Sonetos del amor oscuro

Lorca siempre es una buena idea. Estos días que se celebra el Orgullo, también. En Sant Jordi, cuando todavía estaba digiriendo el portentoso Palabra de Lorca (de Malpaso), que reúne todas las entrevistas concedidas por el poeta, me llamó la atención una edición ilustrada de los Sonetos del amor oscuro, de la pequeña editorial Amistades Particulares, que reconozco que no conocía. Los versos del genio granadino están ilustrados por bellas imágenes de Alba Pérez Mansilla que captan la esencia de estos sonetos apasionados. El eslogan de esta editorial es Libros Libres y, según cuentan en sus propios libros, no están presentes en las redes sociales para preservar su vocación minoritaria. También por eso editan pocos ejemplares de sus obras. Merece la pena seguir de cerca a esta editorial a partir de ahora. 

"Esta edición ilustrada de los Sonetos del amor oscuro se publica para recordar la pasión de quien los escribió", leemos en el libro, que es maravilloso. La obra comienza con un prólogo de Carlos Sanrune titulado Lorca y el amor, en el que se narra la historia de estos sonetos que no fueron publicados hasta 1983, mucho después del asesinato de Lorca. Primero vieron la luz en una edición clandestina de 250 ejemplares y después, ya de forma oficial, en el diario ABC, el sábado 17 de marzo de 1984. Fue un hito, a pesar de que se publicaron como Sonetos del amor, sin ese adjetivo, "oscuro", que tanto decía de la vida de Lorca. El poeta dedicó estos sonetos a Rafael Rodríguez Rapún, su gran amor. Lo conoció en 1933, cuando era un estudiante de ingeniería y comenzó con él una relación intermitente y tormentosa, de la que se habla en la fabulosa obra teatral de Alberto Conejero La piedra oscura. Rapún murió apenas un año después del asesinato de Lorca, combatiendo en la guerra contra los asesinos del hombre al que amó, al menos a su manera. 


En los Sonetos del amor oscuro la voz del poeta es tan pasional y arrebatadora como siempre, pero más personal e íntima que nunca. Es una obra con versos incendiarios, que estallan en la cabeza del lector, que se ve envuelto en el lirismo de Lorca, releyendo una y mil veces esas bellas palabras dirigidas al amado. Es fascinante que ese mismo idioma que no tratamos del todo bien en ocasiones y que a veces hasta pisoteamos pueda crear a la vez versos tan deslumbrantes y apasionantes como estos. Lorca llevó el español a cotas pocas veces alcanzadas. Adoraba jugar con las palabras, moldearlas a su antojo para transmitir emociones. Todo lo que hacía Lorca estaba cargado de sensibilidad, de la que impregnó sus poemas y sus obras teatrales. 

Lorca dijo que "poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio". Los Sonetos del amor oscuro están cargados de misterio, de pura poesía. Como Llagas de amor, con esa forma tan hermosa de describir este sentimiento: "este dolor por una sola idea", o El poeta dice la verdad, en la que desea "que no acabe nunca la madeja/ del te quiero me quieres, siempre ardida/ con decrépito sol y luna vieja. / Que lo que no me des y no te pida/ será para la muerte, que no deja/ ni sombra por la carne estremecida". Hay versos fascinantes, que justifican por sí solo un libro y hasta una vida entera, como la forma en la que el poeta cuenta lo que siente cuando habla por teléfono con su amor: "Tu voz regó la duna de mi pecho/ en la dulce cabina de madera. / Por el sur de mis pies fue primavera/ y al norte de mi frente flor de helecho". 

Es imposible elegir entre los sonetos que componen esta obra, pero si no me quedara más remedio probablemente me quedaría con el portentoso y desconsolado El poeta pide al amor que le escriba. Palabra de Lorca: 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita, 
que si vivo sin mí quiero perderte. 

El aire es inmortal, la piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita. 
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte. 

Pero yo te sufrí, rasgué mis venas, 
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas. 

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura. 

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