Oppenheimer

 

Nolan lo ha vuelto a hacer. En realidad, Nolan siempre lo vuelve a hacer, en mayor o en menor medida. Sus películas, mejores o peores, más atinadas o menos, siempre se convierten en acontecimientos cinematográficos, en citas ineludibles. Es uno de esos directores sobre los que cualquier cinéfilo tiene una opinión formada y, por lo general, contundente, desde quienes lo ensalzan como el mejor cineasta de nuestro tiempo por títulos como Interstellar o Dunkerque, hasta los que le afean su pretenciosidad y efectismo.

Oppenheimer es, efectivamente, para lo bueno y para lo malo una película de Nolan. Quienes recelen de su uso constante de la música y de su intensidad permanente volverán a encontrar en estas tres horas de metraje motivos para echarle en cara su grandilocuencia. Los que hemos disfrutado mucho con otras películas suyas también lo hacemos con este filme, que yo creo que está entre sus mejores trabajos. Es puro Nolan, sí, pero a la vez es distinto a otras películas anteriores. El cartel promocional de la película puede dar a entender que veremos grandes explosivos o escenas de muchos efectos visuales, mucha pirotécnica y acción, pero nada de eso. En realidad, Oppenheimer es una película que transcurre mayoritariamente en despachos o escenarios cerrados, que se parece más que ninguna otra película anterior de Nolan a una obra de teatro muy discursiva en la que los diálogos, inteligentísimos, y el retrato del personaje importan mucho más que la acción trepidante o las escenas visualmente impactantes.

Consigue el director que no sobre ni medio minuto en un filme de tres horas que no pierde la emoción en ningún momento. Es fascinante conseguir algo así, ya digo, sobre todo renunciando casi por completo a escenas de acción muy ruidosas y espectaculares. Oppenheimer no es Dunkerque ni es Tenet, para entendernos. Nada que ver. Juega el directo también con el recurso de alternar el color con el blanco y negro, y da saltos temporales para contar la vida del científico Julian Robert Oppenheimer (portentosamente interpretado por Cillian Murphy). Se aborda de una forma poliédrica la personalidad del físico, que estuvo al frente del proyecto Manhattan que desarrolló la creación de la bomba nuclear, que Estados Unidos terminaría lanzando contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

El filme muestra sus dilemas éticos, su cercanía ideológica con la izquierda, lo que en aquellos tiempos en Estados Unidos era algo que te podía arruinar para siempre la vida. También esa ambivalencia entre la fascinación por su campo de estudio y el temor a lo que esa creación puede dar pie. En ese sentido, aunque aparece pocas veces el el filme, es muy interesante el paralelismo que se establece entre Einstein y el propio Oppenheimer.

Nolan presenta a un científico atormentado en los años posteriores a la II Guerra Mundial, y también a un hombre perseguido y cuestionado por quienes le afean sus relaciones con comunistas. Es alguien un tanto excéntrico y engreído, convencido de que su brillantez y su genialidad le salvarán de todas las amenazas. La película consigue mantener en todo momento la atención y el interés del espectador por un tema complejo pero de plena actualidad, porque hoy somos hijos de las decisiones que se tomaron en aquel tiempo y porque la existencia de bombas nucleares, como se puede ver en la guerra en Ucrania, lo condiciona todo en las relaciones geopolíticas.

Es fascinante esa combinación entre las formas de una gran película con enorme presupuesto (las alucinaciones de Oppenheimer, algunas escenas impresionantes como la de los ensayos de la bomba nuclear) con el tono completamente intimista del filme, que en el fondo es la anatomía de una personalidad compleja y decisiva en la historia reciente de la humanidad. El filme tiene algunos excesos y subrayados típicos de Nolan, pero en esencia es eso, un hombre ante la trascendencia de su trabajo, ante los dilemas éticos que genera. Oppenheimer llega a aparecer en algún momento del filme convencido de que la existencia de la bomba nuclear y su poder disuasorio tendrán efectos benéficos para el mundo, pero pronto descubre que desencadenará una carrera armamentística que le aterra y sobre cuyas consecuencias potencialmente devastadoras intenta alertar. Tanto por lo contado en la película como por la forma en la que está narrado, Oppenheimer es una película extraordinaria que roza el prodigio. A la vez divulgativa y entretenida, colosal e pequeña, universal e íntima. Sí, Nolan lo ha vuelto a hacer.

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