Heartstopper

 

Creo que Heartstopper se ha convertido en mi serie con protagonistas LGTBI preferida de siempre. Hace no tantos años, decir algo así carecía de sentido, porque no había prácticamente ninguna serie con la que comparar. Afortunadamente, esto va cambiando, para espanto de quienes tienen alergia a la diversidad. Así que ya podemos hacer hasta listas, vamos contando con una mayor variedad de historias, empezamos a vernos representados todos en la pantalla, no casi en exclusiva los hombres blancos heterosexuales. Empezamos a poder disfrutar con historias contadas con honestidad desde otros ángulos, con otras miradas.


Heartstopper, basada en las novelas gráficas de Alice Oseman y estrenada por Netflix la semana pasada, es una auténtica preciosidad de serie, una aproximación tierna, alegre y muy luminosa a una historia de amor entre dos chicos en un instituto, pero también a un amor entre dos chicas y a la realidad de una joven trans. Todo ello, ya digo, contado con mucha sensibilidad, de un modo adorable. Es un espacio feliz, un lugar al que volver para disfrutar, una serie bellísima, de esas de ver en bucle cuando queramos pasar un buen rato y celebrar la diversidad.

Dicen quienes han leído los libros que la serie es muy fiel a aquellos. Su creadora ha estado muy implicada en esta producción, que codirige junto a Euros Lyn. Visualmente, es encantadora, con varios recursos que hacen guiños al mundo del cómic del que procede la historia. La música es también perfecta. Son prodigiosos el tono con el que se cuenta la historia y su acierto a la hora de plantear distintas situaciones verosímiles que todo joven LGTBI, de hoy y de tiempos pasados, podrá reconocer. Es una serie sin pretensiones, es sólo, (¡nada menos!) una historia del primer amor adolescente bonita y tierna, de esas que hemos visto unas cuantas con parejas heterosexuales en el centro de la trama. Además, aborda las vivencias de sus personajes sin la hipersexualización ni el dramatismo con el que a menudo se han contado historias de jóvenes no heterosexuales en el instituto. 

La serie no esconde la LGTBIfobia existente ni tampoco los problemas a los que se enfrenta un joven cuando empieza a cuestionarse su orientación sexual, pero opta siempre por un tono luminoso y optimista. Charlie (Joe Locke) es un joven abiertamente gay que ha sufrido bullying en el instituto y cuya autoestima está por los suelos por culpa de tanto odio recibido. Dice perdón casi en cada frase que pronuncia, siente que siempre molesta, incluso al chico con el que se da besos a escondidas de vez en cuando, pero que ni siquiera le mira a la cara si hay otros estudiantes delante. Cuando conoce a Nick (Kit Connor), el mejor jugador del equipo de rugby, muy popular en el instituto, la conexión es inmediata. Contribuye mucho a ello, por cierto, la interpretación de ambos actores y la química que exhiben. 

El viaje de autodescubrimiento de Nick a lo largo de la la serie es uno de los muchos alicientes de la historia, quizá el más redondo, porque muestra bien sus miedos a ser diferente, la necesidad del reconocimiento ajeno, la losa que supone la presunción de heterosexualidad... Pero hay otros puntos fuertes de la serie. Por ejemplo, la relación entre dos chicas, Tara (Corinna Brown) y Darcy (Kizzy Edgell), que dudan si salir del armario o no; los cambios que afronta Elle (Yasmin Finney) en sus inicios en el colegio de chicas después de transicionar, o el apego a la amistad y el miedo a la soledad de Tao (William Gao), que también muestra ora forma de ser heterosexual distinta a la que exhiben algunos de los jugadores del equipo de rugby, que encuentran gracioso en el siglo XXI cuestionar la sexualidad de otros o insultarlos sin venir a cuento. 

Alargaría hasta el infinito y más allá este artículo, pero voy terminando. Destaco sólo algunos otros detalles que me han encantado de la serie. Como, por ejemplo, la presencia de Olivia Colman en el reparto como madre de Nick. Tiene un papel pequeño pero es un auténtico lujo. Es maravilloso verla ahí, implicada en proyecto como este. Además, varias de las escenas en las que habla con su hijo, como ésa en la que le dice que cuando está con Charlie es más él mismo que con sus otros amigos, son de lo mejor de la serie. También me ha gustado especialmente cómo se muestra que la existencia de referentes, no ya en la tele o en los libros, sino a su alrededor, es clave para los adolescentes LGTBI. Un profesor salva a Charlie, ofreciéndole buenos consejos y refugio ante los matones del instituto, mientras que la decisión de Tara y Darcy de dejar de esconder su relación a ojos de los demás da fuerzas a Nick para dar un paso adelante. Tener referentes importa. Mucho. Y sólo quien no lo ha necesitado o quien carece de la menor empatía y sensibilidad pueden no entenderlo. 

Esa mayor representatividad en la pantalla procede estos últimos años, sobre todo, de novelas o cómic. No parece casualidad que así sea. Algo tendrá que decir el hecho de que buena parte de las películas y series con personajes LGTBI, sobre todo en la adolescencia, provengan de la literatura. Desde luego, el mundo audiovisual ha sido más lento que otros en apostar por este tipo de historias. Quizá porque, hasta hace no tanto, se consideraba un riesgo, algo totalmente inaceptable, plantear series mainstream con protagonistas LGTBI. Todo lo más, y a cuentagotas, se incluían personajes gays (lo de las personas trans, bisexuales o las lesbianas, ya quedaba para otro día casi siempre), pero no se hacía girar la trama principal en torno a ellos. Esto ha cambiado y, ya digo, lo ha hecho con el impulso de la literatura, sobre todo, la juvenil, tantas veces tan denostada, y merece un reconocimiento por ello. 

Pienso en Love, Simon, que abrió camino en cierta medida y hasta sentó un canon en la forma de narrar este tipo de historias; su encantadora continuación en serie de Love, Victor, que en junio estrenará su tercera y última temporada; en Call me by your name, también adaptación de una novela; o, ya en España, en la notable La edad de la ira, que lleva  a la pequeña pantalla la historia con la que Nando López estuvo entre los finalistas del premio Nadal en 2010. 

Heartstopper, en fin, me ha encantado. Me ha gustado tanto que no sé si quiero que haya una segunda temporada, porque veo difícil mejorar lo ya visto. Bueno, seamos sinceros,  cuando me contaron que hay más libros que continúan la historia y que esta temporada sólo aborda las dos primeras entregas, me alegré mucho de saber que al menos hay material como para poder continuar esta historia y volver a este sitio tan feliz, que tanto hubiera agradecido en mi adolescencia y que tanta ternura aporta al espectador en cada plano. Es una auténtica delicia, adorable a más no poder. 

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