En lo musical, 2025 ha sido para mí el año de dos discos soberbios (Lux, de Rosalía, y La dolce vita, de Amaral) y también el año de la despedida de los escenarios de Sabina. A la espera de poder disfrutar de la gira de Rosalía el próximo año, los conciertos que más recordaré de este 2025 son, sin duda, los tres en los que me fui despidiendo poco a poco, como haciéndome a la idea, del autor de canciones como Por el bulevar de los sueños rotos, Contigo, Peces de Ciudad, 19 días y 500 noches y tantos y tantos otros temas inmortales.
La gira Hola y adiós se compuso de 71 conciertos en España, América Latina, Estados Unidos y Europa, en la que cientos de miles de personas nos despedimos de esas canciones que forman parte de la banda sonora de tantas vidas. Somos muchos los que llevamos años acudiendo a la llamada de cada gira de Sabina con fervor, por miedo a que sea la última, por afán a disfrutarlo lo máximo posible en directo hasta el final. Ahora, salvo que lo vuelva a negar todo y decida regresar, Sabina ha dicho definitivamente adiós a los grandes escenarios y yo le pude dar las gracias por tanto primero en Madrid, su Madrid, su casa y la de sus canciones; después en Bilbao, en una noche inolvidable con mi familia del norte, y finalmente en Madrid de nuevo, en el concierto 69 de su gira, el antepenúltimo de su vida, el último mío de Sabina en Madrid, un concierto lleno de emociones que no olvidaré nunca y que disfruté con mi madre y mi tía, sabineras como yo.
Como decía antes, uno de los discos que más me ha enamorado este año es La dolce vita, en el que Amaral llama a disfrutar de la vida, a abrazar lo pequeño, lo que de verdad vale la pena, y a aflojar un poco este ritmo acelerado tan loco y absurdo de nuestros días. Un disco que hace bien, que celebra lo mejor de la vida, y que Amaral defendió con poderío en un concierto soberbio en el Movistar Arena de Madrid, donde también regresó a varias de sus mejores y más reconocidas canciones de sus discos anteriores.
De este 2025 musical también recordaré, por supuesto, la noche en la que constaté lo que ya sospechaba, que Amaia lo hace todo y todo lo hace bien. Amaia es el mayor talento que ha pasado nunca por la academia de Operación Triunfo, un auténtico prodigio. También conocimos gracias a ese programa a Juanjo Bona, cuyo primer disco folclórico, con guiños constantes a la jota, defendió con energía y brillantez en el Teatro Rialto de Madrid.
Termino este artículo con otros tres conciertos que he disfrutado mucho este intenso 2025 musical: el de Champian Fulton en el +QJazz Coruña, que fue una auténtica delicia; el de Marwán en Donosti, con la poesía de lo cotidiano de este gran cantautor, y el de Raphael en el Movistar Arena, en el que a sus 82 años demostró una energía y una vitalidad que ya quisieran para sí muchos veinteañeros.
Ojalá en 2026 pueda disfrutar de más conciertos, esas ceremonias paganas en las que se detiene el tiempo, y ojalá uno de ellos sea de Rosalía. Ahora que se habla tantísimo y de forma tan deslumbrada y poco crítica de la inteligencia artificial, que tiene más de artificial que de inteligencia, Rosalía ha dado una respuesta heterodoxa, sublime y absolutamente irrebatible a la pregunta recurrente sobre el impacto de la IA en el arte: no, jamás una inteligencia artificial podrá hacer algo ni remotamente parecido a Lux.
Mañana, las mejores exposiciones que he visto en 2025.




Comentarios