Cortos de Goya

 

Hoy se celebra en Valladolid la gala de los Goya y, como siempre, habrá premios a las que injustamente el público prestará menos atención, bien porque se traten de lo que se conocen como categorías técnicas, como si no fueran también artísticas e imprescindibles para el éxito de una película, o bien porque sean categorías que incluyan trabajos que han tenido escaso recorrido comercial. Esto último sucede a menudo con los cortometrajes, que rara vez ha podido ver en salas el común del público. Por eso, iniciativas como la sesión especial que organizaron los cines Renoir Princesa de Madrid el pasado jueves son tan interesantes. Ante una sala abarrotada, representantes de los cinco cortos de ficción nominados a los Goya agradecieron la oportunidad de poder mostrar sus trabajos en el cine ante el público. Como bien recordaron Beatriz Martínez y José Luis Palacios, socios de la Coordinadora del Cortometraje y organizadores de la sesión especial, el corto es cine. Y cine de primera. 


Entre las nominadas a mejor corto de ficción del año, por cierto, no está Extraña forma de vida, el western en formato cortometraje de Almodóvar, porque el director manchego decidió no presentarla a los premios. Quien sí optará al Goya a mejor corto de ficción es Carla Simón, autora de las excelsas Verano 1993 y Alcarràs, que brinda en Carta a mi madre para mi hijo otro delicioso trabajo. Al igual que en su opera prima, la historia personal de la directora está en el centro de la historia. Con imágenes rodadas en Super 8 y planos que son cuadro, pura belleza, Simón se plantea cómo conocerá su hijo a su abuela, la madre de la directora, si apenas ella la pudo conocer. Es un corto bellísimo que habla de la memoria, del papel del cine, de la maternidad y el amor. Una joya. 

También aborda la relación maternofilial París 70, el emotivo corto de Daniel Feixas Roca protagonizado por Alain Hernández, Luisa Gavasa y Neus Asensi. Es una historia conmovedora que en sus quince minutos de duración remueve al espectador por la verdad con la que plantea los cuidados de un hijo a su madre enferma de alzheimer, que cada día le repite la misma pregunta. Es un corto delicado, vitalista y tierno que, entre otras muchas cosas, nos recuerda la importancia de construir recuerdos bellos con la gente que queremos. 

La loca y el feminismo, de Sandra Gallego, nos ofrece una conversación llena de profundidad entre una pareja protagonizada por Pilar Gómez (que también es guionista) e Iñaki Ardanaz. Una discusión sobre feminismo, qué significa serlo y qué no, cómo ser coherente en el día a día con lo que se dice, cómo llevar ese compromiso sobre el papel a la realidad. Un duelo dialéctico sostenido con maestría por los dos intérpretes y donde no hay ni media palabra de más, en la que todo, incluido ese final genial, dice algo. Muy interesante aproximación al gran movimiento social de nuestros días y su impacto en la vida cotidiana. 

En Aunque es de noche, Guillermo García López se acerca con mucha honestidad a la Cañada Real, un asentamiento en el que cientos de personas viven en condiciones infrahumanas muy cerca del centro de Madrid. El autor acierta sobre todo con el tono que opta para narrar la historia de Toni y su amigo Nasser, con el que pasa las horas y rueda imágenes con un móvil para aislarle de la cruda realidad, pero que está a punto de marcharse a Francia. Además, de fondo, una leyenda de esas que se cuentan de noche, que sorprenden a los niños y que tendrá un peso importante en la película. 

La sesión especial de anoche en los Renoir Princesa concluyó con el extraordinario corto Cuentas Divinas, de Eulalia Ramón. Imposible hacer reír más en menos tiempo. Doce minutos de metraje para contar la historia, digamos de comedia de terror, de Mónica, una mujer que, un poco como en la canción de Veintiuno, odia la vida moderna, que se le hace bola. Habla a cámara con una amiga a la que no vemos hasta el final y le cuenta lo que, de pronto, le contó un buen día su marido y la delirante sucesión de acontecimientos que le siguió. Se escucharon carcajadas en los cines, incluidas las mías. Libérrima, gamberra, ácida. Extraordinaria. 

Esta noche, cuando sea el turno del Goya a mejor corto de ficción, todos los que disfrutamos el jueves de esta sesión de puro cine en los Renoir sin duda lo viviremos con mucha más intensidad que otros años. Ojalá iniciativas así cundan más y sea más frecuente ver cortos en los cines porque, sí, naturalmente, los cortos son cine y es en las salas de cine donde mejor se ve. 

Comentarios