El Rey León: el musical


Este jueves pasado fui a ver el musical de El Rey León el el Teatro Lope de Vega. Tengo la impresión de que, diga lo que diga, me quedaré corto, de que no haré justicia. Puede sonar a frase hecha, pero es un espectáculo tan grandioso que cuesta expresar con palabras lo que se siente. Lo mejor es vivirlo. Acudir al teatro a disfrutar de esta portentosa obra que lleva a las tablas la clásica película de Disney y que lleva muchos años enamorando a espectadores en varios países del mundo. Tenemos la gran suerte de poder disfrutarlo en Madrid y de que nuestra ciudad se haya convertido en una de las grandes capitales europeas de los musicales.
 
Un apabullante despliegue técnico, un formidable colorido, la excelente recreación de los ambientes en los que transcurre la conmovedora historia, las grandes canciones, la maravillosa interpretación de los actores y actrices, la asombrosa combinación de distintos ritmos musicales en este espectáculo puro desde el comienzo hasta el fin, el magnífico manejo de la iluminación, la exquisita forma de interpretar las distintas melodías que inundan la obra... Son muchas las cualidades que hacen de este musical algo indescriptible, muy recomendable. Se vive, ciertamente, una experiencia, y uno termina conmovido por la belleza de la historia, abrumado por el decomunal despliegue de medios que ponen en pie la obra y satisfecho por haber pasado más de dos horas gozando de un espectáculo inigualable.
 
La obra es muy fiel a la película en la que está basada. Quien haya visto este film clásico de la factoría Disney tendrá en la cabeza varias escenas que se antojan imposibles de representar en un teatro. Pues bien, todas se llevan a las tablas con una maestría y una grandeza fuera de lo normal. El comienzo de la obra logra introducirnos de lleno en la sabana africana, rodeados de animales de todas las especies y escuchando la conmovedora canción de "El ciclo vital". Es ciertamente muy complicado igual un comienzo tan potente como el de este musical. Pero el nivel no decrece en ningún momento. Lo imposible de recrear en un teatro, lo incocebible, se hace real en las tablas del Lope de Vega.
 
El espectador pierde la cuenta de los cambios de escenario que se dan durante la obra. Es todo tan grandioso que apabulla de principio a fin. Resulta imposible destacar todos los aspectos que hacen de esta obra algo único, una experiencia memorable. Como digo, el despliegue de medios técnicos está fuera de lo normal. En este punto, cualquier resumen que haga se quedará corto. Pero también son maravillosas las coreografías de la obra, los ritmos africanos que nos trasladan a la sabana, la explosión de color del vestuario, la iluminación, la impecable actuación de los bailarines y un largo etcétera.
 
No falta alguna que otra adaptación original y divertida a España de la mano de un Timón con el arte y la gracia andaluza. La segunda parte de la obra, con los simpáticos personajes de Timón y Pumba, esta a la altura de un intenso y trepidante primer acto que no deja de desafiar a la capacidad de asombro del espectador.  En todo caso, lo mejor es ir a verlo. Algo así no se puede contar, se estropea al intenta trasladar lo que ofrece este magnífico musical. Un espectáculo imposible de olvidar.

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