Nove de novembro

“-Qué fácil sería volver al principio. –Ya, pero el tiempo sólo pasa hacia adelante”. En este diálogo puede resumirse Nove de Novembro, de Lázaro Louzao, una película de diálogos, discursiva, teatral, intensa, que logra un extraño equilibrio entre el romanticismo (que lo hay) y la resignación, entre el amor y el desgaste de una relación, entre la pasión y el desmoronamiento de una historia compartida. El director nos presenta a los dos protagonistas en una habitación, sin salir apenas de ella. Y esa sensación de angustia, que es la que sienten los personajes, traspasa la pantalla. Queda amor y persisten muchos sentimientos, pero algo falta, algo se ha quebrado. 

El título de la película alude a día en que cayó al muro de Berlín y, con él, terminó una fase de la historia. La cinta plantea un paralelismo nada forzado entre la descomposición de la República Democrática Alemana, con todas sus implicaciones, y el deterioro de la relación de amor de Roberto y Miguel tras once años juntos. Ambos saben que han llegado a un punto del que es difícil salir, con esa habitación de la que se ven incapaces de salir como metáfora de su estado emocional. Ambos se siguen queriendo, pero son presas de la nostalgia, recordando permanentemente épocas mejores, y están muy dañados por el paso del tiempo.



Los protagonistas del filme viven en un entorno hostil. Por la homofobia, claro (“¿para qué queremos tú y yo una casa de dos habitaciones?), que no les abandona en ningún momento. Por el paro y la falta de oportunidades, también. Y por otras cuestiones que, con exquisita sensibilidad y muy buen pulso narrativo, se van desvelando con el paso de la historia. Discuten, pelean, se lanzan reproches. Pero sigue ardiendo la llama. Sigue el amor. La complicidad de una historia compartida. Las vivencias de once años luchando contra todo, teniéndose casi sólo el uno al otro. Por eso, aunque es una historia melancólica, aunque hay desamor y desgaste emocional, queda la ternura y la sensibilidad. Hay escenas deliciosas, como aquella en la que los dos novios hablan de cuándo empezó su relación, desde qué momento cada cual cuenta el inicio de su noviazgo. “-Eso fue cuando no nos conocimos, no cuando empezamos a salir. ¿Desde cuándo cuentas  tú? –Desde siempre, ¿qué más da cuando le pusimos nombre?”. Desde siempre. 

Los rescoldos del amor y la pasión, los restos de esa historia en común, acuden al rescate, como posibles escapatorias a sus crisis, que progresa en paralelo a la de la Alemania comunista. Hay algunas elipsis que muestran momentos del pasado de los personajes y que permiten conocer mejor su relación, sus inicios, todo eso que han pasado juntos. El gran logro del filme es recrear lo que sienten los personajes, su estado emocional, con esos planos secuencia largos, con diálogos punzantes que siempre dicen algo, especialmente, cuando nadie se atreve a decir lo que ambos piensan. La química entre los dos actores protagonistas, Ademar Silvoso y Brais Yanek, es excepcional. Es difícil mostrar mejor en el cine el ocaso de una relación, esas miradas, esos reproches, esas reconciliaciones, esos intentos a la desesperada por reconstruir lo que parece roto.

La película, rodada en gallego (¿cómo puede haber quien no aprecie la inmensa riqueza lingüística de España y quien no la sienta y la reivindique como propia?), es hermosa a su manera. Sobre todo, es muy auténtica, transmite verdad. Por eso, los sentimientos de los personajes son tan complejos. Por eso, incluso cuando todo parece desbaratarse, queda el amor, queda algo fuerte que nunca desaparecerá, aunque pueda cambiar, aunque el efecto del paso del tiempo sea a veces tan devastador. Y queda también la sensación de que esa misma historia en otras circunstancias, en otro momento histórico, en otro entorno, quizá hubiera tenido otro desenlace

En un momento del filme, los dos protagonistas hablan de la homofobia, del rechazo social. “Puede que en 2020 nos acepten”, afirma uno. “Sí, quizá en 2020 los padres admitan a sus hijos maricas y todos vayan felices en familia en los coches voladores”, responde el otro. Retumba ese diálogo, exquisito como tantos otros del filme, en la Cineteca Azcona, en Matadero, en la 23 edición del festival Lesgaicinemad, maravilloso encuentro de cine LGTBI+ que cada año en Madrid por estas fechas reúne otras historias con enfoques distintos, que abrazan la diversidad y que celebran el buen cine. Una cita indispensable que nos permite descubrir pequeñas joyas como esta deliciosa Nove de Novembro.  

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