Heartstopper 2

 

En una escena de la fantástica segunda temporada de Heartstopper, Nick (Kit Connor) le dice a Elle (Yasmin Finney) en el Louvre que no sabe nada de arte pero que le encanta ver cuadros. Ella le cuenta que no tienes por qué entenderlo para disfrutarlo, a lo que él responde: “Eso también pasa en  la vida real, ¿no crees? Te puede gustar algo sin que tengas claro por qué. No tienes por qué tener claros tus sentimientos, sólo sentir”. Podría buscar mil razones para explicar por qué me encanta esta adorable serie, pero quizás es mejor sencillamente celebrar y compartir lo que me hace sentir, tan especial, tan reconfortante. Porque, al final, el arte y la vida van un poco de eso, de sentir, de buscar aquello que te remueva y emocione, que te guste de golpe, sin intelectualizarlo ni darle vueltas, porque sí, porque te cautiva sin más.

En otra escena de esta segunda temporada, Elle expone un cuadro en el que ha pintado a su grupo de amigos al que llamado Lugar seguro y explica que lo nombró así porque a su lado siempre se siente a salvo. Heartstopper sigue siendo un espacio seguro, un lugar feliz lleno de ternura. Ya que la vida real no puede parecerse siempre a la serie basada en los cómics de Alice Oseman, es maravilloso poder contar con ella como refugio a todo color en este mundo a veces demasiado gris. Sigue siendo una serie preciosa, tierna e irresistible, a la que habrá quien acuse de falta de realismo o de exceso de dulzura, pero quién no quiere huir un poco del realismo con esta realidad fea que nos ha quedado, a quién le amarga un dulce. En Heartstopper los enfados duran medio minuto, la gente se quiere bien, los amigos se protegen, respetan y comprenden, la vida es a todo color y en París no cae una sola gota de lluvia y reluce el sol a cada instante.

La segunda tanda de episodios de la serie, que ya tiene confirmada una tercera, continua la historia justo donde terminó la primera. Charlie (Joe Locke) y Nick acaban de empezar su relación. Después de contárselo a su madre en una conmovedora escena, Nick quiere contárselo también a las otras personas importantes de su vida. No le resultará tan fácil. El proceso de salida del armario como bisexual de Nick, que cuenta con el apoyo y la comprensión de Charlie, es uno de los hilos conductores de la temporada, que también profundiza en las historias del resto de personajes de la serie: la relación entre Darcy (Kizzy Edgell) y Tara (Corinna Brown), la atracción entre Elle y Tao (William Gao), una preciosa historia de autodescubrimiento de Isaac (Tobie Donovan), la amargura de Ben (Sebastian Croft) y las desventuras de Imogen (Rhea Norwood). 

También es preciosa la historia de dos profesores interpretados por Fisayo Akinade y Nima Taleghani (“nunca es tarde”), que conecta muy bien con un perfil de público de la serie que le saca unos cuantos años a sus protagonistas adolescentes pero que no por ello se emociona menos con la historia, precisamente, porque en su juventud se les hurtó la posibilidad de vivir algo así.

La serie es más coral aún que en la temporada anterior y ésa es una de sus fortalezas porque permite así abordar una mayor amplitud de temas. Heartstopper mantiene su tono luminoso y entrañable de siempre, pero no por eso deja de abordar cuestiones como el acoso escolar y sus efectos a largo plazo, las inseguridades, la amistad, la homofobia, los desórdenes alimenticios o la familia. Este último aspecto juega un papel relevante y, dentro del tono amable de la serie, se muestran realidades de rechazo, desprecio y falta de aceptación a las orientaciones sexuales no normativas. También hay contrapuntos de familias que abrazan y aceptan, como la madre de Nick (¿hay algo que haga mal Olivia Colman?), la hermana de Charlie (el personaje al que da vida Jenny Walser pide a gritos más protagonismo) o la madre de Tao (Momo Yeung), que es un personaje adorable.

La serie, más madura que en su primera temporada, también más redonda, sigue siendo por momentos una fábula, más idealista que realista. Más que lo que muchas veces es la vida, muestra lo que debería ser. Es ejemplar la relación sana de apoyo y comprensión de Charlie y Nick, y también la inteligencia emocional que muestran casi todos los personajes, no ya impropia de su edad, sino de casi cualquier persona en el mundo real. Y en eso la serie es más aspiracional y ejemplar que realista. Bienvenido sea su idealismo. Porque los amigos se cuidan entre ellos, se escuchan, saben crear espacios seguros. Lo dicho, un luminoso y tierno tratado de inteligencia emocional. En esa línea, hay escenas preciosas que conmueven, como cuando Charlie le dice a Nick que no le debe a nadie contarle que es bisexual, que debe hacerlo cómo, cuándo y con quien quiera, o esa otra conversación en la que los dos se comprometen a contarse siempre el uno al Igor cómo se sienten, a hablad de sentimientos y ayudarse mutuamente.

La serie, que sigue teniendo entre sus puntos fuertes su banda sonora, y que también tiene recursos con guiños al cómic del que procede la historia, como esas ya míticas hojas y esos chispazos cuando dos personajes que se quieren se acarician o conectan entre sí, rodó parte de la temporada en París. Claro, ya es lo que faltaba para que la serie elevara aún más su ternura y belleza. Jaque mate.

Empecé el artículo con dos escenas y la termino con otras dos que hablan de la importancia de la representación, de tener referentes. Uno de los personajes, confuso, que cree que algo raro le pasa, escucha hablar de la asexualidad por primera vez en una exposición, lo que le abre la puerta a conocerse mejor, a saber qué es eso que siente y le atormenta porque no comprende, porque nunca ha oído hablar de ello. En otra escena, muy breve, pero maravillosa, Charlie y Nick caminan por delante de un local LGTBI en París y ven a dos hombres despreocupados de la mano por la calle. Ellos automáticamente hacen lo mismo y caminan de la mano. Porque, sí, los referentes son imprescindibles.

A Heartstopper se le acusa a veces de ser demasiado amable y sensiblera, pero lo cierto es que también necesitamos este tipo de representación y, que nadie se equivoque, también esta representación desagrada a los retrógrados de siempre. Buena prueba de ello es que una librería de Hungría fue multada por vender los cómics de Heartstopper. Sí, las fábulas perfectas también hacen rabiar a los odiadores profesionales. No es sólo que se represente a personas LGTBI, es que encima, dónde vamos a parar, se las muestra felices. Y por supuesto que queremos historias felices tan bien contadas, tan inspiradoras y tan bellas como esta. Queremos y necesitamos lugares felices como Heartstopper, espacios seguros como esta serie cuya tercera temporada empezará su producción en otoño. Esperaremos con ansia el regreso de esta serie donde nos encantaría quedarnos a vivir y que siempre nos hace sonreír y emocionarnos a partes iguales.

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