Tus ojos en una ciudad gris

No acostumbro a traer souvenirs de los viajes, pero siempre me gusta visitar librerías y comprar alguna obra, preferiblemente de autores de ese país. Guardo con mucho cariño un par de ediciones antiguas de Jorge Luis Borges (Otras inquisiciones e Historia universal de la infamia) que compré en el barrio bonaerense de San Telmo. También compré en Buenos Aires, en la excepcional librería El Ateneo Grand Splendid una Antología del cuento argentino, que reúne relatos de autores de todas las épocas y de distintas temáticas. Un festival de literatura, una deliciosa sucesión de historias, personajes y tramas. 

En mi último viaje a Perú también tuve tiempo de visitar algunas librerías y me sorprendió la Feria Internacional del Libro de Cuzco. En Lima me encantó el café librería La Familia, donde tienen un amplio espacio dedicado a la literatura peruana. Naturalmente, repleto de obras de Mario Vargas Llosa, con una edición exquisita, por cierto. Es el gran referente literario el país y está presente en cada librería, casi en cada puesto de la feria de Cuzco. Dejando a un lado al Nobel, muy a mano también aquí en España, me decanté por un par de obras contemporáneas con Perú muy presente en sus tramas: Tus ojos en una ciudad gris, de Martín Mucha, editado por Alianza Literaria; y Algún día este país será mío, de Sergio Galarza, editado por Alfaguara. He empezado por el primero de ellos, una novela corta ambientada en Lima, esa ciudad gris que da título a la obra. 


En la contraportada del libro se habla de "realismo sucio" y creo que es la mejor forma de definirla. El agobio, el sentimiento de culpa, el miedo al futuro, el rechazo a las desigualdades y la falta de oportunidades, la sensación de que no hay salida son los sentimientos que dominan al narrador de la obra, Jeremías Carpio, y que el autor logra trasladar al lector. Este universitario de clase baja, que vive acogido en la casa de un tío rico, en la pare privilegiada de Lima, en la de la minoría con posibles económicos, relata una realidad gris, deprimente, de violencia, existencias vacías y cartas marcadas para quien no tiene poder o dinero. Es un retrato extraordinariamente crítico con la sociedad peruana. Tanto que reconozco que lo primero que pensé es que tal vez debemos revisar esa creencia de que los españoles somos siempre los más críticos con nuestro propio país, los que nos cebamos con sus desigualdades y sus defectos. Es demoledor el relato que aquí se hace de Perú, desde la visión de un chaval pobre sin oportunidades ni recursos, que se ve fuera de sitio rodeado de personas de clase media alta. 

El joven protagonista de la novela tiene remordimientos por la muerte de su abuelo, de la que se culpa, y no se siente de ningún sitio. Asiste, cuando va a clase por casualidad, a una universidad rodeado de personas con las que no se identifica. Sólo tiene un momento de conexión con algo cuando juega al fútbol los sábados con su grupo de amigos. Es alguien muy sensible, incapaz de amar, o más bien, de tener relaciones sentimentales duraderas. No puede canalizar toda esa tristeza que le aplasta, esa resignación ante el injusto funcionamiento de la sociedad, ante la falta de oportunidades. 

De niño aprendió que el mundo es injusto, que para muchas personas y en demasiadas ocasiones no hay salida. "Supe que dios no existía, o al menos yo no le importaba", escribe el narrador. De Jeremías Carpio leemos en la novela que "parecía vivir entre los dos mundos que conforman este país". País de contrastes, Perú, igual que su capital, Lima, de la que escribe el autor que "cambia de panorama a cada cuadra". Con un estilo ágil y directo, con frases cortas que recrean los pensamientos del protagonista, la obra avanza hacia su desenlace sin importar tanto el final como el camino, esa mirada confusa de quien no encuentra su lugar en el mundo y describe de forma descarnada lo que le desagrada de su gris realidad. 

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