Pretty Woman

 

Estrenada en 1990, Pretty Woman, que es muy de los 90 en todos los sentidos, funcionó durante muchos años como un imán para la audiencia en televisión. Su historia es bien curiosa. Se ha emitido más de 35 veces en abierto en distintas cadenas de televisión en España desde 1994 y, aunque ha ido decayendo, casi en todas ellas ha sido líder de audiencia. La primera vez, en La 1, atrajo a más de 9 millones de espectadores con una cuota del 55% de audiencia. Hasta 2011 no bajó del 20% de audiencia y desde entonces, en gran medida por la sobreprogramación en Telecinco y los distintos canales de Mediaset, quizá en parte también por un cambio en la sensibilidad de los espectadores, se ha ido desgastando el idilio con la audiencia. Con todo, ha sido uno de los grandes fenómenos cinematográficos de la historia reciente, la comedia romántica por antonomasia. Era cuestión de tiempo que se hiciera un musical basado en la película.Se estrenó en 2018 en Estados Unidos y llegó a España en 2022, en Barcelona. Hace unas semanas llegó al teatro EDP Gran Vía de Madrid


Esta Cenicienta moderna, la historia de una mujer que ejerce la prostitución de la que se enamora un empresario que la contrata para hacerse pasar por su pareja durante una semana, es más y más conflictiva con el paso del tiempo. Si ya de por sí las tradicionales comedias románticas son objeto de debate, Pretty Woman y su argumento lo son todavía más. Se percibe en el guión del musical ciertos guiños a las sensibilidades actuales, sobre todo, a la hora de presentar a Vivian, el personaje principal femenino como unja mujer más fuerte y menos naif que en la película, que deja claro de forma insistente que ella hace lo que quiere, con quien quiere y cuando quiere. 

El debate sobre la trama de la historia y la posición de poder desde la que el empresario se acerca a la protagonista está ahí, y todos los debates son bienvenidos, siempre que se trate de eso, de debatir, de intercambiar opiniones. Más allá de ello, lo cierto es que el musical que se puede ver ahora en Madrid es notable en todos sus aspectos. Es muy divertida, cuenta con interpretaciones más que convincentes, muy buenas voces, una atractiva puesta en escena y una pareja protagonista muy potente y con una química que salta a la vista. Cristina Llorente y Roger Berrezuelo están impecables en sus papeles, igual que Rubén Yuste, el otro gran protagonista del musical, que da vida a varios personajes de lo más distintos entre sí a lo largo de la función

Creo que el musical de Pretty Woman supera con holgura la desventaja de partida de no contar con canciones reconocidas por el público, salvo LA canción, claro, cuyos acordes iniciales suenan al final de la primera parte, un poco más a modo de broma cuando va a terminar el descanso y, ya sí, entera, al final de la obra. Muchos de los musicales que llenan la cartelera de Madrid estos días tienen a su favor que las canciones que suenan en ellos son perfectamente conocidas y queridas por el público, ya sea en Mamma Mia!, El Rey León o Aladdín. Aquí todas las canciones son nuevas para el público y juegan el papel que deben jugar en los musicales: ayudar a contar la historia y regalar momentos emocionantes y divertidos. 

Es evidente que la trama de Pretty Woman es la que es y resulta conflictiva, pero también es cierto que presenta una nada velada crítica al capitalismo, a la hipocresía, al poder del dinero y a la impostura de quienes desde las clases altas miran por encima del hombro a los más pobres. El personaje masculino protagonista es, se supone, la viva imagen del éxito, un empresario respetado y muy, muy rico, pero lo cierto es que no es más libre ni se siente más feliz que los personajes de la periferia de la ciudad, los olvidados, como la protagonista o su amiga, que también se ve obligada a ejercer la prostitución. 

Para terminar, un apunte. El musical me gustó y, ya digo, rinde a un muy buen nivel en todos los aspectos, tanto actoral como en lo relativo a las canciones, las coreografías, la música en directo y la escenografía, pero cae en tics demasiado vistos ya en escena y que estaría bien que se fueran renovando un poco. Me refiero al hecho de usar la forma de hablar de los personajes (uno que no puede pronunciar bien la erre)  y la pluma como objetos de risa, algo que aparece en varios momentos de la trama. La película es de los 90 y quizá entonces esas cosas hacían gracia, hoy ya tal. Dicho esto, Pretty Woman no decepcionará a los amantes del género musical, que vive una época dorada en Madrid. 

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