Anatomía de un dandy

 

Anatomía de un dandy, el documental sobre Francisco Umbral dirigido por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, no cae en ningún momento en la hagiografía y en él está muy presente la literatura del autor. Son dos de los muchos aciertos de la película, los dos más importantes, porque precisamente los dos mayores riesgos a los que se enfrenta un documental sobre un escritor son, precisamente, alabar el mito y olvidar a la persona, por un lado, y olvidarse de lo que ha escrito y centrarse en otros aspectos, sin incluir, por ejemplo, fragmentos de lo que el autor ha escrito, mencionando su obra, pero no compartiéndola, no leyéndola. Por eso, entre otras razones, Anatomía de un dandy es una película extraordinaria. 
El documental, que se puede ver en Filmin, no oculta los aspectos más censurables de la personalidad de Umbral, en especial su egocentrismo, porque los directores del filme, con buen criterio, prefieren mostrar a la persona detrás del mito. Afortunadamente, además, su literatura ocupa un papel central en la película, gracias a varios fragmentos de su obra que son recitados por Aitana Sánchez-Gijón. Además, la película se divide en capítulos, a la manera de una novela, y cada uno de ellos recibe el título de alguna obra de Umbral. 

La estructura de la película es sencillamente perfecta. También lo es el elenco que interviene en ella, recordando al autor desde distintos puntos de vista. Entre otros, su viuda, María España, Raúl del Pozo, Ángel Antonio Herrera, Manuel Jabois, Rosa Montero, Pedro J. Ramírez o David Gistau, a quien emociona especialmente ver en la pantalla. Ellos recuerdan al Umbral escritor y articulista, sin olvidarse del dandy que se construyó un personaje ni del showman que acude a la televisión por cualquier pretexto. 

Ángel Antonio Herrera dice algo maravilloso cuando se cuestiona si esa faceta de hombre del espectáculo de Umbral en la televisión no jugó en contra del Umbral escritor. "En todo caso, lo eclipsó para aquellos que sólo veían la tele", afirma. Me parece especialmente oportuna esta reflexión, porque la obra literaria del autor de El Giocondo, Amado siglo XX o Leyenda del César Visionario es muy reivindicable, como lo son sus artículos, algunos de los cuales reunió hace unos años la editorial Círculos de Tiza en El tiempo reversible

El documental esquiva otro de los grandes riesgos a los que se enfrentaba, ahogarse ante tanta información, que le desbordara la ingente obra de Umbral, lo enorme de su figura, todas las caras del autor. Pero, como digo, la estructura por capítulos es precisa y nos permite recorrer las principales etapas del autor, desde su infancia, con la historia misteriosa de su padre ausente revelada hace algunos años por Jabois en El País, hasta sus últimos días, en los que Gistau fue a visitarlo al hospital pero, viéndolo de lejos, débil y derrotado, decidió marcharse sin acercarse a él, porque estaba seguro de que a Umbral no le habría gustado que le viera en esas condiciones. Entre medias, su llegada al Café Gijón, sus crónicas de Madrid llenas de negritas en El País, donde todos se mataban por salir, aunque fueran criticados por él ("entre Umbral, Sabina y Almodóvar hacen el retrato del Madrid de las últimas décadas", escuchamos), su llegada a El Mundo (por dinero, contó él mismo en una entrevista, medio en serio, medio en broma) y, por supuesto, su exitosa carrera literaria, con el premio Cervantes, que recibió en el año 2000, como su momento cumbre. 

Varias de las personas que trataron a Umbral cuentan en el documental que esa seriedad y arrogancia eran pura pose, al menos, en cierta forma. Lo describen como alguien tierno con las personas que quería. Rosa Montero dice de él que siempre lo vio como un hombre vulnerable e inseguro, que necesitó construirse esa coraza de protección. Hay dos pasajes de la película en los que Umbral pierde esa máscara: los audios con su hijo, cuya muerte impregna Mortal y rosa,unánimemente reconocida como su mejor obra, en los que le cambia hasta la voz y escuchamos sólo a un padre disfrutando de su hijo, "escuchándolo crecer", y la parte final, el Umbral de Un ser de lejanías, más sereno, más sobrio, que reflexiona sobre la vida y la muerte, donde cuenta que envejecer es alejarse de la vida, ver cómo todo sigue ahí, pero todo se aleja.

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