lo hacen los que contiene la obra anterior. Ojalá se pueda seguir escarbando más y más en su obra, para leer cada historia salida de la mente y de la vida de esta mujer fascinante, que vivió todo lo que vivió para contarlo, o que, al menos, plasmó en sus relatos buena parte de sus historias, de sus distintas profesiones, de los mil lugares donde vivió, de sus matrimonios fracasados o de su alcoholismo, que tanto le costó superar, y que aparece sin tapujos ni complejos en muchos de sus relatos
Es imposible y, sobre todo, innecesario, quedarse sólo con uno de los relatos que incluye esta obra, cuyo prólogo firma Mark Berlin, hijo de la autora. Recuerda con cariño a su madre, que vivió sus dos últimas décadas sobria, época en la que escribió lo mejor de su obra. Dice de ella que era "una rebelde", mujer que llevaba una vida itinerante. "Aun así, el hogar era siempre ella". Mark Berlin explica en el prólogo que las historias que escribía su madre eran "verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco. Las historias y los recuerdos de nuestra familia se han ido modelando, adornando y puliendo con el paso del tiempo, hasta el punto de que no siempre sé con certeza qué ocurrió en realidad. Lucia decía que eso no importaba: la historia es lo que cuenta".

Los relatos de esta colección parecen seguir un orden cronológico, empezando por Los joyeros musicales, en el que la autora rememora su infancia de "gringa" juntándose con sirios y mexicanos. Uno de los relatos más hermosos de esta obra es Guardas de nuestros hermanos, que tiene un comienzo sencillamente perfecto. “Hay gente que cuando muere desaparece sin más, como una piedra en una charca. La vida cotidiana recupera la calma y sigue como antes. Otra gente muere pero se queda rondando cerca mucho tiempo, bien porque hago cautivado la imaginación popular, como James Dean, bien porque su espíritu se resiste a marcharse, como el de nuestra amiga Sara”. ¿Quién se resiste a seguir leyendo tras ese comienzo? El relato deriva después en una suerte de investigación detectivesca sobre la muerte violenta en extrañas circunstancias de Sara. 

La obra, igual que Manual para mujeres de la limpieza, está plagada de frases contundentes, de esas que inserta la autora en medio de una narración, como si nada, pero que estallan en los ojos del lector. Por ejemplo, en A veces en verano, relato en el que las lluvias torrenciales son un personaje más de la historia, leemos que "el silencio le dio a esa inundación una magia especialmente inquietante”.  O, poco después, este otro pasaje maravilloso: “Durante unos días nada más, tumbadas casi a ras de suelo, alcanzamos a ver pie entre las hierbas justo en el momento en que el sol iluminaba el mosaico de cristales que cubría el solar. Al sesgo, brillando como a través de la vidriera de una catedral. Ese espectáculo mágico duró sólo unos minutos, sólo ocurrió dos días”.

En Polvo al polvo encontramos otra de esas frases propias de Lucia Berlin, llenas de personalidad y de fuerza, las que nos hacen enamorarnos de ella y querer seguir leyéndola siempre: "Hay ciertas cosas de las que la gente nunca habla. No me refiero a las cosas difíciles, como el amor, sino a las más bochornosas, como por ejemplo que los funerales a veces son divertidos o que es emocionante ver arder un edificio. El funeral de Michael fue maravilloso”. En Itinerario asistimos a un viaje de la narradora por Lima, Panamá y Miami, mientras que en Lead Street, Alburquerque, una mujer está casada con un artista, como ocurrió con la propia Lucia Berlin, y ella vive un embarazo casi a la vez que el de dos de sus amigas, con los maridos ausentes durante el embarazo. 

En Un día brumoso, también de tintes autobiográficos, la protagonista, Lisa, se debate entre los sentimientos que le despiertan varios hombres. Su marido músico, Benjamin; un amigo poeta, Paul; y Tony, “un viejo amigo rico y oscuramente atractivo”, que lo está dejando con su mujer y con quien Lisa mantiene esta conversación: "-Chica, odio los finales... Lo mío son los comienzos. -Genial- dijo Lisa-. Lo mío son los finales”. El relato Una noche en el paraíso, que da nombre al conjunto, recrea los años en los que Puerto Vallarta se abrió al mundo como destino turístico y escenario de rodaje de películas con grandes artistas. El siguiente relato, La Barca de la Ilusión, nos muestra a una familia viviendo en medio de la nada, huyendo de la adicción a la heroína del marido. “Es duro esto de vivir en el paraíso”, leemos. 

Las mujeres de los relatos de Lucia Berlin son libres y se enfrentan al qué dirán de una sociedad machista, como en Mi vida es un libro abierto, en la que la protagonista mantiene una relación mal vista por el pueblo con un chico mucho más joven que ella, o a relaciones tóxicas con hombres, como en Las (ex) mujeres, en la que dos mujeres que tuvieron en el pasado una relación con el mismo hombre se reencuentran, a mitad de camino entre el desprecio y la nostalgia. "-Es curioso que sus dos mujeres acabáramos beodas. -Más curioso aún es que no acabáramos yonquis". 

Lucia Berlin incluye también en sus relatos la homosexualidad, como en este diálogo que encontramos en Navidad, 1974: “No puedes entender cómo me siento”, le dice una mujer a otra cuando se acaba de enterar de que su hija es lesbiana. “Pues quizá no. Me parece que no me importaría si uno de mis hijos fuese gay. En cambio si uno se hiciera policía o hare krishna, creo que me volaría la cabeza”. Estaría todo el día escribiendo de este libro, pero termino con dos últimos relatos. Hijas, que tiene un comienzo poderoso e irónico en el que leemos: “¿Si soy fiel a mis convicciones? Ni siquiera puedo retener una idea más de cinco minutos”, y Perdida en el Louvre, en el que dice de París que “todo lo que veía me resultaba vívidamente déjà vu, pero es que veía lo que había leído” y en el que afirma del Louvre: “nunca había conocido nada tan inmenso. Quizá la primera vez que crucé el Misisipi”. Ojalá queden más relatos de Lucia Berlin en algún sitio esperando a ser rescatados. 

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