The good doctor

Probablemente las series de médicos funcionan tan bien en audiencia y tienen una vida tan larga (Urgencias, Hospital Central, House, Anatomía de Grey...) porque la enfermedad iguala a todo el mundo y es fuente inagotable de historias. No importa la ideología, la edad o la clase social. La angustia de una sala de espera, la ilusión desbordada cuando todo sale bien, el apoyo de los seres queridos, las decisiones difíciles... Todo lo que sucede entre las cuatro paredes de un hospital es algo con lo que no cuesta empatizar. Además, lasseries médicas permiten mostrar un retablo de la sociedad, con su infinita diversidad, al tiempo que plantean al espectador la pregunta de qué haría en el lugar de los personajes. Por eso, las tramas no se acaban nunca, o casi. Estas series se parecen a la vida (aunque el porcentaje de éxito en las intervenciones quirúrgicas o ciertas actitudes de los doctores se antojen poco creíbles a veces). El espectador conecta con sus historias con más facilidad que con otras.


El último hito en esta clase de series es The good doctor, emitida en España por AXN y Telecinco. Muchos nos enganchamos a ella este verano en la cadena en abierto y hemos caído rendidos a ella. Por su ternura, por la intensidad emocional de sus tramas, porque es sentimental sin ser sentimentaloide, por unas grandes interpretaciones y porque su personaje central, Shaun Murphy (Freddie Highmore) es uno de los más maravillosos que hemos visto en la pequeña pantalla en mucho tiempo. La interpretación de Highmore es descomunal. Todo en esta serie gira en torno a él, un brillante cirujano autista que entra a trabajar al hospital que dirige su mentor Aaron Glassman (Richard Schiff). La propia Telecinco parecía confiar lo justo en esta serie, al estrenarla en verano, la época de menos audiencia del año. Su éxito ha sido arrollador.

El primer capítulo de la serie engancha, hasta que ya es imposible soltarse a ella. Conocemos a Shaun y, a través de elipsis, su complicada infancia, con unos padres que le despreciaban por su enfermedad, pero también con el apoyo incondicional de su hermano. También asistimos a las discusiones de los miembros de la dirección del hospital debatiendo sobre lo adecuado o no de incorporar a un cirujano con autismo. Al final, claro, deciden darle una oportunidad. Desde muy pronto, Shaun aparece como un genio, un cirujano excepcional, mucho más valioso que cualquier residente, pero con serias dificultades para desarrollarse con los demás. 

La sensibilidad con la que se construye el personaje, la verosimilitud con la que se muestra su enfermedad y la excepcional interpretación de Highmore son los pilares de The good doctor. Shaun se relaciona con el resto de residentes y con los profesionales del hospital. No empieza con buen pie su relación con Neil Melendez (Nicholas Gonzalez), el cirujano del que es residente, que no tardará en descubrir su talento. Shaun es el centro de la serie, pero sus creadores tienen el acierto de rodearlo de personajes ricos en matices, alejados de estereotipos, que protagonizan tramas que toman el pulso de la sociedad, con cuestiones como el feminismo, la eutanasia o las creencias religiosas reñidas con la ciencia y el progreso. Está el propio Melendez, quien parece engreído, pero en el fondo es un hombre vulnerable y sensible. También Claire Brown (Antonia Thomas), otra residente, quien protagonizará algunas de las tramas más potentes de la serie, con su firme compromiso feminista. Una mujer empática que se convierte en uno de los mayores apoyos de Shaun en el hospital. Por supuesto, también Glassman, el mentor de Shaun, cuya historia personal vamos conociendo poco a poco, quien arrastra una herida del pasado que no ha cicatrizado ni lo hará nunca.

La serie no disimula sus propósitos. Es una serie que busca emocionar, sí. Y lo consigue. Raro es el capítulo que no asoma a los ojos alguna lágrima. Por el crecimiento personal y profesional de Shaun, claro. Pero también por las relaciones entre los distintos miembros del hospital y, claro, por las tramas de cada episodio, con historias duras que, como decíamos arriba, invitan al espectador a pensar qué haría en el lugar de esos familiares que deben tomar decisiones delicadas por un ser querido o de esos enfermos que acaban de recibir una noticia dura. La serie muestra la diversidad de la sociedad y lo distintos que podemos ser (y somos), pero también refleja cómo, cuando tenemos como única vestimenta un pijama de hospital, se despiertan determinados sentimientos universales que no entienden de raza, poder adquisitivo o clase social.

 AXN emite cada martes un nuevo capítulo de la segunda temporada de la serie, que nos permite seguir la evolución de Shaun, con los casos médicos y con su relación con los demás, los retos profesionales y los de la vida cotidiana. Son estos últimos los que requieren más esfuerzo de él, uno de esos papeles por los que, sin duda, se recordará a Highmore, aunque sea tan joven y su carrera tenga aún mucho más futuro que pasado. Es un actor muy joven, pero es tal la maestría con la que da vida a Shaun, es tan impresionante lo que consigue transmitir que, por muchos papeles que vengan en adelante (y vendrán), podemos decir sin duda que Shaun ha marcado un hito en su carrera. Y también, de paso, en la historia de las series médicas. Emociona y engancha como pocas.

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