Ayer fui al teatro Lara a ver Burundanga (el final de una banda). Creo que éramos las cuatro únicas personas de Madrid que no habíamos disfrutado de esta divertidísima comedia que cumple ya su cuarta temporada en cartel. Y las que quedan. La sala estaba llena y así parece suceder en cada sesión. No es para menos. La única pega que se puede poner a esta maravillosa obra es que despierta tantas risas entre el público que hay partes de los diálogos (frescos, ágiles y desternillantes) que no se escuchan del todo bien. Difícil arreglo tiene este punto, porque realmente no transcurre un minuto sin que la sala entera comparta risas desenfrenadas por lo que sucede en el escenario.
Es Burundanga una de esas obras que tiene en los sorprendentes y asombrosos giros de guión uno de sus (muchos) puntos fuertes, así que conviene contar lo justo, o menos incluso, en una crítica. Uno que es aficionado a leer críticas, sobre todo de películas, antes de ir al cine, no tanto para decidir si compro la entrada o no sino para informarme algo más sobre el film o la función, no perdona a aquellos críticos que se van de la lengua y terminan contando o sugiriendo veladamente (casi son los peores estos) lo que ocurre en la historia o incluso el desenlace de la trama. Son los temidos spoilers.
Así que, ya digo, mejor quedarse cortos que pasarse. Al comienzo de la obra Berta y su amiga y compañera de piso, Silvia, debaten sobre el novio de aquella, Manel. Berta está embarazada y no se fía del todo del joven con el que lleva saliendo once meses. Antes de decidir si quiere tener un hijo con él o no ("liarte con un tío del que no te fías, vale; hasta irte a vivir con él, pero tener un hijo es otra cosa", le dice su amiga Silvia en un momento de la función) desea saber más sobre Manel. Qué espera de la relación, qué significa ella para él, si está enamorado... Nada distinto a las clásicas dudas en cualquier relación, y pobre (o rico, mirándolo bien) del que no las tenga. Lo que varía es la forma en la que las dos protagonistas, magistralmente interpretadas por Marian Aguilera y Mar Abascal), se enfrentan al dilema. Silvia convence a Berta de que le eche en la bebida a su novio la droga de la verdad, coloquialmente conocida como burundanga.
A partir de ese momento, después de un muy divertido tira y afloja antes de que Manel (Bart Santana) se tome finalmente la cerveza que contiene la droga que da nombre a la obra, la historia toma carrilles inesperados y asombrosos. Y es aquí donde no conviene detallar demasiado qué es lo que descubre Berta de su novio, aunque en el propio programa de mano de la función cuentan quizá algo más de lo debido. Sale a relucir, dejémoslo ahí, una faceta secreta, peligrosa e impactante de la vida del novio. Comienza Berta preguntándole por lo clásico, si la quiere, si le gustaría tener un hijo, si se ve compartiendo la vida con ella, si le ha sido infiel... Pero después esas pequeñas mentiras sin importancia, como el título de aquella inteligente comedia francesa, pasan a un segundo plano ante la bomba que le suelta Manel, nublado por la droga que le impide contar mentiras.
Participan en la función otros dos personajes, Gorka, interpretado por Fran Nortes, que es un amigo de Donosti que visita a Manel de paso por Barcelona para "hacer unas cosas" y don Jaime, tío de Silvia, empresario que, como todo en esta obra, no es lo que parece y al que da vida con maestría el veterano Eloy Arenas, quizá lo mejor de Burundanga, y dadas las muchas virtudesde la función eso es mucho decir. El texto de la obra escrita por Jordi Galcerán y dirigida pot Gabriel Olivares es fresco y muy divertido. No da un respiro. Adopta formas de sitcoms televisivas. A un ritmo trepidante de risas, sorpresas y, como el que no quiere la cosa, también reflexiones sobre asuntos serios, mucho. Que se pueda hacer humor de algo tan dramático como el asunto de fondo de esta obra, y aquí vuelvo a no desvelar más de lo debido, es también una de las grandes virtudes de Burundanga.
Poco más se puede decir de esta obra. Es altamente recomendable para quien quiera pasar un buen rato. Vuela el tiempo en el Lara desde el momento en el que se alza el telón y la trama empieza a crecer en diversión, surrealismo, parodia y risas. Los diálogos, como digo, son espléndidos y no lo son menos las sensacionales interpretaciones de los cinco actores, cada uno en su papel, todos arcos de bóveda de la función. Una obra que realza el valor del buen teatro, allí donde el actor no tiene escapatoria y está más expuesto que en ninguna otra parte, al escrutinio del público. Los cinco, confesada ya mi debilidad por Eloy Arenas y también por Mar Abascal, cuyo personaje alocado y disparatado es una delicia, superan con creces esa prueba. No me extraña el éxito arrollador de Burundanga y preveo muchas más temporadas de éxito. Porque la gente siempre tendrá ganas de reír y más aún con algo que tanto nos ha hecho llorar durante tanto tiempo en España.
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