Las mejores películas que he visto en 2025

 

Hacía mucho tiempo que no pensaba tanto en una película días y semanas después de verla como me ocurrió con Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa. Supongo que ya sólo por eso no puede ser otra la película que encabece este artículo de las mejores que he visto este año. Sus excelsas interpretaciones, su portentosa construcción de personajes y su maestría narrativa, dejando que el espectador tome sus propias decisiones, confiando en su madurez, son los pilares de una película extraordinaria en la que la historia de una joven que quiere meterse a monja de clausura sirve para contar en realidad muchas más cosas. De nuevo, igual que en las historias anteriores de la directora, con la familia en el centro. 



También habla de la familia, ese tema inagotable, Romería, con la que Carla Simón cerró este año de forma magistral la trilogía sobre su historia personal y la de sus padres, tras Verano 1993 y Alcarràs. En este caso, la directora se centra en la historia de su familia materna y a la sobriedad del relato intimista y su sensibilidad añade aquí una atrevida y muy bien resuelta novedad, con escenas oníricas y fantasiosas que encajan casi milagrosamente con el enfoque realista, casi documental, del resto de la película. 

El tercer filme que se me viene a la cabeza de inmediato cuando me pongo a recopilar las películas que más me han gustado este año también tiene de fondo, en cierta forma, a la familia, aunque va algo más allá y trata todo tipo de temas. Hablo de Maspalomas, la muy atrevida película de José María Goenaga y Aitor Arregi que aborda temas poco tratados antes en el cine como la homosexualidad en la tercera edad o la vida en las residencias de ancianos. Todo ello, apoyado por un guion que funciona con una precisión absoluta y por un elenco formidable en el que destaca José Ramón Soroiz en un papel de esos que quedan para el recuerdo y marcan una carrera. El cine, como cualquier, no entiende de fórmulas matemáticas, pero se diría que los directores de Maspalomas, que llevan años firmando películas impecables, están muy cerca de alcanzar esa fórmula matemática del éxito. No fallan, siempre a un nivel excelso. 



El cine, a veces, sirve para reflexionar sobre nuestro mundo y es lo que nos invitan a hacer dos documentales sobre Israel: Expediente Netanyahu, que retrata a la perfección las corruptelas y el cinismo del primer ministro israelí, y, sobre todo, el impresionante No other land, dirigido por el israelí Yuval Abraham y por el palestino Basel Adra, que muestra de forma descarnada las atrocidades cometidas por Israel en Masafer Yatta, una comunidad de 20 aldeas en las montañas de Cisjordania, permanentemente asediada por aquel país. El documental se terminó de rodar en octubre de 2023, lo que nos recuerda que las violaciones de los Derechos Humanos por parte de Israel y la imposición de condiciones indignas de vida a los palestinos no es algo que empezara tras los repugnantes atentados de Hamas aquel año. 

Otro documental que no tiene nada que ver con ellos, pero que está entre los que más me han gustado este año es Tardes de soledad, de Albert Serra, que me impresionó. Tras salir de la sala de cine constaté que no me gustan los toros y que me apasiona el buen cine. Y este documental rezuma cine en cada plano. Un prodigio. 



El género del documental termina colándose cada año en la lista de mis películas preferidas, igual que sucede con el del musical. Este año incluyo sin duda en esa selección Wicked, que hace una relectura original de la historia del mago de Oz en forma de alegoría política; Emilia Pérez, que me encantó más allá de la polémica que rodeó a su protagonista, Karla Sofía Gascón, y también al retrato de la violencia contra las mujeres en México, como si a un narcomusical delirante se le pudiera exigir fidelidad y rigor a los hechos; y A complete unknown, que no es exactamente un musical, sino más bien un biopic de Bob Dylan, brillantemente interpretado por Timothée Chalamet. Los biopics sobre cantantes suelen ser un deporte de riesgo, porque hay muchas cosas que pueden salir mal, pero en este caso todo fue sobre ruedas. 


También quiero destacar entre las películas que más he disfrutado este año la excepcional El conde de Montecristo, con la que el cine francés sigue demostrando su capacidad de plasmar en el cine sus grandes obras literarias; El cautivo, una película notable de Amenábar que fue deliberadamente malentendida por muchos; Érase una vez mi madre, basada en una increíble historia real; Voces de libertad y La buena letra, que recuerdan lo asfixiantes que son las dictaduras más allá del país y la época en la que ocurran; La sustancia, que es desagradable de ver a ratos como brillante; Daniela forever, en la que Nacho Vigalondo vuelve a demostrar su maestría y su atrevimiento habituales y El 47, que se convirtió en un fenómeno por su conmovedor retrato de nuestro pasado reciente, y que vi este año aunque fue del 2024, porque no da la vida para verlo todo y porque, como siempre recuerdo, esta serie de artículos van sobre lo mejor que he visto en el año, no sobre lo mejor que se ha estrenado en el año, porque ni he visto todo lo estrenado ni todo lo que he visto se ha estrenado en los últimos doce meses. 



Termino con tres películas emparentadas en cierta forma entre sí, aunque sean a la vez diferentes, ya que todas ellas hablan de un despertar y un autodesucubrimiento del protagonista. Son Extraño río, Enzo y Muy lejos, distintas aproximaciones a ese momento decisivo en el que descubrimos quiénes somos, o al menos lo intentamos. 

Mañana, el mejor teatro y la mejor danza que he visto en 2025. 

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