Cincuenta años no son nada

 

Mientras leo Cincuenta años no son nada (editorial Egales)en el que Óscar Hernández continúa la historia de El viaje de Marcos, las noticias hablan de una ley para prohibir cualquier mención a la homosexualidad en los colegios en Hungría, de agresiones a personas homosexuales y transexuales en España y de discursos del odio que exigen eliminar leyes de igualdad en la Asamblea de Madrid. Cuando se publicó aquel libro, en 2002, todavía no se había aprobado la ley del matrimonio homosexual en nuestro país. Hoy todos nos podemos casar, independientemente de nuestra orientación sexual, pero sigue quedando camino por recorrer en la lucha por la igualdad real y en ese camino seguimos necesitando referentes y visibilidad. El viaje de Marcos fue importante y necesario para muchas personas, tan necesario e importante como lo será Cincuenta años no son nada.


De este libro puede decirse lo mismo que de Encuéntrame, en la que André Aciman hace lo propio con los personajes de Llámame por tu nombre: no se limita a ser una continuación de aquella obra original y tiene interés y valor por sí mismo. Se puede leer Cincuenta años no son nada sin haber leído antes El viaje de Marcos, aunque envidio mucho a quienes estén en esta circunstancia, ya que podrán leerlos ambos de seguido y dejarse descubrir por la historia de Marcos y sus recuerdos en Molinosviejos, el pueblo donde se conoció mejor y aprendió más sobre quién era, pero donde también sufrió una terrible tragedia fruto del odio y la intolerancia. 

Ahora, en el 2020 ya sin pandemia de coronavirus en el que se sitúa la novela, es otro Marcos, el nieto de aquel, quien visita con su novio Ariel el pueblo, donde su abuelo gestiona una casa rural junto a su actual pareja, Félix. Entre los muchos aciertos que reúne Cincuenta años no son nada, quizá el más destacable sea precisamente ese contraste que se establece entre la pareja del Marcos joven, desinhibida y libre, y la que forma su abuelo, más prudente, con la memoria de tantos secretos, de tantas miradas de desprecio, de tantas injusticias sufridas. Es precioso ver cómo los jóvenes aprenden de la memoria de los mayores, porque es necesario saber de dónde venimos, y también la envidia sana con la que los mayores observan a los más jóvenes, viviendo eso con lo que ellos no pudieron ni siquiera soñar en su juventud. 

Siendo esto así, el libro es realista al mostrar con nitidez que la LGTBIfobia no es cosa del pasado y que aún quedan amenazas y nubes oscuras que nos acechan. En el pueblo gobierna ahora el partido TOS (Trabajo y Orden Social), cuyas políticas respecto a la diversidad son idénticas a las del partido real que rima con aquel y que ha llevado a las instituciones un peligroso discurso del odio. Es uno de los muchos guiños a la actualidad de la novela, que no esconde los avances entre la juventud de Marcos viejo y su nieto, pero que recuerda que no todo está conseguido y, sobre todo, que en materia de derechos e igualdad, cuando no se avanza, se retrocede. En el presente narrativo de la novela, la pandemia de Covid-19 es ya cosa del pasado, pero se menciona y ha dejado huella en los personajes. 

Al comienzo de cada capítulo se incluyen pequeñas declaraciones de los protagonistas a un inspector, lo que anticipa que algo traumático sucedió en la fiesta del Orgullo que organiza un grupo de valientes comprometidos en Molinosviejos, para defender la libertad de existir, amar y sentir, y también el legado del poeta Alejandro Torres, cuyo pasado intentan ahora reconstruir, afirmando que fue heterosexual y que "Dulce M", a quien dedicó su obra, era en realidad una mujer. Marcos, que conoce la verdad, que la siente como si la hubiera vivido ayer, se niega a consentirlo y para ello cuenta con la ayuda de su nieto, del novio de éste (uno de los personajes más luminosos y alegres que he leído en una novela en mucho tiempo) y de un grupo de amigos de ellos, que acuden desde la ciudad para contribuir en la organización de esa fiesta. 

La novela consigue, a la vez, presentar una historia independiente de la de El viaje de Marcos, con interés por sí mismo, y preservar su esencia, esa que nos enamoró y emocionó a tantos. Es un libro, en fin, precioso, que habla del presente de las personas no heterosexuales, de cómo vivimos en un mundo en el que se presupone la heterosexualidad, de tal forma que, como cuenta uno de los personajes de la novela, más que salir del armario, nos pasamos la vida ampliándolo, a medida que conocemos a nuevas personas, y en el que la ansiada igualdad real es todavía una quimera. Es una obra vitalista, comprometida y emotiva. Es una gran novela. 

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