Los mejores libros que he leído en 2018

La Navidad es tiempo de tradiciones y una de las que más disfruto es dedicar los últimos días del año a recordar los mejores libros, películas, exposiciones y obras de teatro de las que he disfrutado este año. Porque, de nuevo, cuando toca despedir un año, 2018 ya, varios de los mejores momentos vividos estos últimos doce meses ha sido en compañía de una novela que me ha hecho pensar, o de una película que me ha llenado de emoción. Hoy hablaré de los mejores libros que he leído este año. No son los mejores libros del año, claro, porque no todos han sido editados en 2018 y, sobre todo, porque no he podido leer todas las obras de este año, así que seguro que se me han escapado muchos. Tampoco será este artículo un repaso exhaustivo de todas las reseñas compartidas en el blog este año. 

Hay varias novelas que he disfrutado especialmente este año. Una de ellas, sin duda, Para morir iguales, de Rafael Reig, editado por Tusquets Editores. El autor, con su estilo ágil e irónico habitual, consigue en esta obra contar la historia de un país, de la España de la transición, a través de la vida de Pedrito Ochoa, un chaval de hospicio que persigue "ese enriquecimiento abusivo, ilícito y acelerado que era el mayor anhelo de mi vida". Protagonista de la España del pelotazo, tipo cuya ética deja bastante que desear, pero reflejo del sentir de una época, del modo de hacer de un país. Eso y una brillante reflexión sobre el peso del pasado en nuestras vidas, sobre la trascendencia de la infancia, "lo único verdadero". 


Un artículo de los mejores libros que he leído este año debe incluir en lugar destacado a Umbra, de Silvia Terrón, editado por Caballo de Troya. La autora construye un futuro de sombras y silencio en el que el mineral más preciado es el ecoral, que da energía y que contiene los ecos de conversaciones pasadas, de algo que ya no existe, el lenguaje, las conversaciones, el diálogo. Tiene esta obra la fuerza de la literatura que crea mundos, que reflexiona sobre el presente inventándose un futuro, que tiene la habilidad de nombrar las cosas por primera vez. Es una delicia. Una de las novelas más asombrosas e impactantes que recuerdo, no ya este año, sino en unos cuantos más. 

2018 ha sido también un año importante para la lucha feminista, esa alocada idea de defender que las mujeres sean tratadas como seres humanos y tengan los mismos derechos que los hombres. Las librerías se han llenado, afortunadamente, de obras que reflexionan sobre el feminismo, sobre esta causa noble contra la que no pocos se están despertando, porque al parecer hay quien se ve amenazado por ella. Aporta una visión interesante a la cuestión Mary Beard en Mujeres y poder, un pequeño ensayo en el que la autora hace un repaso del rol de la mujer en la historia y, reconociendo todo lo avanzado, llama a no conformarse. Más pegado a la actualidad está Sexismo cotidiano, de Laura Bates, en el que la autora comparte situaciones machistas que perduran en la sociedad. 

Ordesa, de Manuel Vilas, es probablemente el fenómeno literario del año y, más que eso, que en el fondo es poco más que una etiqueta o una convención, es un extraordinario libro. La enésima demostración de que cuanta más honestidad, verdad y sentimiento se pone a una obra, más logra conectar con el lector, más le conmueve. El autor se despide de sus padres, con una enternecedora carta de amor. Y también se sirve de este libro como catarsis, para salir adelante, para relatar su estado anímico, de forma impúdica. Es un libro sobre el dolor, la ausencia y la melancolía, pero, extrañamente, es la vez un libro vitalista y hermoso. También me ha conmovido mucho este año, aunque se editó hace bastante más tiempo, El viaje de Marcos, un canto a la diversidad y al amor, una bellísima historia de Óscar Hernández Campano, que consigue hacer soñar al lector. 

Por seguir con libros que no son novedades precisamente, pero que he disfrutado mucho, me ha cautivado El cuaderno gris, de Josep Pla, un dietario del gran prosista catalán que brilla especialmente cuando se dedica simplemente a contar su vida, a posar su mirada en el paisaje que le rodea, en su familia, en la gente con la que habla. Uno de esos libros que desearías que no terminara nunca. Antiguo es igualmente Madrid. Barcelona, de Camilo José Cela, que me regalaron unos buenos amigos sabedores de mi devoción por ambas ciudades. También me he acercado más este año a obras de autores admirados, como Albert Camus, con la maravillosa El primer hombre; Jorge Luis Borges, con Historia universal de la infamia; Stefan Zweig, con Momentos estelares de la humanidad; Haruki Murakami, con Kafka en la orilla; Enrique Vila-Matas, con Impón tu suerte; o Emmanuel Carrère, con Conviene tener un sitio adonde ir

Palabra de Lorca, el libro editado por Malpaso, con trabajo de Rafael Inglada y Víctor Fernández, que recopila todas las declaraciones y entrevistas conocidas de Federico García Lorca es impresionante. Permite conocer mejor al poeta universal, al genio víctima de la intolerancia, al autor de tantas obras inmortales. Impacta esta obra y estremece leer su última entrevista, porque el lector sabe lo que ocurriría poco después. Gracias a este excepcional trabajo, de Lorca nos queda su palabra en las entrevistas que concedió y, por supuesto, nos queda su obra, como la pasional y muy personal Sonetos del amor oscuro, que vio la luz muchos años después de la muerte del poema, y que la editorial Amistades Particulares recupera con una edición con ilustraciones de Alba Pérez Mansilla. 

Este año han publicado nueva novela dos autores siempre imprescindibles: Eduardo Mendoza, que comienza una trilogía a lo largo de la historia de su vida, pero sin que sean unas memorias, matiza el autor, con El rey recibe, y Antonio Muñoz Molina, que construye un collage de frases sueltas, reflexiones y recuerdos de grandes amantes del paseo por las ciudades en Un andar solitario entre la gente

Uno de mis propósitos para 2018 es leer más obras de Vivian Gornick, tras quedar en shock con Apegos feroces, un libro tan pequeño en extensión como importante y poderoso. En él, la autora cuenta la relación con su madre y sus relaciones sentimentales. Es una obra extraordinariamente bien escrita, desbordante de sinceridad. Otra autora imprescindible, que nunca falla, que hace interesante todo lo que escribe, es Marta Sanz, quien trenza en Clavícula una reflexión sobre el dolor, la tristeza, el amor, la literatura y, aunque suene grandilocuente, la vida misma. 

Otras dos obras que me han encantado este año, por distintas razones, son Guardar las formas, que reúne exquisitos relatos cortos de Alberto Olmos, a cual más sugerente; e Insumisa, la autobiografía de Yevguenia Yaroslávskaia-Markón, escrita mientras esperaba la muerte en una prisión soviética. 

Recomiendo San Sebastián, de Fernando Savater, a todo amante de Donosti. Y me quedan tres ensayos interesantes para destacar lo mejor que he leído en 2018: La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé, que, como escribí en su día en la crítica, a ratos me exaspera y a ratos me convence, pero que nunca me deja indiferente, sobre la diversidad, la izquierda y la conciencia de clase; Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, que lamentablemente es un libro de plena actualidad por el auge de formaciones extremistas dispuestas a minar la democracia desde dentro; y Yo contengo multitudes, de Eg Yong, uno de esos fascinantes libros de divulgación científica que transforma la visión del mundo de quien lo lee, en este caso, del mundo de los microbios

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