Las mejores películas y series que he visto en 2018

Call me by your name, de Luca Guadagnino, se estrenó algo tarde en España, después de un exitoso paso por festivales, pero valió la pena la espera. En lo cinematográfico, recordaré 2018 por ser el año en el que vi esta maravilla, más que por cualquier otra cosa. Una cinta deliciosa y sensual que adopta la forma de una verano irresistible en algún lugar de Italia, en 1983, en la que el joven Elio (inmenso Thimothée Chalament) pasa el tiempo leyendo, componiendo música y acompañando a su padre, experto en el arte grecorromano, hasta que aparece Oliver (Armie Hammer) para revolucionar su mundo para siempre. La cinta consigue describir lo indescriptible, captar la arrebatadora pasión de un despertar furioso e incontrolable. 

Con una química excepcional entre los protagonistas, una exquisita mezcolanza de idiomas entre italiano, inglés y francés, y varias escenas memorables (la conversación final de Elio con su padre es una de las más conmovedoras que he visto nunca en una escena de cine), Call me by your name consigue parecerse milagrosamente a la vida. Es una delicia. La gran obra maestra de este año, una de esas cintas que no salen cada año, ojalá, sino cada más tiempo. El director, por cierto, prepara ya una segunda parte de la historia de Elio y Oliver, así que esta apasionada historia puede seguir los derroteros de la deliciosa trilogía sobre el amor de Richard Linklater, el autor de la fascinante Boyhood


2018 también ha sido el año del estreno en España de Burning, de Lee-Chang-dong, una cinta febril que se basa en un relato corto de Murakami, y que consigue trasladar a la pantalla la atmósfera misteriosa de las novelas del genial autor japonés. El protagonista del filme dice en un momento de la película que para él la vida es misterio y eso exactamente es esta cinta: una incógnita hecha película, una trama que se va enredando y oscureciendo a medida que avanza la historia. Inquietante y sugerente, el filme crece y crece, envolviendo al espectador en su peculiar mundo. Una película inmensa. 

Este año hemos podido ver varias de las películas que triunfaron en la temporada de premios de Estados Unidos, como la bella fábula sobre el amor y la diferencia, tan apropiada para estos tiempos, que construye Guillermo del Toro en La forma del agua; la dura historia sobre la culpa, el dolor y la redención de Tres anuncios en las afueras, de Martin McDonagh; o la original y fresca Lady Bird, la ópera prima de Greta Gerwig

Otra ópera prima de una directora, Carmen y Lola, de Arantxa Echevarría, merece un lugar destacado en cualquier resumen del 2018 cinematográfico. Es una cinta encantadora, que narra con naturalidad y enorme precisión, con tanta sensibilidad como buen pulso narrativo, la historia de amor de dos jóvenes gitanas, contra todo, contra sus propios prejuicios. Las debutantes Zaira Romero y Rosy Rodríguez bordan la interpretación de sendos papeles, en una cinta de piel que transpira verdad en cada plano. Una película encantadora e importante. Mucho más que la primera película que cuenta el amor de dos mujeres gitanas. Una excepcional película. 

No llega al nivel de aquella, pero también ha roto moldes y ha abierto ventanas Love, Simon, la película de Greg Berlanti que, además de ser la primera producción de un gran estudio de Estados Unidos que centra una comedia adolescente en un personaje gay es, de nuevo, una notable película. Vitalista, bien rodada, con diálogos que se clavan en la memoria, es una película importante, que muchos jóvenes agradecerán ver, y que ensancha la pantalla del cine, porque más personas se pueden sentir representadas, después de tanto tiempo al margen. En esta línea, una de las películas más encantadoras que he visto este año es, sin duda, Nove de novembro, de Lázaro Louzao, que pude disfrutar gracias a Lesgaicinemad, el festival de cine LGTBI de Madrid. Una película pequeña que deja un gran recuerdo. 

El ángel, de Luis Ortega, ha sido un fenómeno de taquilla en Argentina. La película recupera la historia real de Carlos Robledo, un chico de familia de clase media, sin especiales problemas en casa, que roba desde niño. Salvaje, indómito, a Carlitos, magistralmente interpretado por el debutante Lorenzo Ferro, le costará poco deslizarse aceleradamente en su caída a los infiernos cuando entra en su vida Ramón (Chino Darín). Lo que el espectador ve en pantalla es duro, pero resulta absoluta y enfermizamente hipnótico. 

De 2018 recordaremos también El Reino, de Rodrigo Sorogoyen, una precisa radiografía de la corrupción en España, una cinta con ritmo trepidante que pone el foco en las alcantarillas de la política, muy crítica también con los medios de comunicación. Y, de paso, con la sociedad, claro. También se fija en la política la notable La revolución silenciosa, de Lars Kraume, que recuerda los horrores y la sinrazón del totalitarismo, narrando una historia real ocurrida en la Alemania del este en 1956. Con mucha menos hondura, pero con mucha intención en la sátira, también se centra en la Unión Soviética La muerte de Stalin, de Armando Iannuci. 

Cold war, de Pawl Pawlikowski, transcurre también en tiempos del totalitarismo comunista, que tiene efectos en la vida de sus protagonistas, aunque esa guerra fría a la que alude el título se refiere más bien a la tóxica relación entre ambos. Se desean, se persiguen, se necesitan, pero se hacen daño. Una y otra vez. Hasta el final. Sin escapatoria posible. Cine al borde del precipicio. Cine valiente y poderoso. Cine del que vale la pena. Y no es política, aunque en el fondo todas las historias lo son, y la situación de Cuba está de fondo en todo momento, Yuli, la sensacional nueva película de Icíar Bollaín, que cuenta la historia real del mítico bailarín cubano Carlos Acosta. Su dura infancia, el sacrificio en pos de perseguir su talento y su reconciliación con la omnipresente y muy severa figura de su padre marcan una película bellísima, que engarza planos con deliciosas escenas de baile. 

The rider, de Chloé Zhao, consigue construir una historia universal sobre la identidad en un mundo muy reducido y ajeno al de casi cualquier espectador del filme, el del rodeo en la América profunda. A mitad de camino entre la ficción y el documental, este filme atrapa por muy distante que uno perciba el universo de su protagonista y por mucho que le cueste entender sus razones. No quiero dejar de mencionar algunas otras grandes películas que he visto este año, como Todos lo saben, de Asghar Farhadi, cuya resolución algo atropellada de la trama no le resta méritos a la historia de secretos que plantea;  Loving Vincent, un prodigio visual que se sirve del estilo de Vincent Van Gogh para contar su vida en pantalla, en una artesanal y muy bella cinta de animación; Campeones, de Javier Fesser, que no cae en sensiblería barata ni en paternalismos en una encantadora historia protagonizada por actores no profesionales con discapacidad; y Siempre juntos,  una pequeña y muy emotiva cinta brasileña sobre la familia, con el amor maternal en el centro del relato. 

Dejo para el final tres películas en las que la música juega un papel protagonista, aunque aviso que no tienen mucho que ver entre sí. La mejor de ellas, y sin duda una de las más singulares y atrevidas de 2018, es Quién te cantará, de Carlos Vermut, que construye un inteligente juego de espejos en esta película, a través de la historia de una diva venida a menos que ha perdido la memoria y necesita de una imitadora suya para volver a ser ella misma. Inapelable. Espléndida. Oscura. Sensacional. Una de las mejores rarezas de 2018. 

Un tono totalmente distinto, claro, mucho más lúdico festivo, adopta El gran showman, uno de esos musicales sin complejos que está hecho para enamorar y no lo oculta (y, sobre todo, lo consigue); y Bohemian Rhapsody, el biopic de Freddie Mercury, que celebra las canciones de Queen y que se recrea en el mítico concierto de la banda en Wembley, con motivo del Live Aid, una iniciativa solidaria con África. Para muchos es el mejor concierto de todos los tiempos. La grandeza de las inclasificables canciones de Queen y su proceso creativo aparecen en esta cinta imperfecta, seguro, pero absolutamente cautivadora. 

Las fronteras entre el cine y la televisión son cada vez más difusas y hay mucho talento de directores, guionistas e intérpretes en la pequeña pantalla. Este año, que es en el que terminé de ponerme al día con la colosal Juego de tronos, la serie que más me ha gustado, porque roza la perfección, es El día de mañana, emitida por Movistar. Dirigida por Mariano Barroso, está basada en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón, que orbita en torno a la figura de Justo Molina, un buscavidas, un tipo sin escrúpulos, un personaje carismático a quien da vida un excelso Oriol Pla. Junto a él, la siempre excelente Aura Garrido y un Karra Elejalde que da su enésima lección magistral de interpretación. 

Otras de las mejores series que he visto este año son The good doctor, Bodyguard, Vergüenza y, por supuesto, Paquita Salas, de la que muchos esperamos ya con ansia su tercera temporada. 

Comentarios