El viaje de Marcos

Cuando un libro te conmueve, sientes la necesidad de compartirlo, como el impulso que lleva al enamorado a querer gritar al viento el motivo y el nombre de su felicidad, porque es demasiado grande como guardarla en secreto. Una muy buena amiga me regaló El viaje de Marcos, de Óscar Hernández Campano, publicado en 2002 y reeditado hace un par de años por la Editorial Egales. Ella disfrutó esta historia emotiva, tierna, romántica, dura e inspiradora, todo a la vez. Y decidió compartirla conmigo. A su vez, a ella se lo había recomendado otro amigo, para quien el libro significó mucho. Es maravillosa esta cadena de lectores, esta sucesión de recomendaciones, esta necesidad de compartir con otros lo que has sentido gracias a un libro, todo lo que te ha aportado. Es una de las mejores cosas de la pasión por la lectura. Eso y que historias escritas hace ya unos cuantos años estén ahí esperándote, para emocionar a personas que desconocían su existencia, mucho tiempo después. Nunca es tarde si el libro es bueno. Y este es buenísimo, de esos que uno guarda con especial cariño, que recuerda con una sonrisa y, claro, que quiere compartir. 


Entre otras muchas cosas, El viaje de Marcos incluye una perfecta descripción de lo que es el amor. "Me siento extraño, alegre, lleno de energía, lleno de vida; aunque a la vez siento una preocupación, un temor, un nudo en la boca del estómago que me inquieta mucho. Estoy aterrado". Difícil definirlo mejor con tan pocas palabras. Se puede abrir cualquier página de este libro al azar y se encontrará dulzura, emoción, verdad. Conviene leer el libro con un pañuelo al lado, eso sí, porque nunca sabes cuando brotarán las lágrimas o cuando hará falta un respiro para seguir sumergiéndose en la historia de Marcos, en ese viaje en el tiempo y el espacio, en esas reflexiones suyas, envueltas en recuerdos, sobre los amores eternos que duran un fin de semana. 

Marcos, el protagonista y narrador de la historia, vuelve a su pueblo, Molinosviejos, para acudir al cumpleaños de su abuela Palmira. Hasta ahí, todo normal. Sólo que llevaba 25 años sin regresar a ese pueblo. Demasiados recuerdos de un verano que cambió su vida y la de quienes lo rodeaban. En el viaje en tren, Marcos rememora lo vivido entonces, en aquel verano del 70 en el que transcurre buena parte de la obra y del que, de alguna manera, no salió nunca del todo. Marcos es inseparable de su hermano gemelo Gus. Ambos disfrutan de la despreocupación juvenil, de esos estíos sin fin en el pueblo, de la libertad, del grupo de amigos de su prima Elena... Y de algo más. Marcos descubre muchas cosas. Lo descubre todo, empezando por sí mismo. Marcos conoce a Álex, el molinero, un chico reservado con quien conectará desde el principio. 

En algún momento de la obra se lee que el amor no mata. Y es verdad. Pero el odio, sí. El viaje de Marcos es, sobre todo, una historia de amor, de descubrimiento personal. Ese viaje al que alude el título no se refiere sólo, ni siquiera especialmente, al viaje físico del narrador a Molinosviejos. Marcos viaja hacia su interior, hacia sus miedos, sus anhelos, sus deseos, sus sentimientos encontrados. En la obra hay un grupo de jóvenes fascistas, defensores del franquismo en sus estertores, los hijos del general, que consideran que tienen la obligación de limpiar el país de todos los que no sean dignos de él, de los que salgan de su grisura aportando más colores, todos los del arcoíris, de los que abrazan el amor que no se atreve a decir su nombre

Aunque la historia narrada es dura y hay momentos más bien tristes, el tono final de la novela es esperanzador. Porque es un canto al amor, a pesar de todo, a su poder transformador, a su capacidad de inspiración. Es una historia en la que aparece el odio, la intolerancia, la homofobia, la cobardía, el cinismo social, la capacidad de algunas personas de destrozar la vida de los demás, sólo porque son diferentes. Pero es una historia emotiva, inspiradora, vitalista, a pesar de todo, que anima a recordar todo el camino que falta por recorrer en pos de la igualdad real, que significa exactamente que el amor es amor, y punto, sin adjetivos, sin peros, sin matizaciones. Es romanticismo en estado puro y eso es casi revolucionario en este mundo con tanta fealdad y tanto odio. 

En el prólogo de la obra, escribe el autor que esta novela fue especial para él, que estuvo un tiempo encerrada en un cajón, hasta que encontró fuerzas para publicarla. Y, al final, presenta su obra con unas palabras que son las que podemos decirle a todo aquel a quien recomendemos este libro tan especial, que guardaremos sus lectores con tanto cariño: "Aquí tienes, hombre, mujer, joven, mayor, gay, lesbiana, transexual, bisexual, heterosexual, padre, madre, hijo o hija, quien quiera que seas, una novela que nació en un sueño y que sólo pretende hacerte soñar". Lo consigue con creces. Es de esos libros de los que cuesta salir para volver a la vida real. Es una delicia. 

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