Netflix ha decidido suspender el rodaje de la sexta temporada de House of Cards tras conocerse la acusación de acoso de hace años contra su actor principal y productor, Kevin Spacey. Este caso genera no pocos debates interesantes y complejos. La primera cuestión es que la acusación contra el veterano actor llega en medio de una oleada de acusaciones contra distintas personas del mundo de Hollywood. Y es positivo que se rompa la espiral del silencio, que las víctimas de acoso alcen la voz y se sientan respaldadas para denunciar lo que jamás debió suceder, esas actitudes intolerables y repugnantes. Conviene, claro, respetar la presunción de inocencia. Pero parece evidente que asistimos a un punto de inflexión de un modo de proceder demasiado frecuente, el del abuso de quien tiene poder sobre otras personas, sobre todo mujeres, el acoso intolerable.
Desde un punto de vista social, es lo más relevante de este y otros casos. Lo que oculta. Lo que esconde de fondo. Lo sucio y escondido del mundo del espectáculo donde, igual que en tantos otros ámbitos, el acoso es algo mucho más normalizado de lo que pudiera parecer. Es, de largo, lo más relevante de todos estos escándalos. Lo más grave. Lo más preocupante. Y no hay debate posible en esta cuestión. Es intolerable, del todo inaceptable, que directores o productores abusen de su poder para forzar a actrices o a actores, para ponerlos en situaciones incómodas, para comportarse de un modo despreciable. No hay más vueltas que darle. Que se aire todo. Que salgan a la luz todos los casos de acoso. Y que esa cultura de tolerancia a los abusos, esa costumbre de mirar para otro lado, de actuar con sobreentendidos, como asumiendo que la vida es así, termine para siempre. Sin paños calientes. Sin dudas. Afecte a quien afecte. Caiga quien caiga. No es tolerable. No se puede permitir. Basta ya.
Dicho esto, hay otros debates relevantes asociados al caso de Kevin Spacey. Y uno de ellos es la forma tan chusca y desacertada que el actor ha tenido de responder a la acusación de acoso. Básicamente, ha dicho que no lo recuerda pero que, en todo caso, pide perdón. Es una reacción insuficiente. Hablamos de una acusación gravísima de acoso, de abuso de poder. Y si uno está convencido de su inocencia, la defiende con firmeza y desde luego no se limita a decir que, en fin, no recuerda bien. Pero es que además, Spacey pensó que era buena idea utilizar la nota de prensa en la que reaccionaba a la acusación de acoso que le hacía un actor joven (16 años, tenía entonces) para salir del armario.
Es impresentable y hace mucho daño que Spacey decidiera mezclar ambas cuestiones. Carece de sentido. Alimentará a homófobos que, viviendo en su mundo de odio e intolerancia, no tienen reparos en asociar homosexualidad con acoso o hasta pederastia, ya puestos. Es una carta irresponsable, porque no hace ningún bien al movimiento LGTB, porque es injusto que utilice como justificación de algún modo de ese hecho repugnante del que se le acusa su homosexualidad. Además, abochorna pensar que Spacey ha intentado blindarse de esa acusación con su salida del armario ante las personas (la mayoría de la población) que respetan la orientación sexual de cada cual. Es jugar sucio. No tiene sentido mezclar una cuestión con la otra. Se puede ser gay y acosador. Se puede ser gay y mala persona. No es incompatible. No es aceptable intentar escapar de unas acusaciones gravísimas revelando ahora su homosexualidad, para poner el foco en otra parte distinta a esa acusación, para intentar darle la vuelta a la situación.
Derivado de este comunicado de Spacey hay otro debate recurrente e interesante: ¿tienen los personajes públicos homosexuales algún tipo de responsabilidad especial? ¿Están de algún modo obligados a salir del armario para, utilizando su escaparate público, ayudar a las personas homosexuales a las que les cuesta dar ese paso, en parte, por la falta de referentes en la sociedad? Naturalmente, no. No están obligados de ninguna manera, ni tienen una responsabilidad especial. Son famoso porque hacen bien su trabajo, porque son buenos actores o buenos cantantes. Y eso es totalmente independiente de su vida, de lo que hagan o digan fuera del escenario. Es indudable que ayuda, ayuda mucho, que personajes admirados salgan del armario, porque lanzan un mensaje poderoso a todos esos jóvenes con temor a mostrarse tal y como son, que de pronto ven que su artista favorito también es gay. Pero no están en absoluto obligados a ellos, es una decisión personal. Y, desde luego, si deciden salir del armario será algo muy bienvenido y muy positivo (porque aún hoy son necesarios estos gestos), pero siempre que no utilicen esa noticia para tapar otras.
Y un último debate, no menos interesante, es el que plantea la contundente decisión de Netflix de suspender el rodaje de la última temporada de la serie que protagoniza Spacey. Comprendo la postura de quienes sostienen que no se puede dar fama ni dinero a personajes que, supuestamente, han cometido actos como el acoso del que se acusa a Spacey. La comprendo pero no la comparto. Porque pienso que a los actores, como ciudadanos, se les debe juzgar exactamente igual que al resto, pero como actores, por su trabajo, importa sólo su talento. Y el de Spacey no es menor porque nos enteremos ahora de este presunto acoso. No va a ser menos creíble su interpretación de Frank Underwood. Ni van a ser menos valiosas sus películas. Sencillamente porque son cuestiones totalmente distintas. Quizá deberíamos entender de una vez que se puede ser un escritor, actor o cantante excelente y, a la vez, ser un tipo repugnante en la sociedad. De hecho, es algo relativamente frecuente. Una novela excelente escrita por un asesino en serie no perderá un ápice de calidad. El asesino, lógicamente, deberá ser condenado por su crimen. Pero la obra se defenderá por sí sola. Puede sonar frívolo, quizá lo sea. Pero así es cómo lo veo.
Dicen que Hitler pintaba, bastante mal. Imaginemos que pintara bien, que tuviera cuadros impresionantes, de los que despiertan toda clase de emociones. ¿Nos emocionaríamos menos con esos lienzos porque los hubiera pintado el execrable dictador? Yo creo que no. Porque no tiene nada que ver. La calidad de una obra artística es independiente de que su autor pague impuestos, cumpla las normas o sea un buen ciudadano. Puede ser un defraudador y un criminal y, a la vez, ser un buen artista. Como ciudadano lo repudiaremos, por supuesto. Y combatiremos sus vilezas. Pero eso no afectará en nada a sus obras. Es imposible que nos dejen de gustar las películas de un director o las novelas de un escritor porque de pronto descubramos que hizo algo repudiable. Es que son cosas distintas. No tiene nada que ver. Podemos empezar por entender que no se le debe exigir a los artistas nada más que, precisamente, su arte. No son referentes, no tienen por qué serlo. Como ciudadanos, en la calle, en la sociedad, se les exigirá lo mismo que a cualquier otro ciudadano, ni más ni menos. Pero su talento no tendrá nada que ver con lo que hagan fuera de su taller artístico o de los escenarios.
Hay escritores fascistas que firmaron excelentes novelas. No son peores por la ideología de sus autores. Si uno contempla un cuadro maravilloso, que le remueve, que le fascina, ¿de verdad deja de sentir todo eso si le cuentan que su autor es un delincuente? ¿Se puede modular el juicio de una obra artística en función del comportamiento personal de su autor? ¿Antes de decidir si nos gusta una película debemos consultar si sus actores o guionistas tienen antecedentes penales? Yo creo que eso es imposible. Kevin Spacey, si se confirman estas acusaciones, puede ser un acosador, algo repugnante, impresentable, inaceptable. A nivel personal será cualquier cosa menos un ejemplo. Pero resulta que sigue siendo un actor excepcional. Como persona, merecerá toda la reprobación de sus actos. Como actor, su talento permanece inalterable. Y, como actor, se le deberá juzgar exclusivamente por eso. Sus obras se defenderán por sí solas, al margen de que, como ciudadano, haya actuado de un modo repugnante. Son cuestiones distintas. Nada tienen que ver. Lo siento, pero no me parecerá menos soberbia la interpretación de Spacey en la serie suspendida por Netflix. No me iría de cañas con él ni le pondrá como ejemplo de nada bueno. Como persona, repudiaré sus actos. Pero sus trabajos me seguirán impactando. Así de simple. Así de complicado.
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