Vergüenza

Estaba tentado de escribir sobre la situación política en Cataluña, con sus situaciones bochornosas, sus enfrentamientos estériles y sus actitudes impresentables, a un lado y otro. Pero, puestos a escribir de vergüenza ajena, mucho mejor hacerlo escribiendo sobre la serie Vergüenza, de Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, producida y emitida por Movistar. Es una serie original, libérrima, esperpéntica y delirante, que triunfó en la gala de los Premios Feroz, entregados por la crítica, y que plantea un tipo de humor muy diferente al que  estamos acostumbrados en las comedias españolas. 

El planteamiento, de entrada, es muy sencillo: Jesús y Nuria son, en apariencia, una pareja normal y corriente. Él es un fotógrafo con ínfulas que siempre está a punto de estrenar una exposición, pero que en realidad se dedica a hacer fotos en bodas, bautizos y comuniones. Ella trabaja en unas oficinas y se gana la vida. Ambos buscan ser padres, aunque no lo consiguen. Hasta ahí, todo normal, si no fuera porque los dos, en especial Jesús, tienen una tendencia especial a hacer el ridículo, siempre y en cualquier situación: preguntando a una vecina que ha cogido algo de peso si está embarazada, diciéndole a dos novios homosexuales que esperará a que venga la novia para hacer las fotos de boda o inventándose una ventana inexistente en el baño de su casa. 


La serie consigue provocar vergüenza ajena en los espectadores, con un humor nada obvio, llevando el ridículo a niveles insospechados. Es una historia sencilla, pero atrevida, que cae en ocasiones en humor que podría tildarse de políticamente incorrecto, muy incorrecto incluso. Se asienta en unos guiones muy inteligentes, en su estructura (todo un acierto que los capítulos duren menos de media hora) y en unas interpretaciones excepcionales de un elenco insuperable. Javier Gutiérrez, siempre prefecto, creciendo más y más en cualquier papel, borda  a Jesús y su tendencia a hacer el ríduculo allá donde va. Sencillamente sublime. Lo mismo cabe decir de Malena Alterio, magnífica en el papel de Nuria, en crisis permanente con su marido y temerosa de dar vergüenza, por influjo de las actitudes patosas de él. 

Además, hay varios personajes secundarios excepcionales que completan el elenco de la serie, como Vito Sanz, a quien antes habíamos visto, por ejemplo, en Los exiliados románticos, donde protagonizó, precisamente, una escena maravillosamente bochornosa, en la que se declaraba en un paupérrimo francés a una joven con la que tuvo una relación fugaz un verano, ante el asombro de ella. En Vergüenza es el compañero de trabajo de Jesús, quien alimento los pájaros en la cabeza del fotógrafo, un apasionado del cine, que rueda escenas de banquetes de boda como si estuviera filmando la próxima obra maestra. Miguel Rellán, siempre impecable, es el padre de Nuria, quien tiene como principal objetivo vital que su mujer deje a Jesús, mientras que Lola Casamayor interpreta a la madre de Nuria, que tampoco tiene demasiado cariño a su yerno. 

Los creadores de la serie han declarado varias veces que esta idea circuló por muchos sitios, que llamaron a muchas puertas para producirla durante años, pero ninguna se abrió. Hasta que llegó Movistar. La plataforma está creando series propias, distintas, más maduras, más atrevidas, en una tendencia que ya se ve en otros países, donde son las cadenas de pago las que producen las series más originales y valiosas (sin generalizar, claro), por esa batalla por los contenidos de las plataformas de pago, que tanto ha contribuido a crear esta edad de oro de las series. Vergüenza es un buen ejemplo de ello. Es una serie que jamás produciría un canal generalista, demasiado rompedora, demasiado diferente. La serie ya ha firmado una segunda temporada, así que podremos seguir sintiendo bochorno con Jesús y Nuria, esa sensación incómoda y divertidísima de vergüenza ajena. 

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