Guardar las formas

Nunca agradeceré lo suficiente a un buen amigo que me hablara fascinado una tarde de Ejército enemigo, de Alberto Olmos. Esa charla me permitió descubrir hace años a un autor excepcional, irónico, original, talentoso. Leí aquel libro y compartí con mi amigo la devoción por la inteligencia que desbordaba cada página, por lo sugerente del planteamiento de aquella historia de un publicista en horas bajas que reconstruye la vida de un amigo muerto, entre el escepticismo por los movimientos sociales que le rodean y la insatisfacción permanente en su trabajo. 

Me enganché desde entonces a todo lo que caía en mis manos de Alberto Olmos. Suele decir, y no exagero, que su blog en El Confidencial, Mala fama, es la página que yo elegiría conservar si sólo pudiera entrar en una web de todo Internet. Provocativo, contundente, divertido, con un estilo envidiablemente ágil. Me gusta siempre, especialmente cuando no estoy de acuerdo con lo que defiende en sus artículos. Hace algo menos descubrí que el autor también escribe de cuando en cuando en Zenda, la web de literatura, y empecé a leer sus artículos del tirón, como el maratón que me dí de Juego de Tronos, todo seguido desde la primera temporada. Especialmente irresistible su serie sobre qué es escribir bien, de la que acaba de publicar la cuarta entrega, con alguna que otra puyita a varios best sellers recientes. 


Así que, cuando la tarde de Sant Jordi me recogía ya de vuelta la hotel, más que satisfecho por la cosecha de este año, ya casi cuando se estaban recogiendo las casetas, vi en un puesto en la calle un libro del autor del que no había oído hablar, Guardar las formas (Literatura Random House), y lo compré sin saber de qué trataba. Ahora descubro que es una obra de relatos absolutamente deslumbrante, narraciones originales que parten de situaciones cotidianas o de gestos sencillos y banales, pero que encierran infinitas posibilidades. Todas ingeniosas, todas originales, y todas con un final contundente, abierto, en ocasiones, porque el autor tiene el buen gusto de tratar a los lectores como seres maduros. Los finales de los relatos importan, más que los de las novelas, y aquí todos los desenlaces reservan una sorpresa, un giro final, algo que deja al lector boquiabierto y, sobre todo, con ganas de más, de saltar a la próxima historia breve, de descubrir la siguiente genialidad. 

Comienza el libro con Por dentro, en la que un hombre queda de pronto encerrado en la casa de la mujer con la que ligó la noche anterior. No menos surrealista es la situación que viven los protagonistas de La botella, que de pronto ofrecen el asombroso debate sobre si dos botellas situadas en distintos puntos de su casa son en realidad dos botellas distintas, o la misma, que está en ambos sitios a la vez. En 768.786 euros, un sorteo de lotería tiene imprevisibles consecuencias para quien los gana y quienes lo rodean. 

El estilo de Olmos es irresistible. Afirma Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral, en una muy interesante entrevista con Jot Down que "cuando un editor me pone en una contracubierta que el libro está estupendamente escrito le digo siempre que lo quite, porque, claro, si no está bien escrito, apaga y vámonos". Pero lo cierto es que no todos los libros publicados, ni muchísimo menos, están bien escritos. Y de las obras de Olmos sí se puede afirmar eso que, en efecto, debería ser común a todas las obras editadas: están maravillosamente escritas. Uno avanza en las lecturas colgado de sus frases precisas, de sus metáforas, de la agilidad de la narración. Es hipnótica su prosa, tanto que a veces (a menudo), importa más que lo que cuenta, cómo lo cuenta. 

De los doce relatos que componen este libro me enamoran especialmente tres. Carta a una niña de cuatro años (para que la lea cuando alcance los dieciocho) es una delicia repleta de ternura y amor a la vida. "Eras el primer ser humano al que vería crecer", "No dejes que nadie te dé un consejo nunca". "No dejé de pensar que le estaba hablando al olvido, pues, te dijera lo que te dijera, te contara lo que te contara, nunca lo recordarías. Pero yo sí me acuerdo. Tengo cuarenta años y me acuerdo". Sé que volveré a menudo a este relato encantador, exquisito, único. También es muy interesante VHS, narrado sin signos de puntuación, desde el prisma de un chico con algún tipo de discapacidad, y Love performance, un maravilloso delirio sobre el arte, el amor, el sexo y el paso del tiempo. Tres joyas de un libro en el que cada relato aporta algo diferente y en el que todos atrapan. Tres joyas de una obra deliciosa de pura literatura. 

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