Lorca dijo que “las únicas cosas que Estados Unidos ha dado al mundo son los rascacielos, el jazz y los cocktails”. Los rascacielos no son nada del otro mundo y no tengo claro que la invención de los cocktails pueda atribuirse en exclusiva a aquel país, pero en lo relativo al jazz acertó el genial poeta granadino. Anoche le dio la razón la estadounidense Champian Fulton, quien inauguró junto a su banda el festival +Q Jazz Coruña con un memorable concierto en el Teatro Colón.
Acompañada de Lluc Casares al saxo, Alex Gilson al bajo y Arando Luengo en la batería, la pianista y cantante de jazz protagonizó un maravilloso recital lleno de ritmo, improvisación y belleza. También fue, según contó, el primer concierto de su gira por Europa este verano, época de muchos festivales de jazz. Es bonito, en efecto, que el arte y la música siempre unan a los pueblos, siempre estén por encima de la política. En momentos actuales, en los que gobierna Estados Unidos un tipo despreciable y peligroso, el jazz como genuina expresión de la cultura estadounidense sigue fascinando en todo el mundo. Lo hizo mucho antes de la llegada del actual vergonzoso presidente estadounidense y lo seguirá haciendo mucho después. Es la grandeza de la música.
Fulton se dirigió al público coruñés en inglés cuando hablaba entre canción y canción, pero sobre todo lo hizo con el lenguaje universal de la música. Igual de universal que es el lenguaje de las sonrisas, los gestos y las miradas, con el que se comunicó con la banda a lo largo de la noche. Fue hipnótico verlos disfrutar de crear música juntos, de improvisar y dejarse llevar, verlos dándose indicaciones sutiles. La pianista y vocalista estaba situada de espaldas a sus compañeros y resultaba precioso verla sonreír cuando le gustaba lo que escuchaba o cuando le sorprendía, y también verla girarse para hacer algún gesto o guiño con la mirada al resto de la banda.
Los cuatro mostraron mucho talento y también mucha generosidad, la que requiere el jazz, para que haya momentos de lucimiento para cada miembro de la banda. Fue especialmente aplaudido el saxofonista Lluc Casares, aplaudido cada vez que se apartaba tímidamente de la escena cuando concluía sus pasajes de más protagonismo. Por supuesto, también fue muy celebrado el virtuosismo al piano y en la interpretación vocal de las canciones de Fulton, con una de esas voces que abrazan y abrigan al espectador, que perpetúan la tradición jazzística que aprendió en casa, ya que es hija del trompetista Stephen Fulton, honrándola con mimo y pasión .
En cualquier concierto de cualquier estilo musical deben pasar cosas. Nadie busca una ejecución fría, perfecta, con precisión quirúrgica, pero sin emoción. Lo que se espera del directo es siempre que ocurra algo inesperado, que salte la chispa. Esto, que es así para todos los estilos musicales, diría que para cualquier interpretación artística en vivo, adquiere una dimensión mayor en el jazz, por supuesto, que es el arte de la improvisación, del dejarse llevar, de abrazar un descontrol, lógicamente, muy ensayado y controlado en realidad, muy trabajado, pero genial y alocado a la vez. Anoche es lo que se sintió en el Teatro Colón de A Coruña con el concierto inaugural del festival +QJazz, que se lleva celebrando desde el año 2014 y que en esta edición se prolongará hasta el 8 de julio.
Champian Fulton explicó que ha publicado un nuevo disco hace unos meses y bromeó con el público diciendo que había traído en su maleta desde Estados Unidos discos firmados para vender al final del recital, y que si alguien no sabía lo que era un CD no pasaba nada, que es bonito tener la firma en un objeto físico, aunque sigan escuchando Spotify. Interpreto algunos de los temas de ese nuevo disco, llamado At Home, como You can depend on me, P.S. I love you o I was waiting for you, además de algunos temas clásicos. De algunos de ellos afirmó que busca que haya en sus canciones mujeres felices y enamoradas, porque tiene demasiadas canciones con protagonistas tristes y melancólicas.
Fue, en fin, una preciosa noche llena de belleza, armonía, improvisación y ritmo, porque el jazz consigue más que ningún otro género musical que se te vayan los pies, incluso sentado en la butaca, siempre expectante ante lo que decidan en el momento interpretar los componentes de la banda, ante sus arrebatos geniales. Tal vez porque, como dijo el compositor George Gershwin, “en cierto modo, la vida es como el jazz... es mejor cuando improvisas".
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