El cautivo

 

El cautivo es, por encima de todo, un precioso canto a la libertad y al poder de las historias. En su última película, Amenábar hace con la figura de Cervantes exactamente lo que se espera de un buen creador: lo que le da la real gana. El filme se centra en los cinco años que el escritor pasó en cautiverio en Argel, un episodio del que se tienen pocas certezas, lo que permite al cineasta rellenar con ficción lo que se desconoce. Nadie sabe la razón exacta por la que Cervantes no fue castigado pese a protagonizar varios intentos de fuga y en su película, con mucha más sutileza de la que sugieren algunas críticas, el cineasta sugiere una de las razones que algunos historiadores barajan, que la magnanimidad de su captor se debiera a algún tipo de relación entre ambos. 

Es curiosa la filmografía de Aménabar. Sus películas no pueden ser más diferentes entre sí, ya que abordan temáticas, historias y épocas muy diferentes, pero a la vez la inmensa mayoría de sus trabajos hablan en realidad de la libertad. Libertad de elegir acabar con tu vida sin ser juzgado por ello en Mar adentro, libertad ante el fanatismo religioso en Ágora, libertad de pensamiento y criterio frente a un régimen dictatorial que empieza a crearse en Mientras dure la guerra. Y aquí, en El cautivo, libertad como ansia de todos los presos en la cárcel de Argel a la espera de un rescate, sí, pero también libertad creadora para dejarse llevar por la imaginación. 

La última película de Amenábar, impecable y apabullante en lo formal,  con una deslumbrante recreación del Argel de la época, nos muestra a un joven Cervantes que dejó las letras por las armas, pero que tiene una pasión desbordada por las historias. Lee cuantos libros caen en sus manos (“de niño leía hasta los papeles caídos en el suelo”) e inventa historias con las que entretiene a sus compañeros y salva la vida en sentido literal y metafórico, al modo de Sherezada en las Mil y una noches

El filme dosifica los guiños al Quijote, que es el templo literario a la imaginación y a las historias de ficción entrelazadas con la vida, en un juego de espejos y un precioso homenaje a la literatura. Y ésa es para mí, ruido aparte, la principal virtud de esta película. Va, más que de cualquier otra cosa, de la imaginación, de las historias y su poder. Es la gran película sobre Cervantes que le debía el cine a su más célebre literato. La película busca mostrar al hombre detrás del mito y, más allá de algunos diálogos un tanto impostados, resulta bellísima y muy evocadora la historia de ficción sobre la vida de Cervantes con la que el director elogia, precisamente, la imaginación y la literatura cervantina. Es una película sobre el nacimiento de una vocación literaria, sobre la libertad creadora y sobre la necesidad milenaria de los seres humanos de contar y escuchar o leer historias. El juego entre la realidad y la ficción, muy presente en la película, está en el centro de la historia. 

En el Quijote se juega con el recurso literario del manuscrito encontrado y, en cierta forma. eso hace también El cautivo, en este caso, con un supuesto relato de los años de cautiverio de Cervantes escrito por Antonio de Sosa, un personaje real al que da vida con su maestría habitual Miguel Rellán. La película muestra a un Cervantes joven, interpretado de forma soberbia por Julio Peña, que queda prendado por el contacto con otra cultura, y que se entrega a la inventiva para sobrevivir durante su cautiverio en Argel. Claro que el director se toma sus licencias narrativas. Todas las del mundo. Básicamente, en eso consiste la historia del cine. Ni el documental más pretendidamente riguroso y apegado a la verdad es menos ficción que la historia mas fantasiosa. Todo relato es ficción. Lo son nuestros propios recuerdos. Lo es, desde luego, cualquier reconstrucción histórica, sobre todo, si se hace de episodios de los que poco se sabe. Desde el momento en el que se decide poner la cámara aquí o allá, dar un tono u otro, usar esta palabra o aquella, hay ficción. Siempre. Afortunadamente, para quienes pensamos que las historias son tan necesarias como el comer. 

Además del veterano Rellán y del joven Peña, también destaca entre un gran elenco la interpretación de Fernando Tejero, quien da vida a Juan Blanco de Paz, un dominico que también fue un personaje real y que representa el fariseísmo de cierta Iglesia de la época. Su interpretación, muy alejada de sus papeles cómicos por los que es más conocido, es de esas que abren nuevas puertas en una carrera, de las que sorprenden de verdad

La película, que dura más de dos de horas, se me hace corta, no pierde interés en ningún momento, siempre con esa reivindicación de la libertad en su sentido más amplio: la que ansían los presos, la que tiene quien decide rellenar con ficción los huecos de la historias de Cervantes. Tiene El cautivo indudables dosis de inventiva y fantasía, como lo tiene cualquier película histórica, sólo que hay algunos tipos de fantasías que molestan, al parecer, más que otros. Lo valioso de la película es lo que desde esa mirada personal, documentada, pero personal, levanta el director. Y es una película excelente con toques de historia de aventuras, con guiños a las obras cervantinas y con una bellísima reflexión sobre la libertad. No sólo no es reprochable que Amenábar invente y muestre una mirada muy propia y personal a ese episodio de la vida de Cervantes en el que no abundan las certezas, sino que ahí exactamente reside el mérito de la película. 

El hecho de que la conversación pública sobre este filme haya girado en torno a la supuesta relación homosexual de Cervantes es muy revelador, para mal. Se sugiere eso, sí, que es lo mismo que defendieron muchos historiadores, que no es la verdad probada, pero que es plausible y que, en todo caso, forma parte de la libertad creadora, pero es algo completamente secundario en la película. O, en todo caso, es algo que complementa su hilo conductor: la búsqueda de la libertad, en todos los sentidos, y siempre, siempre, siempre de la mano de la ficción y las historias. Como la bella película que levanta Amenábar con su talento y el de su equipo y con el más que solvente reparto de El cautivo. No sé cuánto se parecía el Cervantes real al Cervantes creado por Amenábar al que da vida Julio Peña, pero sí sé que resulta deslumbrante, que me ha encantado esta película y que son siempre más que bienvenidos el talento y la libertad. Por algo puso Cervantes en boca de Alonso Quijano eso de que “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

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