Kolkhoze

 

Siempre que viajo a París me gusta visitar algunas de sus librerías, más aún si es después de la rentrée literaria, que inunda de novedades sus estantes. En mi última visita a la ciudad francesa compré unos cuantos libros y entre ellos, claro, el que tenía más que apuntado desde que supe de su existencia: Kolkhoze, el último libro de Emmanuel Carrère. Es uno de mis escritores preferidos y siempre comienzo sus libros con enormes expectativas y, pese a ello, siempre terminan sorprendiéndome y gustándome todavía más de lo que esperaba. Ha vuelto a ocurrir

Como es habitual en el autor, Kolkhoze es un libro que parece ir escribiéndose a medida que se lee, un libro vivo con referencias expresas al propio proceso de escritura. Carrère cuenta que un buen amigo le dijo que éste podría ser su mejor libro y, desde luego, no andaba desencaminado. También afirma que su actual pareja le dijo que estaba claro que tendría que escribir sobre su madre. Desde luego, dada su trayectoria, es un libro que tenía que escribir, que bajo ningún concepto podía no escribir. Un libro que incluye todas sus obsesiones y reúne lo mejor de su literatura. 

La obra comienza con el funeral de Estado a su madre, Hélène Carrère d'Encausse, historia célebre en Francia, secretaria perpetua de la Academia y no exenta de polémicas y críticas, entre otras razones, por su benevolencia con Putin. El libro es, por supuesto, cualquier cosa menos una biografía al uso de su madre. Es una obra muy personal, con el estilo propio de Carrère, un libro que jamás podría escribir una inteligencia artificial, repleto de anécdotas, vivencias, recuerdos y confesiones, guiado por esa obsesión por la verdad que caracteriza al autor francés

El título del libro hace alusión a una explotación agrícola comunista, que es también como su madre llamaba cuando él y sus hermanas dormían con su madre en su cama cuando su padre estaba de viaje de trabajo. La obra, en la que el autor no se deja nada ni ahorra pasajes poco favorecedores, muestra por encima de todo el amor que siente por ella y el peso enorme que tuvo en su vida, hasta el punto de que, por ejemplo, la primera gran entrevista de televisión que hizo como escritor fue acompañado por ella.En mi infancia amé a mi madre como no he amado ni amaré a nadie en mi vida”, escribe.  “Mi hijo me quiere tanto que paga a alguien para hablar de mí tres veces por semana”,  cuenta que su madre decía de él, en relación a su terapeuta, y consciente de la influencia que tenía en su vida, con cierta malicia, regodeándose de ello. 

El libro es fascinante. Habla de la labor de su madre en la Academia, de sus reuniones, sus entrevistas, sus libros como experta de la Unión Soviética o la redacción de una nueva edición del diccionario. Un mes antes de su muerte, presidió la sesión de la Academie para definir una de las últimas palabras de  esa nueva edición del diccionario: zygomatique (cigomático, que muestra RAE define como “perteneciente o relativo a la mejilla o al pómulo”). Carrère explica que aprendió de su tío Nicolas la obsesión por la verdad, que ha marcado su carrera como escritor, lo que le llevó a enfrentarse a sus madre, quien al parecer tener una gran habilidad para creerse sus propias mentiras.

El autor rememora el pasado de sus padres, la procedencia georgiana de ella, el comienzo de su historia y también la relación fría entre ellos después de que su madre abandonara a un amante. Carrère se cuestiona a sí mismo qué sentido tiene escribir sobre su vida y la de los suyos cuando nos encaminamos a “una catástrofe histórica sin precedentes, el hundimiento de nuestra civilización, si somos optimistas, y, si somos pesimistas, la extinción de nuestra especie”, pero llega a la conclusión de que es todo lo que tiene, de que no puede no quiere escribir de otra cosa. 

Por supuesto, en el libro aparece Rusia, porque es un asunto de familia para él, y porque su madre fue una gran experta de la época soviética. Todo conduce a Rusia una y otra vez. Cuenta que su madre detestó a Gorbachov y tuvo muy buena relación con Yeltsin. También después con Putin, que fue nombrado presidente ruso pocos meses después de que ella fuera nombrada secretaria perpetua de la Academia francesa. También aparece en el libro su prima Salomé Zourabichvili, que fue embajadora de Francia en su Georgia natal y luego ministra de Exteriores de Georgia y presidenta de la República. 

El comienzo de la guerra en Ucrania le pilló a Carrère en Moscú, donde graba un cameo en una película sobre su libro Limónov. Una semana antes de la invasión, su madre dijo en una entrevista en televisión que Putin no estaba loco y que no haría tal cosa.  Fue criticada por ello en varios artículos de medios prestigiosos como Le Monde, lo que ella consideró un linchamiento mediático, algo propio del wokismo, que veía más peligroso para el mundo que el cambio climático. Lo cierto es que incluso empezada ya la guerra, criticó la postura “bienpensante” de apoyo incondicional a ese país frente a Rusia.

Los pasajes sobre Ucrania son, sin duda, de lo mejor del libro, al igual que su conmovedor (pero sereno) tramo final, en el que cuenta la muerte de su madre. El libro está plagado también de ingeniosas citas, que con frecuencia emplea para resaltar las diferencias entre él y sus madre. Por ejemplo, cuenta que Françoise Sagan afirmó que la diferencia entre la derecha y la izquierda es que la derecha dice que hay injusticias y es inevitable, mientras que la izquierda dice que hay injusticias y es insoportable. Su madre, explica, tenía una gran aceptación de lo inevitable de las injusticias. También era, a diferencia de él, una mujer muy sociable. Glenn Gould decía que existe una ratio óptima para cada uno, muy variable, entre el tiempo pasado solo y el pasado en compañía. Claramente, en eso también eran muy distintos, al igual que en el uso de la primera persona en la escritora (aberración para ella, único modo honesto de escribir para él) y en tantas otras cosas. 

Pese a sus diferencias, y también pese al monumental enfado de ella cuando Carrère decidió contar la historia de su padre colaboracionista con los nazis, que hizo que su madre no le hablara durante años, prevalece el amor feroz, enorme e incondicional del autor por su madre. Eso y, por supuesto, su magistral literatura. Si no es el mejor libro de Carrère (ahí están El adversario y tantas otras obras memorables), poco le falta. 

Comentarios