El mejor teatro que he visto en 2019

Son muchos los libros, las películas o las obras de teatro que se pueden disfrutar a lo largo de un año, pero son muy pocas las experiencias culturales realmente transformadoras, las que cambien a quien las vive, las que le abren de par en par las puertas a un mundo nuevo, aquellas cuya belleza le abruma. Es lo que me pasó con la versión de Antígona de Víctor Ullate, que marcó un antes y un después para mí, que me fascinó de un modo muy intenso, difícil de describir


No es que sea el mejor momento que he vivido en 2019 en un teatro, en este caso, en los Teatros del Canal, es que es uno de los mejores momentos de mi vida. Tanta belleza, tanta armonía, la capacidad de transmitirlo todo sin palabras, el poder de cada gesto, cada paso de baile, cada detalle mínimo. La iluminación. La gracilidad del vestuario. Las metáforas danzantes. El arte de los bailarines. Todo, absolutamente todo, sublime. No recuerdo cuándo fue la última vez que una experiencia cultural me causó una sensación tan profunda. Sí sé que tardé mucho en volver en mí, recuerdo con dificultad los instantes después de la obra. Era yo, avanzaba, caminaba por la calle, pero no era del todo yo, no igual que antes, estaba aún allí dentro, como hipnotizado. Sí recuerdo que una de las primeras cosas que hice al salir fue buscar el siguiente espectáculo de ballet en los Teatros del Canal, el que fuera, para seguir sumergiéndome en este mundo tan extraordinario, tan diferente a todo lo demás. Fue, por cierto, Marie Antoinette, del Ballet de Biarritz, que también me deslumbró

Lamentablemente, este año no ha sido fácil para Víctor Ullate y su compañía. De hecho, ha sido desastroso para ellos y, por tanto, desastroso para la danza y el mundo de la cultura. El artista anunció primero el cierre de su compañía y, poco después, también el de su Escuela. Una noticia pésima. No conozco los detalles, pero es sintomático que un proyecto como éste se vea abocado a su desaparición. Algo se está haciendo mal, muy mal. 

También me ha impactado este año en los escenarios La golondrina, esa maravillosa obra de Guillem Clua, llena de ternura y sensibilidad, que pudimos disfrutar en Madrid en el Teatro Infanta Isabel, y que ha tenido una extensa gira por España y fuera de ella. Carmen Maura da vida a Amelia, una profesora de canto que recibe a Ramón (Féliz Gómez), quien quiere ensayar una canción especial para interpretarla en un acto de homenaje a un ser querido. 

Al principio, el espectador se ríe mucho, no está claro por dónde seguirá la trama. Lo que sigue es una obra demoledora, que apela directamente al corazón, que reflexiona sobre el amor, la diferencia, la comprensión, el odio y, en resumen, sobre la vida. Una obra con frases que se clavan como puñales en cada espectador, que se remueve en la silla, que traga saliva, que llora y ríe, todo de seguido. Una obra conmovedora y necesaria que deja varias reflexiones atractivas, como cuando se afirma que lo que nos hace humanos es "el dolor, la capacidad de sentir como propio el dolor ajeno". Una obra extraordinaria, como extraordinaria y dolorosa, a su manera, es también Hermanas (Bárbara e Irene), la obra de Pascal Rambert en el Pavón Teatro Kamikaze, interpretada al borde del precipicio por Bárbara Lennie e Irene Escolar. Una obra explosiva, salvaje, incendiaria, suicida, descomunal, en la que se enfrentan dos hermanas con cuentas pendientes, entre sí y cada una de ellas consigo misma. 

Otra de las grandes tardes de teatro que he disfrutado este 2019 me la regaló Parque Lezama, dirigida por Juan José Campanella, con los veteranos actores argentinos Luis Brandoni y Eduardo Blanco. Mantienen sus personajes una relación quijotesca, en la que uno representa el conservadurismo, siempre temeroso, y otro el idealismo, la valentía y la disposición permanente a la aventura. Una obra que viste a Madrid de Buenos Aires y que habla un poco de todo, alternando comedia y drama, diálogos hilarantes con otros emotivos y profundos. Una delicia. 

Al salir del teatro tras ver una obra así, uno piensa en lo difícil que es contar todo lo que se cuenta en la función y, sobre todo, del modo en que se cuenta. Lo mismo sentí tras ver Copenhague en La Abadía. Claudio Tolcachir, director de la obra de Michael Frayn, la define como "un trhiller científico, humano y ético". Nada menos. Es una obra especialmente exigente para sus intérpretes, los sensacionales Carlos Hipólito, Emilio Gutiérrez Caba y Malena Gutiérrez. La visita del físico nuclear alemán Werner Heisenberg, que estaba a cargo del programa nuclear nazi, a su mentor y antiguo maestro, el danés Niels Bohr en 1941 es hoy un misterio, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió entonces. La obra explora lo que ambos pudieron hablar y, reflejando la relación entre ambos, se muestra una parte de la historia universal reciente y, de paso, se hace una anatomía del ser humano y sus contradicciones. 

Acabo con cuatro obras que nada tienen que ver entre ellas, pero que recuerdo de un modo especial a la hora de hacer balance de este 2019 que ya toca a su fin. Por supuesto, la versión de las Metamorfosis de Ovidio que levantó David Serrano junto a un reparto excepcional en el Teatro Romano de Mérida. Qué noche la de aquel día. Qué noches, ya que la obra batió todos los récords, con llenos absolutos en once funciones. Concha Velasco, María Hervás, Pilar Castro, Edu Soto, Secun de la Rosa, Adrián Lastra, Pepe Viyuela, Belén Cuesta, Ángela Cremonte y Pepe Ocio representan diez historias que versan sobre la pasión, el erotismo, la soberbia, la generosidad... Una demostración de lo actuales que son los clásicos, sobre todo, si no se tiene miedo a actualizarlos. 

Disfruté mucho con el musical de El Médico, que sabe captar la esencia del libro superventas de Noah Gordon, y también con Me gusta cómo eres, la nueva comedia de los creadores de Burundanga, con cuya trama sobre la amistad no resulta difícil sentirse identificado. 

La impactante Celebraré mi muerte es teatro social, comprometido, real, del que remueve. No es teatro, entendido como ficción, ya que quien habla en el escenario es el protagonista de la historia real que está contando, durísima, tremenda.  Quien habla es Marcos Hourmann, el primer médico condenado en España por ayudar a morir dignamente a una mujer enferma de 82 años. La obra, producida por Jordi Évole y Alberto San Juan, es de una honestidad brutal. Al final, se pide a varios espectadores que decidan si es culpable o no de lo que se le acusó. "Culpable por la ley, inocente por la vida", escribe uno de los espectadores. Teatro demoledor. Teatro que sirve de espejo de la vida. Bendito y necesario teatro. 

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