Ordesa

Manuel Vilas construye en Ordesa (Alfaguara) una historia muy íntima, personal e impúdica con la que, sin embargo, cualquier lector puede conectar, porque habla de la maternidad, de la paternidad, de la familia, y no hay nada más universal que eso. El contraste es interesante. El autor escribe de su vida, de su relación con sus padres, ya fallecidos, y con sus hijos. Con desgarradora sinceridad. Sin ahorrarse detalle. Es una historia propia, totalmente íntima, pero que llega a cualquier lector. Porque todos tenemos padres. Porque todo el mundo se puede sentir conmovido con la ternura y el amor que inundan las páginas de esta obra, libérrima, sin trama alguna, que tiene el recuerdo y la devoción del autor por sus padres como el principal motor. 

Escribe con dolor Vilas, porque sus padres ya no están, porque ya no puede hablar con ellos. Las primeras líneas del libro marcan claramente su estado anímico: "ojalá pudiera medirse el dolor con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición", escribe. Poco después leemos que "la muerte de tus padres es abyecta. Es una declaración de guerra que te hace la realidad". El autor recuerda con amor a sus padres. Se ve reflejado en ellos. Escribe de momentos del pasado, de niño, junto a ellos, y rememora también los últimos años de su vida. Las llamadas de su madre, en todo momento, para cerciorarse de que su hijo está bien. El silencio de su padre, como derrotado de antemano. Y el dolor de su ausencia, que me recuerda a una frase escuchada en Julieta, la bella película de Almodóvar basada en relatos de Alice Munro: "tu ausencia llena mi existencia y me destruye". Eso es lo que siente el autor de esta peculiar, inclasificable y muy emotiva obra. 


Hay dolor en Ordesa, sí, pero también mucha ternura, mucho amor. Y la convicción de que es el amor lo único que vale la pena en este mundo. Si tuviera que recoger aquí cada pasaje conmovedor del libro, este artículo no terminaría nunca. Pero no me resisto a plasmar algunos de ellos. Por ejemplo, cuando el autor se marcha a vivir a Zaragoza y su padre le lleva una bata que le envía su madre. "Me regaló una bata. Cuando llevé la bata al piso me eché a llorar. No la había comprado él, naturalmente; la había comprado mi madre. En aquella bata azul marino, de algodón, recia para el invierno, estaba contenida toda la ternura de mi madre. Esa bata era el símbolo del arraigo. Y sin embargo tenía que depositar esa bata en una habitación extranjera, en un lugar hostil. Lloré". 

Los padres del autor, el recuerdo que todo lo llena, son la base de este libro, pero Vilas también escribe sobre sus hijos, con mucha emoción. "Es la sensación más preciosa de la vida, cuando nada ha empezado aún. Cuando el telón aún no se ha levantado, ese momento", leemos. El autor va compartiendo sus dudas vitales y una de las pocas certezas que le quedan, la familia, la paternidad, ese vínculo irrompible. "Por eso es tan importante la paternidad, porque anula la duda. Nunca dudas. Siempre darás tu vida por tu hijo. Todo lo restante que hay en el mundo es confusión, vacilación, perplejidad, egoísmo, indecisión, incertidumbre, ninguna grandeza", escribe

Ordesa es un libro especial, honesto, lleno de verdad y de sentimientos auténticos y poderosos. El tono poético de la escritura del autor, por lo demás fragmentada y desordenada, cautiva. Van brotando los recuerdos y el autor los plasma. El lector tiene la sensación de ir de la mano del escritor, de que te estuviera contando esos recuerdos, esos miedos, esas debilidades, a la cara, sentados en torno a una mesa, frente a frente. Es como si Vilas fuera escribiendo el libro a medida que pasas la página. Es una obra viva, en la que la emoción toma el control. El autor se aferra al recuerdo de sus padres. De su madre, por ejemplo, escribe en un pasaje especialmente emotivo de la obra: "no oigo su voz. No me acuerdo de su voz. Si volviera a oír su voz, tal vez creyera entonces en la belleza del mundo". Palabras que quedan en el recuerdo del lector, palabras de un libro de los que dejan huella. 

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