Las chicas están bien


Tras protagonizar y coescribir el guión de algunas de las mejores películas de los últimos años como La virgen de agosto, el debut en la dirección de Itsaso Arana con Las chicas están bien es el pequeño gran acontecimiento cinéfilo de este final de verano. Lo es, desde luego, para quienes amamos una cierta forma de entender el cine, sin aparatosos efectos especiales, sin miedo al silencio, los temas trascendentes o las secuencias largas, sin la necesidad de que esté pasando algo en la pantalla a cada instante. 


Las chicas están bien es una película casi sin trama ni conflicto, ni falta que le hace. Es una de esas películas que nunca recomendaría a quien necesita giros de guión cada cinco minutos o ver persecuciones a toda velocidad, explosiones espectaculares o superhéroes volando para no catalogar de lenta a una película, pero que recomiendo sin la menor duda a todo amante del cine pausado que trata como a un adulto al espectador. Es decir, a todo amante de verdad del cine. 


Tenía que ser en verano cuando se estrenara, no ya porque esté ambientada en el estío, sino porque el filme abraza la ligereza y vitalidad de esta época del año. La película hace una referencia a una cita de Vivian Gornick, de cuyos libros destaca por encima de todo su ligereza inteligente, ese tono aparentemente sencillo de combinar lo personal con lo universal, lo íntimo con lo colectivo, lo serio con lo más cotidiano. Exactamente lo mismo cabría decir de esta deslumbrante opera prima, que desborda ligereza inteligente en cada plano igual que ocurre en cada párrafo de los ensayos y relatos de Gornick


En la película, cuatro actrices y una directora que se llaman como las actrices y la directora de Las chicas están bien se marchan unos días a una casa de campo para ensayar un filme llamado también como la película que estamos viendo en la pantalla. Asistimos a un doble juego metanarrativo muy interesante. Vemos los ensayos de esa película dentro de la película, y cómo las conversaciones de las actrices y la directora se impregnan en el guión en construcción de esa película de época que ensayan, y a la vez nos preguntamos qué tienen de ellas, de las actrices reales, las actrices que se llaman como ellas a las que dan vida en pantalla.

La película habla de la muerte, el cine, la vulnerabilidad, la maternidad, la amistad femenina, el amor romántico, el amor real, la resignificación de los cuentos clásicos de princesas, el deseo… 


Al igual que esa película ficticia dentro de la película toma prestadas frases de charlas de sus protagonistas, el espectador se pregunta inevitablemente si Las chicas están bien ha tomado también retazos de la vida de sus intérpretes, si su guión se escribió casi en tiempo real, que lo espontáneo se adueñó del rodaje. No hay nada que requiera más trabajo que la improvisación, claro. Nada es más complicado de lograr que la autenticidad, la impresión que da el filme de ser casi un documental, de que las frases brotan de forma espontánea y natural, como cuando, por volver a la referencia a Gornick, se lee un ensayo tan perfecto que parece que la autora lo está escribiendo sobre la marcha, justo a medida que uno lo lee.


La concentración de talento interpretativo en esta película es de las que no se ven con frecuencia. Por supuesto, Itsaso Arana, que se desdobla aquí y es actriz, directora y guionista. Triple salto mortal del que sale más que airosa. A su lado, Bárbara Lennie e Irene Escolar interpretando a actrices consagradas y admiradas que tienen muy buena relación entre ellas, igual que en la vida real, y Helena Esquerro e Itziar Manero como dos actrices más jóvenes que viven una experiencia soñada al formar parte de este proyecto. De nuevo, el juego metanarrativo. Las cinco deslumbran por su naturalidad ante la cámara. Las cinco tienen momentos de lucimiento personal y todas ellas lo dan todo para el conjunto, sabedoras como las excelentes intérpretes que son de que el todo es más que la suma de sus partes


Uno querría  quedarse a vivir en la película y, ya que eso no es posible, celebra poder asomarse por una rendijita a este filme tan especial, a ese pedacito de vida al que sé que volveré igual que he vuelto a La virgen de agosto, por ejemplo, igual que se vuelve siempre a las grandes películas tan aparentemente sencillas como irresistibles, tan pequeñas en la forma como grandes en el fondo. Iba a terminar esta crítica diciendo que ojalá veamos pronto la segunda película de Itsaso Arana como directora pero eso sería contradecir el espíritu de Las chicas están bien, que reivindica también la pausa, el sosiego, una cierta forma de estar en el cine y, por tanto, en el mundo. Así que, que esa nueva película llegue cuando tenga que llegar. Aquí estaremos esperándola el tiempo que haga falta. 

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