Emilia Pérez

 Un musical sobre un narco mexicano que quiere cambiar de sexo rodado por un director francés en español. Basta leer cualquier sinopsis de Emilia Pérez, la última película de Jacques Audiard, para deducir que no se trata de un filme convencional, pero nada de lo que se diga de ella le hará del todo justicia, porque es un maravilloso delirio, una insólita genialidad. Es una de esas pocas películas que abrazan el exceso, que toman todos los riesgos posibles y salen airosas de ellos. Una película que nos recuerda por qué amamos el cine, hasta qué punto nos puede sorprender. 

Se suele decir que el hecho de que cualquier película se llegue a rodar es un pequeño milagro. Por la dificultad para encontrar financiación, por todos los pequeños eslabones de la cadena que deben estar en su sitio para que una producción salga adelante, por mil razones distintas. En este caso, desde luego, podemos hablar con más razón de milagro. Resulta, en efecto, milagroso que un filme tan delirante, hiperbólico y excesivo haya podido rodarse, y también que el resultado sea tan deslumbrante, porque camina en el alambre sin llegar a caerse en ningún momento. 

La historia de un narco que toda la vida se sintió mujer y que quiere al fin hacer la operación de cambio de sexo y cambiar así también de vida procede de Écoute, una novela de Boris Razon, quien también firma el guión de la película junto a Audiard. Ya de por sí esa historia, y todas las derivadas y los más difícil todavía que se suceden a lo largo del metraje del filme, eran suficiente reto, pero es que además el filme es muy osada en lo formal. Es arriesgada la decisión de convertirlo en un musical y lo es aún más la estética de la película. A cada esquina puede tropezarse el filme, en cada decisión narrativa de la juega, y de todas sale más que airosa. Habrá, por supuesto, a quien se le atragante tanto atrevimiento y tanto exceso, pero aquí hemos venido a jugar, a dejarnos sorprender, a demostrar que a estas alturas el cine todavía puede regalarnos algo totalmente nuevo y nunca antes visto.

Nunca antes vimos un musical narcotrans, que es como podría calificarse esta película, tan inclasificable, por lo demás, tan imposible de encajar en categoría alguna. Porque es una historia de redención e identidad, pero también de amor y de violencia. Es musical, claro, pero no es sólo musical. Es aún más extraña, genialmente extraña, de lo que se puede esperar a simple vista. Es una bacanal cinematográfica, un objetivo fílmico no identificado. Una película, en fin, única en su especie. 

La película, que triunfó en Cannes y que tiene muchas papeletas de seguir destacando en la temporada de premios, tiene entre sus pilares las soberbias interpretaciones de Zoe Saldaña, que da vida a Rita, la abogada de Emilia Pérez, la inteligencia detrás de sus decisiones, y, desde luego, de la española Karla Sofía Gascón. Esta película es portentosa y será recordada por muchos motivos, pero sin duda uno de los más importantes es que nos ha permitido descubrir a esta fabulosa actriz, que firma aquí una interpretación extraordinaria. Hace que parezca fácil algo verdaderamente complicado, llenar de verdad a un personaje lleno de matices, en una película entregada deliberada y exitosamente al exceso, donde tan difícil es estar en el punto exacto que requiere la historia. Ambas intérpretes lo logran en cada plano, en cada canción, en cada línea de diálogo. 

Completa el terceto de actrices protagonistas de la película Selena Gomez, cuya interpretación se resiente del hecho de que ella no hable español y su personaje, sí. Ha sido un aspecto muy criticado o, al menos, comentado de la película. Y es cierto que la actriz no suena como una mujer mexicana, algo que, por otra parte, tampoco se llega a decir en ningún momento de la película. ¿Quién nos dice que no pueda ser una mujer latina cuyos padres son estadounidenses, por ejemplo? Es más, hay una mención velada a ello en medio del filme. Puedo entender que haya a quien le saque de la película ese acento peculiar de Gomez, pero de vez en cuando introduce frases en inglés y, como digo, se menciona a su familia estadounidense, así que no creo que se le deba dar más importancia de la debida. Además, Gomez protagoniza dos de las canciones más impactantes y mejor interpretadas de la película. 

Emilia Pérez, en fin, es una maravillosa rareza, una anomalía en tiempos de algoritmos y películas artificiales, hechas para seguir un patrón muy determinado, que rara vez sorprenden. Porque el cine puede ser, y es, muchas cosas, pero es maravilloso que, gracias a obras como ésta, no deje de ser nunca un arte con capacidad de sorprender y deslumbrar, sin miedo a agradar el riesgo y el exceso. Bendito delirio. 

Comentarios