Palabra de Lorca

Es imposible describir el estremecimiento que se siente  al leer la última entrevista a Federico García Lorca publicada en vida del genio, en junio de 1936, en la sensacional obra Palabra de Lorca, que recopila todas las entrevistas al poeta. Tras más de 450 páginas leyendo al autor explicar sus estrenos teatrales, sus triunfos, su forma de ver la vida y sus próximos trabajos, colgado de la musicalidad de sus intervenciones públicas, asistiendo a esas apasionadas charlas, escuchando casi la voz del poeta, sobrecoge empezar la cuarta parte de la obra editada por Malpaso que debemos al trabajo de Rafael Inglada y de Víctor Fernández. Son las páginas dedicadas a las entrevistas publicadas tras su muerte y a los escritos de periodistas y amigos de Lorca que recordaron al autor después de su asesinato. Uno siente como si Lorca acabara de morir nada más pasar la pagina, como si al genio le hubieran robado la voz y su vitalidad en ese preciso instante, como si la injusticia de su asesinato no se hubiera cometido hace más de 80 años, sino justo entonces, al empezar a leer ese apartado del libro. Igual que estremece leer al poeta decir en una entrevista sobre Cuba: "volveré, y también a Nueva York".

La entrevista es uno de los géneros más complicados para el periodista y de los más atractivos para el lector, porque permite acercarse a la personalidad del entrevistado. Lorca tenía prevención con las entrevistas (intervius, decían entonces, y nos quejamos ahora de los anglicismos). Leemos, por ejemplo, cómo el poeta afirma de un periodista que siempre escribe algo totalmente distinto a lo que él le ha contado, aunque le cae bien. Se presenta a Lorca en estas entrevistas como a un hombre alegre, siempre risueño, entregado al arte y a la vida. "Cómo hacer preguntar a un hombre lleno de respuestas”, se plantea uno de los reporteros que habló con Lorca. Hay textos de toda clase, más y menos extensos, más y menos brillantes, pero en todos ellos, la voz del genial dramaturgo y poeta reluce sobre todo lo demás y cautiva al lector. "Creo que a un poeta, antes de hacerle preguntas, deben escuchársele sus poemas", afirma en otra entrevista. Era frecuente que Lorca recitara poemas a los periodistas, a los que en ocasiones recibía en su casa o en habitaciones de hotel. 

Esta sucesión de entrevistas sirva para comprobar la fama que adquirió Lorca en vida, el deslumbramiento que provocó su arrollador talento en tantas personas. El poeta habla, sobre todo, de arte, de la razón central de su vida. "El arte, amigo, es un  juego, sí, pero un juego serio", leemos en una de las entrevistas. Lorca reivindica la cultura abierta al pueblo, como defendió en La Barraca, ese proyecto de teatro ambulante que puso en marcha junto a estudiantes universarios y otros colaboradores. "Yo siempre haré el teatro que me guste, el que siento; y lo haré como me dé la gana", afirma. "Yo arrancaría de los teatros las plateas y los palcos y traería abajo el gallinero. En el teatro hay que dar entrada al público de alpargatas. Yo podría hacer una poesía aristocrática y encerrarme en mi torre de marfil, pero no lo hago ni lo haré. El pueblo es lo sano y es lo puro”. Dejan estas entrevistas decenas de frases brillantes del autor de La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre, Yerma y otras tantas obras maestras, como esta precisa definición de la poesía: "la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”.

Lorca muestra un respeto reverenvial por la cultura en las entrevistas, pero también deja clara que su mayor pasión era disfrutar de la vida. En una entrevista le preguntan "cuándo trabaja usted", a lo que él responde: "cuando ya no tengo otro remedio. Lo que más me importa es vivir”. Vivió con intensidar el poeta, porque entendió que “el día en que deja uno de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir”. Parte de esa filosofía vital, la de disfrutar al máximo de cada experiencia, le lleva a viajar, sobre todo, a América. Lorca triunfa en Argentina, Cuba y Uruguay, donde él se sintió como en casa en cada viaje. Antes fue a la gran manzana, para "traerse a Nueva York en un bolsillo" y plasmarla en su Poeta en Nueva York. El poeta se despidió de Buenos Aires con lágrimas en los ojos. También mostró su pasión por varias ciudades españolas, como Sevilla, de la que dice que "Roma no fue tan grande en otro sitio del mundo como en Sevilla. Los moros tuvieron a Sevilla por su Alcázar. La vida que llega encuentra en Sevilla maneras felices de expresarse". 

De su Granada natal afirma: “Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de lo perseguido. Del gitano, del negro, del judío, del morisco que todos llevamos dentro. Granada huele a misterio, a cosa que no puede ser y, sin embargo, es. Que no existe, pero influye". Le enamora igualmente  Cádiz, que es "el punto neurálgico de Andalucía... Ahí duele todo... Es un pueblo fino, culto, no de cultura de libros ni de máquinas; de cultura de sangre...". Lorca también viajó a Barcelona, de la que quedó prendado y donde elogió a su amigo Dalí en cada ocasión que se le presentaba. De Las Ramblas, esas que se llenan de rosas y libros cada 23 de abril, afirmó en una entrevista que es "la calle más bella del Mediterráneo". El poeta afirmó en una entrevista que "quisiera estrenar en Barcelona todo cuanto haga para el teatro".

En este monumental Palabra de Lorca, inmenso por su extensión y por el impacto que causa en el lector, se aprecia un cambio en la relación del poeta con la política. Nunca la antepuso a su arte, pero sí cambió de parecer sobre el papel de los artistas en cuestiones sociales. En 1933 dice: “el artista debe ser única y exclusivamente eso, artista. Con dar todo lo que tenga dentro de sí, como poeta, como pintor... ya hace bastante. Lo contrario es prostituir el arte. El artista y, particularmente, el poeta, es siempre anarquista, sin que sepa escuchar otras voces que las que afluyen dentro de sí mismo". En 1935, sin embargo, afirma: "la URSS es una cosa formidable. Moscú es el polo contrapuesto a Nueva York. Yo tengo muchas ganas de conocer personalmente Rusia, ya que es algo fantástico el esfuerzo del pueblo ruso. (...) El artista, como observador de la vida, no puede permanecer insensible a la cuestión social". 

Los distintos entrevistadores de Lorca describen al poeta como un niño, como alguien vitalista que desborda con su arte la realidad. De él dicen, por ejemplo, que tiene "una infantil generosidad, muy propia de enamorados y de poetas". También que, como "todo gran poeta tiene esa facultad de hacer de lo inmediato materia de infinito”, o que "viste, naturalmente, de palabras los sentires de sus estrofas".  Neruda, quien escribió igualmente de Lorca y compartió una charla con el granadino, afirma de él que "el mundo resulta chico para sus concepciones”. Era alguien amigo de sus amigos y muy familiar, que “pertenecía a su familia y ambiente como un árbol pertenece a la tierra en qué crece”

En la parte final del libro aparece un extenso artículo de Cipriano Rivas Cherif, director teatral que colaboró con Lorca y que con enorme cariño y sensibilidad desvela en 1957 la homosexualidad del poeta, tema tabú en todas las entrevistas con él. Cuando Rivas Cherif le pregunta que cómo es posible que se haya privado de la mitad del género humano, tras confesar que no había conocido mujer, Lorca responde “¿no te has privado tú de la otra mitad?” Y añade, apasionado y deslumbrante, “la normalidad no es ni lo tuyo de conocer sólo a la mujer, ni lo mío. Lo normal es el amor sin límites. Porque el amor es más y mejor que la moral de un dogma, la moral católica; no hay quien se resigne a la sola postura de tener hijos. En lo mío, no hay tergiversación. Uno y otro son como son. Son trueques. No hay quien mande, no hay quien domine, no hay sometimiento. No hay reparto de papeles. No hay sustitución, ni remedo. No hay más que abandono y goce mutuo”.

De muchas de las declaraciones de Lorca en este libro encantador se puede decir lo mismo que él afirmó de una de sus obras, que no puede controlar las palabras porque "se han desatado y andan por los aires la verdad y la mentira, el hombre y la poesía". Impacta especialmente, claro, la última entrevista, de junio de 1936, en la que el poeta reflexiona sobre esos fanatismos identitarios y esos odios viscerales que acabarían sesgando su vida, la del renovador del teatro español del siglo XX, la de uno de los mayores poetas de la historia de España. "Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos, pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execreo al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política". Palabra de Lorca.

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