Mauricio o las elecciones primarias

 

A pocas autores les pasa tanto como a Eduardo Mendoza eso de querer agrupar sus obras en dos grandes bloques separados y bien diferenciados entre sí: las novelas serias y las paródicas. Generalmente, estas etiquetas sirven de poco y suelen responder a una cierta pereza, a la necesidad de tenerlo todo bien clasificado no nos vayamos a llevar sorpresas, pero en el caso de Mendoza encuentra esta división aún más incomprensible e injustificable. Hasta en la más "seria" de las novelas del autor barcelonés se encuentran buenas dosis de ironía y, por supuesto, hasta en las más paródicas y divertidas hay espacio para la reflexión o cierta crítica social. Mendoza tiene novelas mejores y peores, con mayor o menos vocación irónica, pero esa mirada divertida y ligera sobre las cosas es marca de la casa y aparece por todas partes en sus obras. 
Más allá de esa división tan artificial, de Mendoza me interesa todo. Forma parte de ese grupo de escritores de los que querría leer hasta su lista de la compra. Así que estoy pendiente de las novedades que publica, por supuesto, como su última serie con ciertos aires autobiográficos que componen El rey recibe, El negociado del yin y el yang y Transbordo en Moscú, pero también es interés preferente cuando compro en librerías de segunda mano. En una de ellas encontré el estupendo ensayo Barcelona modernista y en otra encontré hace unos meses Mauricio o las elecciones primarias, publicada en 2006 y ambientada en los años 80, en la Barcelona que aspiraba por entonces a la concesión de los Juegos Olímpicos de 1992. 

El protagonista del libro, Mauricio, es un dentista que lleva una vida corriente y que, como tantos personajes de las novelas del autor, de pronto ve su vida revolucionada por un encuentro casual. En este caso, con un antiguo compañero de instituto, que le meterá en los círculos de los socialistas de Cataluña y en el mundillo de la política. Aquella España de los 80 un tanto exuberante, de nuevos ricos, con Pujol gobernando a sus anchas en Cataluña y el felipismo enseñoreándose a nivel nacional, es el telón de fondo de la historia

La política, otro clásico de Mendoza, se muestra aquí con una mirada irónica, un tanto crítica. No faltan ciertos chancullos, personas que parecen defender sus ideales pero defienden algo menos confesable, demagogias, populismos y demás males del politiqueo. Entre la ilusión generalizada por la posibilidad de organizar los Juegos del 92, por ejemplo, Mendoza pone en boca de su personaje principal no pocos recelos y temores. Mauricio está rodeado de un grupo de personajes secundarios muy peculiares, entre ellos, las dos mujeres con las que el protagonista entablará sendas relaciones sentimentales. Funcionan bien ambas facetas del libro, tanto la más personal, la de las peripecias sentimentales del protagonista, como la más costumbrista, la que hace un retrato de la España de aquel tiempo, de cuyos excesos, desatinos, desmanes y algún que otro acierto, somos hoy en buena medida herederos. Una obra entretenida de Mendoza, en la que el autor demuestra su enorme oficio narrativo y su capacidad de construir personajes con mucha personalidad y no pocas rarezas. 

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