Hay películas importantes por algo más que su guión, sus tramas, sus personajes o su banda sonora. Aunque, desde luego, las buenas intenciones no bastan para crear una buena película. A veces pueden ser incluso contraproducentes para contar bien una historia, que es el propósito último del cine. Afortunadamente, no es el caso de Con amor, Simon, de Greg Berlanti, basada en la novela de Becky Albertalli. Es una película tan necesaria como entretenida, tan bienintencionada como atractiva, tan importante como irresistible.
No conviene desdeñar la importancia que tiene crear referentes que representen a las minorías en el cine. No como una cuota, ni como un tedioso trámite que cumplir de forma protocolaria, no, sino como una potente vía de enriquecer las historias y, por supuesto, de ayudar a muchas personas. A una película no se le puede pedir que dé fuerzas a nadie ni que mejore la vida de sus espectadores, no es su fin. Pero a veces lo consigue y tengo pocas dudas de que es algo que pasará con esta cinta. Ha pasado ya, de hecho, dando fuerzas a muchos jóvenes en Estados Unidos para salir del armario, inspirados en la tierna y divertida historia de este filme. La vida real no es exactamente esa omnipresencia de los hombres blancos heterosexuales que nos ha mostrado durante tantos años en el cine. La representatividad es importante, no porque quede bien o sea cool, sencillamente porque nos estábamos dejando muchas historias por contar.
Con amor, Simon es de esas películas que transmiten una enorme vitalidad, que te hacen sonreír, llorar y vibrar, todo a la vez. De esas cintas que te hacen querer un poco más la vida. Es una película hecha para gustar, sí. Sigue los códigos ya de sobra conocidos y mil veces vistos en el cine de las comedias románticas adolescentes, de acuerdo. Pero es algo más que eso. No es una comedia adolescente más, porque tiene mucha más calidad que la media, es más divertida y redonda que la mayoría de estas películas que recrean aquella edad en la que todo es posible y hay tantas dudas como ganas de comerse el mundo. Y es, a la vez, una cinta importante, entre otras cosas, porque la produce 20th Century Fox, y algo está cambiando, para bien, para que una cinta con un protagonista adolescente gay en la que el centro de la trama sea su proceso de salida del armario esté producida por un gran estudio. El cine independiente lleva mucho tiempo abordando con naturalidad lo que en la sociedad es natural, la diversidad afectivo sexual, pero que un estudio grande apueste por una historia así es relevante y resulta muy estimulante.
Basta ver un poco la actualidad, con las agresiones homófobas hasta en las ciudades más abiertas, como Madrid, o la prohibición del musical Billy Elliot en Hungría por si convierte en gays a los niños, para tener claro lo necesarias que siguen siendo estas historias, lo trascendental que es que todo el mundo tenga sus referentes en el cine. Pero es que además, y sobre todo, Con amor, Simon es una muy notable película. Tierna, emotiva, sensible, divertida, con una música excelente y con grandes interpretaciones de jóvenes con talento a los que habrá que seguir de cerca. El protagonista de la cinta, Simon (Nick Robinson) es un chaval perfectamente normal, si es que eso significa algo, como todo el mundo, sólo que tiene un gran secreto: es gay. Tiene pocas dudas de que nadie en su entorno lo rechazará por ello, pero no puede evitar sentir miedo. Teme que algo cambie en la relación con su familia y sus amigos, así que prefiere esperar para salir del armario, al menos hasta la universidad, por si acaso, por lo que pudiera pasar. Alguna broma inadecuada de alguien de su entorno que le ensombrece el rostro, aquel comentario exculpatorio que remarque que él es muy heterosexual, el estrés del secreto, metidito en el armario... Desborda sensibilidad y verdad la historia, y parte del mérito es la interpretación de Nick Robinson, de esas que marcan una carrera y quedan para el recuerdo, asociadas con una historia especial y emotiva para muchas personas.
Todo cambia cuando alguien, con pseudónimo, claro, desvela que Simon es homosexual en el blog del instituto. Alguien que se hace llamar Blue, y con quien Simon empieza a chatear. Conectan, se entienden. Comparen sus emociones, sus miedos, sus anhelos, sus temores. Simon encuentra a alguien que le comprende, con quien puede hablar de cosas de las que no habla con nadie. Todo marcha bien hasta que alguien accede a uno de esos correos y hace un uso inadecuado de él. El mundo se le cae encima a Simon, empujado a actuar como no quiere, por miedo, por un chantaje, que complicará la relación de Simon con algunos de sus amigos, como Leah (Katherine Langford), la protagonista de Por trece razones, más que convincente aquí como la mejor amiga del protagonista, también con su propio secreto a cuestas. La cinta es emotiva y hay momentos de lagrimita, pero también es muy divertida. Son especialmente memorables las escenas en las que Simon imagina a sus amigos confesando a sus padres que, sintiéndolo mucho, son heterosexuales, o esa otra escena musical multicolor en la que se ve llevando una vida abiertamente gay en la universidad.
Con amor, Simon, es, en fin, una cinta maravillosa. Sin inventar nada, porque sigue los esquemas más o menos convencionales del género de la comedia romántica adolescente, lo revoluciona todo, aportando otra mirada, otro enfoque. Es una película que, sin duda, ayudará a muchos, que muchos querríamos y todos necesitaríamos haber visto en nuestra adolescencia. Una cinta que muestra referentes homosexuales para los más jóvenes, algo mucho más importante que el último estreno o este o aquel guión. Importante para los homosexuales e importante para los homófobos, porque se tiende a despreciar lo que no se conoce, y mostrar en las pantallas lo que existe en la realidad, por simple que parezca, ayuda a mejorar la sociedad.
Cuando criticamos a los más jóvenes por estar todo el día frente a pantallitas o por esos gustos tan raros que tienen (sólo porque nosotros no los entendemos), olvidamos que son una generación mucho más abierta de mente que la de sus padres o hasta casi la de sus hermanos mayores. Quiero pensar, exagerando mucho, que pueden ser la primera generación libre de homofobia, con todas las salvedades del mundo. Y creo que películas como ésta contribuirán a ello. El otro día, hablando con una buena amiga de lo fascinado que me dejó esta película, le dije que no era objetivo, porque me había removido realmente, porque mi juicio de la película era mucho más emocional que crítico o desapasionado. "No busco objetividad, busco emociones", me respondió. Pues Con amor, Simon garantiza emociones intensas. Una película importante, necesaria y muy valiosa. Una joyita que no cambiará el mundo, pero sí puede cambiar algunas vidas y mejorar otras con su poderoso mensaje: "Soy como tú".
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