Raphaelismo

 

Hace siete años disfruté de un concierto de Raphael en el Palacio de los Deportes de Madrid. Sin duda, es uno de los conciertos que más me ha impactado en mi vida. Era mi primera vez y entendí entonces por qué tantas personas dicen, sin atisbo de ironía, que hay que ir a al menos un concierto de Raphael en la vida. No es que fuera sin expectativas, ni que no conociera sus temas más clásicos, ni que no lo apreciara como artista, pero lo que encontré aquel día superó todo lo que podía esperar. Lo arrasó. Me encontré a un artista total, que a sus 72 años de entonces exhibía una vitalidad y una energía de un veinteañero, que deslumbró al público durante más de dos horas y media. Un espectáculo arrollador. Antes de ese concierto respetaba y valoraba a Raphael; desde entonces, lo considero como la leyenda viva de la música que es. 


Este largo preámbulo sirve para decir que he visto y disfrutado mucho la serie documental Raphaelismo, creada por Charlie Arnaiz y Alberto Oterga, que son también los autores de Anatomía de un dandy, que gira en torno a la vida y la obra de Francisco Umbral. En el documental producido por Movistar, que está dividido en cuatro capítulos, hablan la mujer y los hijos de Raphael, sus colaboradores, otros artistas, distintas personalidades y, por supuesto, el propio Raphael. Hay quien ha criticado la presencia constante del artista en el documental. Pero, ¿de verdad podría ser de otra forma? Hablamos de Raphael, su presencia aquí, incluso narrando en voz en off algunos pasajes de su vida, no sólo era inevitable, sino que desde mi punto de vista sí aporta mucho al relato. 

Se dicen muchas cosas de Raphael a lo largo del documental. Quizá la que de forma más clara sitúa al personaje es la que comparte Iván Ferreiro cuando recuerda que la carrera del artista va ya por los 60 años. Seis décadas en el escenario. Seis décadas en la que todo, el mundo, la sociedad, la industria musical, absolutamente todo ha cambiado, pero Raphael, fiel a sí mismo y a su estilo, ha seguido ahí. Más allá de su estilo, de sus canciones o de cualquier consideración que se haga sobre él, hablamos de alguien que lleva 60 años siendo una estrella, un artista total en España y en todo el mundo. El mérito es descomunal e incuestionable. Raphael es un gigante y lo de menos es que te guste o no. Es inapelable. Es Raphael. 

Nacido en Linares, su infancia transcurrió en "una época en la que todo lo que no era obligatorio estaba prohibido", como bien cuenta en el documental Iñaki Gabilondo. Desde muy pequeño trabajó para llevar dinero a casa y muy joven se presentó a los concursos musicales de la radio. Su vida cambió en el Festival de Benidorm de 1962, cuando ganó, en parte, reconoce, porque él se quedó en el hotel mientras el resto de participantes se fue de fiesta a darlo todo la noche de antes, así que llegaron al festival sin voz. 

Raphael triunfó desde muy joven. Constituyó su propia compañía e hizo una gira por toda España, "la tournée del hambre". Luego llegó Eurovisión, donde fue séptimo en 1966 con Yo soy aquel y volvió a participar en 1967 con Hablemos del amor. Se volvió internacional. En 1967 cantó en el mítico Olympia de París, donde su padre, poco dado a las muestras de cariño, le dio un abrazo y le dijo, emocionado, "hijo mío". Raphael quitó de trabajar a su padre, que era obrero, y se llevó a su madre a una gira por Las Vegas. Antes había triunfado ya en América Latina. Impresionan los vídeos de su actuación en El Patio, la mítica sala de conciertos de México. También fue el primer español en Talk of the town, en Londres. 

El documental, como la propia carrera de Raphael, es inabarcable, así que sólo mencionaré algunos aspectos más. Su relación con Manuel Alejandro, por ejemplo, que le compuso más de 100 canciones, incluidos casi todos sus grandes éxitos. De él, que también aparece en el documental, dice Raphael que ha sido clave en su vida, que sin Manuel Alejandro no existiría a este nivel, que es responsable de al menos el 50% de su éxito. El compositor, monumental, dice que cuando enseña una canción al artista que la va a interpretar, "la canción yo la tengo ya llorada, ya la he sentido". Maravilloso. 

Raphael pasó un momento complicado cuando llegó la Transición y se le echó en cara ser un artista del franquismo. Él se define políticamente como liberal y explica que, lógicamente, él nació en el momento en le que nació, que él no podía hacer nada por echar abajo la dictadura franquista. Le llegaron a tirar tomates en conciertos, parecía desubicado en el momento del desenfreno de la Movida, pero él fue fiel a sí mismo en todo momento, lo que finalmente ha terminado siendo la clave de su éxito y su pervivencia como gran estrella. 

No es que hoy se le abrace incluso en festivales de música indie, es que él siempre ha sido indie, moderno y adelantado a su tiempo. También a la hora de exhibir una ambigüedad que, en los primeros años de su carrera, causó incluso rumores sobre su inexistente homosexualidad, sólo por su amaneramiento en las formas. Como bien señala Alberto Jiménez (Miss Caffeina), esa personalidad de Raphael, que le hayan dado siempre igual las habladurías y algunos de sus temas, como la enorme Qué sabe nadie, lo convierten también  en un icono para las personas LGTBI. El documental, claro, también repasa los problemas con el alcohol del artista y el transplante de hígado que le salvó la vida y le ha permitido seguir compartiendo su arte con seguidores de todas las generaciones. Aquí seguiremos listos para cantar sus temazos, fieles devotos del Raphaelismo. 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy emocionante! Ya hay version en ruso: https://viva-raphael.com/pochti-vse-o-rafaele/rafael-v-gazetah-i-zhurnalah-mira-raphael-en-los-periodicos-y-revistas-del-mundo/raphael-en-2020/2022-3/enero-marzo-4/raphaelismo-2022-2/