The Diplomat

 

Desde que se estrenó en 2013, House of Cards se convirtió muy pronto en una de las más exitosas series de Netflix. Aquella producción se centraba en dos grandes pilares: un retrato descarnado de las interioridades de la política y una pareja peculiar, la formada por Francis Underwood (Kevin Spacey) y Claire Underwood (Robin Wright), ambos muy ambiciosos y cuya unión parece más un contrato comercial que un matrimonio. Es inevitable acordarse de esa serie, que terminó sin Kevin Spacey por los escándalos que salpicaron al actor poco antes del rodaje de su última temporada, al ver The Diplomat, una de las grandes nuevas apuestas de Netflix para este año. Son series distintas, claro, pero apelan también a esos dos núcleos de House of Cards: la política desde dentro y un matrimonio nada convencional formado por dos personas vinculadas al poder, en este caso, al cuerpo diplomático, cuya relación está en horas bajas pero que también está llena de matices, intereses y contradicciones. 
De House of Cards se dijo en su momento, posiblemente con razón, que la serie fue perdiendo credibilidad a medida que avanzaban las tramas. Es muy posible que The Diplomat no sea la serie más realista del mundo. Hay escenas y situaciones que se antojan bastante poco verosímiles, es verdad, pero da un poco igual porque la serie cumple con creces con lo que promete: intrigas, batallas políticas, discusiones entre distintos países para evitar una guerra, engaños, mentiras, apariencias, sorprendentes giros de guión... 

Al igual que House of Cards, efectivamente, The Diplomat se apoya en dos protagonistas de mucho peso en la historia, defendidos por dos intérpretes con soberbias intepretaciones. Keri Russell, a quien recordamos de la magnífica The Americans, da vida a una diplomática estadounidense que por sorpresa es nombrada embajadora de su país en el Reino Unido, mientras que Rufus Sewell, que protagonizó la también magnífica El hombre en el castillo, interpreta al marido de ella, también diplomático y muy, muy ambicioso, que se ve de pronto relegado a un segundo plano a la sombra de su mujer al que le cuesta acomodarse. 

La acción comienza con la noticia de un ataque a un navío militar británico. La Casa Blanca decide enviar como embajadora en Londres a Kate Wyler, una mujer brillante en las relaciones internacionales, pero que detesta todo lo que tiene que ver con el politiqueo, las recepciones de gala o todos esos actos en los que importan más las formas que el fondo. Allí se encuentra con un primer ministro británico con ardor guerrero (Rory Kinnear) que quiere represalias urgentes contra el culpable del ataque y un ministro de exteriores (David Gyasi) que intenta poner algo de cordura. Completan el elenco principal el asistente de la embajadora (Ato Essandoh) y la agente principal de la CIA en Londres (Ali Ahn), quienes además mantienen en secreto su relación sentimental. 

La serie retrata, ya digo que quizá no del modo más realista y verosímil del mundo, las complejas relaciones internacionales. En un primer momento se sospecha de Irán, aunque después las miradas apuntarán a Rusia. En la serie hay constantes menciones a hechos reales: la invasión de Irak, el apresurado abandono de Afganistán por parte de Estados Unidos y las tropas occidentales, la guerra de Ucrania, el Brexit, los debates sobre el papel de Estados Unidos en el mundo, el asesinato extrajudicial de Bin Laden e incluso aparece una mención a un trasunto del grupo Wagner

La serie es muy entretenida, tiene la dosis justa de intriga y emoción hasta un final que deja la puerta abierta de par en par a una segunda temporada ya confirmada. Casi al principio de la serie se escucha una frase que interpela a la realidad: "es obvio que nadie al que le guste el poder debería tenerlo”. Series como ésta, desde luego, pero también cualquier informativo televisivo, invitan a pensarlo. Ah, muy importante, en The Diplomat, además de todo esto,sale París. Poco, sólo en el último capítulo, pero sale París, que siempre es un aliciente añdido. 

Comentarios