Perdonen la tristeza

 

Cuando hace unos años leí Sabina. Sol y sombra, la biografía de Sabina escrita por Julio Valdeón, me enteré de la existencia de un libro anterior, de muchos años atrás, que también daba cuenta de la vida y la obra del autor de 19 días y 500 noches. Anoté el título de la obra, Perdonen la tristeza, de Javier Menéndez Flores, en mi interminable lista de libros pendientes y ahí quedó la cosa. Este último Sant Jordi en Barcelona di con el libro en una de esas maravillosas paradas de libros de segunda mano, así que al fin llegó el momento de leer la obra, que he disfrutado mucho. 
El libro, al menos el que yo leí, porque no sé si ha tenido alguna reedición posterior, llega hasta el mejor disco de Sabina, 19 días y 500 noches. Es decir, hasta 1999, antes del ictus que sufrió el cantante y antes también de su penúltima juventud con Lo niego todo y Contra todo pronóstico. En el libro de Menéndez Flores se cuenta el exilio de Sabina en Londres y su compromiso político con la izquierda desde allí y a la vuelta en España tras la muerte de Franco. También la época de La Mandrágora junto a Krahe, con quien mantuvo siempre la amistad, pero con el que rompió para abrazar sonidos más rockeros y un enfoque más comercial, menos minoritario. 

Cada capítulo del libro está dedicado a un disco de Sabina, lo que permite seguir de forma cronológica el camino hacia el éxito arrollador de ese cantautor jienense con voz de lija que se conformaba con ser un maestro de escuela y que terminó llenando auditorios a ambos lados del Atlántico. En la obra, por cierto, queda claro el papel esencial en la carrera de Sabina de Pancho Varona, con quien el autor ha roto en esta última gira.  

Hay anécdotas del pasado de Sabina que son fantásticas, como el soneto que escribió contra Ussía por una crítica que éste le hizo en una tribuna, el que le dedicó a Umbral por otro comentario crítico con él o el que le envió a Fito Páez para certificar su ruptura tras los mil y un desencuentros entre ambos tras la grabación del disco Enemigos íntimos. Por cierto, antes de terminar como el rosario de la aurora, Sabina tuvo una reacción maravillosa a las alucinantes críticas y cotilleos que provocó una foto en la que ambos se daban un beso en la boca. "Si no soy homosexual es porque me pierdo algo, pero me gustaría", sentenció Sabina. 

El libro, ya digo, muy disfrutable para todo sabinista, termina con un soneto escrito por el propio cantante expresamente para el libro titulado Besar al mensajero. Después se incluyen opiniones sobre Sabina de distinas personalidades. Algunos se ponen estupendos como queriendo imitar su estilo con escaso éxito. Sí está muy bien la semblanza que de él hace Muñoz Molina, quien habla del personaje literario que era Sabina a su vuelta del exilio londinense donde, como canta Sabina en una de sus últimas canciones, jugó a la revolución. También lo que dicen de él Serrat y Vázquez Montalbán, una delirante introducción a un posible bolero.

Final, frases de Sabina, llamado Sabinismos y sabinadas.

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