Insumisa

"Pocas veces he leído el testimonio de un alma tan proclive al absoluto", escribe Olivier Rolin, autor de El meteorólogo, sobre la autobiografía de Yevguenia Yaroslávskaia-Markón. En aquella novela, editada por Libros del Asteroide, el autor francés rescataba del olvido la historia de Alekséi Feodósievich Vangengheim, quien fue jefe del servicio meteorológico de la Unión Soviética, hombre comunista leal al partido que fue denunciado por traidor y envido a un campo de trabajo. Desde allí, enviaba cartas a su mujer y a su hija. Durante el proceso de documentación de aquel libro, Rolin conoció otra historia impresionante, la de una mujer anarquista, ladrona convencida, disidente del comunismo, convencida de que toda forma de poder es opresora. Ella contó su vida mientras esperaba la muerte, en una autobiografía de una desgarradora honestidad, que fue utilizada en su contra en el proceso que terminó con una condena a muerte. Ella defendió sus principios con convicción en un documento salvaje y feroz, el de una persona que quiere dejar testimonio de su vida, escribiéndola a contracorriente, porque no sabe cuánto le quedará por vivir. Sus ideas son extraordinariamente radicales, pero como también escribe Rodin en el prólogo de Insumisa (Editorial Armaenia), "estar equivocada no le quita valor a su coraje, que despierta admiración". 


La protagonista del libro simpatiza con el comunismo durante un breve periodo de tiempo. Se deja llevar por la corriente de entusiasmo de la revolución. Pero eso dura poco. Yaroslávskaia es anarquista y tiene claro que "cualquiera que sea el régimen en vigor, incluso el más progresista, no puede ser, bajo ningún concepto, revolucionario, pues aspira a mantenerse, no a caer...". Por eso no puede apoyar a la Unión Soviética y en cuestión de meses es muy crítica con el nuevo sistema político ruso, lo que les costará más de un quebradero de cabeza a ella y a su marido, el poeta Aleksandr Yaroslavski, quien también fue procesado y condenado a muerte por contrarrevolucionario. 

La historia de Insumisa (qué bien titulada está la obra, por cierto) despierta esa cierta fascinación aterradora que provocan los precipicios. Asustan, pero atraen, inevitablemente. Así es cómo ella describe su vida, cuando está convencida de que morirá en esa prisión: "La vida de una estudiante de liceo revolucionaria, llena de sueños, la compañera de un gran hombre y poeta, Aleksandr Yaroslavski, una eterna viajera, una antirreligiosa, itinerante, periodista de Rul, vendedora callejera de periódicos, ladrona reincidente, adivina, vagabunda...". Poco más que añadir. 

La impactante autobiografía de Yevguenia Yaroslávskaia está acompañada de la sentencia que la condenó a muerte, de la descripción de un testigo de sus días finales en las islas Solovkí y de un muy interesante posfacio de Irina Fliege, directora del centro de investigación e información del Memorial de San Petersburgo. En él explica algo más sobre la vida de la protagonista del libro y sobre sus últimos días. Todo en su vida es impactante. Esa convicción firme e ideológica de que sólo el hampa, los delincuentes callejeros, eran de fiar, de que era la clase con la que se sentía a gusto, la única auténticamente revolucionaria, porque no tiene el menor interés en llegar al poder. Asombra que una mujer así se eche a la calle, a vivir rodeada de ladrones, a convertirse ella misma en una ladrona, no por necesidad, no, por convicción ideológica. Y asombra también que en su juicio, cuando tan humano es claudicar para intentar salvar la vida, ella ataque de forma furibunda y sin ningún reparo al régimen que la está juzgando, y defienda sin matiz alguno sus radicales ideas, aunque supiera a ciencia cierta que las conducirían a la muerte. 

No hay nada admirable ni ejemplar en la fanática ideología de la protagonista de esta obra. Pero sí hay algo perturbador y atrayente a la vez en sus firmes convicciones, en su forma de aferrarse a esas ideas sean cuales sean las conclusiones de las mismas. Esa actitud insumisa y rebelde. Esa libertad innegociable. Cuando ella se entera de que su marido ha sido condenado a la "medida suprema de protección social", que es el eufemismo con el que en la URSS se conocía la pena de muerte, la protagonista de la obra estalla: "asesinos, monstruos, chupasangres, pronto compartiréis su destino, y no será con una bala, sino con una bomba; el objetivo de mi vida futura será destruir al gobierno soviético; es una pena que mi marido no viva hasta el momento de su caída; estoy segura de que no tardará en caer". Después de tatúo en el pecho el mensaje "muerte a los chekistas", intentó suicidarse y después intentó matar a un comandante soviético durante una visita a su campo de trabajo, en el que encontraría la muerte. Insumisa deja sin aliento al lector. Las palabras de una mujer brava y rebelde que cuenta su vida con la sinceridad de quien sabe que le queda poco. Una obra asombrosa e impactante. 

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