Contaba Juan Mayorga en una entrevista en El Cultural que un día le preguntó a Luis Mateo Díez qué pensaba de la realidad. “Que hay demasiada”, contestó el escritor. “Sobre todo hay demasiada realidad fea, pequeñaja y tristona”, añadía Mayorga. Un año más, la fiesta de Sant Jordi en Barcelona ha concentrado tanta belleza, grandeza y alegría que cuesta creer que lo vivido estas últimas horas haya sido real. Y, sin embargo, pese a esa sensación de irrealidad, parafraseando a Terenci Moix, no diremos que fue un sueño. Ha sido todo real, tanto como lo son las historias que leemos en los libros, es decir, mucho más real que la propia vida.
Los números de este Sant Jordi en Barcelona han sido de récord: 320 paradas (un 11,5% más que el año pasado), 3.294 metros (un 17% más) y 213 paradas con firmas de autores (un 25% más). Se espera también que el día termine con un récord de ventas de libros y rosas. Pero los números no sirven para explicar lo que ha sido esta Diada de Sant Jordi, esta fiesta única en el mundo. Los números se quedan muy cortos porque Sant Jordi va de emociones, de amor y literatura, de pasiones compartidas, de riadas de gente, de personas celebrando la vida en las calles. Es una fiesta popular con cerca de un siglo de historia que cada año cautiva como el primero.
Al caer en domingo, además, este año la fiesta ha sido aún más multitudinaria que de costumbre. Se esperaba mucha gente pero lo visto hoy ha superado cualquier previsión. Antes de mediodía costaba incluso acercarse a las paradas de la supermanzana literaria que, un año más, ha sido el centro de la fiesta. Gente con libros y rosas por todas partes. “Es aún más loco de lo que nos esperábamos”, ha declarado la autora Camilla Läckberg, que se estrenaba este año en Sant Jordi. Otro debutante en la fiesta ha sido Pedro Almodóvar, que ha firmado ejemplares de su libro de relatos, uno de los muchos que han caído. Contó el director manchego que es maravilloso ver a tantas personas volcadas en las calles para celebrar la amistad y la lectura.
Sant Jordi es una fiesta diversa en la que entra todo el mundo. Desde las más pequeñas y selectas editoriales hasta los gigantes de la edición, de la poesía a los ensayos, de las grandes cadenas como Fnac o El Corte Inglés, que han vuelto a concentra varias de las firmas más numerosas del día. Todo cabe en Sant Jordi. Obras en español, catalán, inglés, francés, japonés. Libros de segunda mano y las más recientes novedades. Rosas rojas y de cuantos colores podamos imaginar. Paradas de libros, sobre todo, pero también puertas abiertas en monumentos y edificios emblemáticos de la ciudad como la catedral o el Palau de la Generalitat. Programas de radio y televisión en la calle. Música. Autores literarios y otros más populares. Escritores de toda la vida, como Eduardo Mendoza, que hoy ha celebrado la cantidad de lectores que ha visto en las calles pero también ha lamentado que ante semejante afluencia “es un poco cadena de montaje”, y también escritores que se estrenan y experimentan por primera vez un Sant Jordi como protagonistas. Sant Jordi diverso, rico y plural. Sant Jordi inmenso en todos los sentidos, más que nunca este año de locos.
Las paradas abrieron a las nueve de la mañana y es siempre bonito recorrer las calles para ver cómo se va despertando la ciudad, cómo libreros y floristas ultiman sus puestos. Será, además, el único rato del día de una cierta calma. A la hora de la comida y cuando empezó el partido del Barça y también la final del Conde de Godó aflojó un poco la afluencia masiva, pero sólo un poco, los pasos de cebra seguían mostrando imágenes de multitudes deseosas de buscar más libros, más historias. A esa primera hora de la mañana ya había personas guardando colas para esperar la firma de sus autores preferidos. Da gusto ver a la Rambla, histórico centro neurálgico de la fiesta, volver con fuerza a Sant Jordi, aunque se consolida el acierto de la supermanzana, alabada incluso por Xavier Trias, que disputará a Ada Colau la alcaldía de Barcelona en un mes. También la Plaza Reial se ha llenado hoy de paradas de libros, incluida la de la librería portuguesa Lello de Porto, una de las más bonitas del mundo, que ha salido por primera vez de su país, y en la que se han podido ver dos primeras ediciones de El Principito, que este año celebra su 80 centenario.
El día más bello y más intenso del año también nos ha regalado muchas otras escenas y momentos memorables como la lectura en voz alta del Quijote en la plaza de la Catedral organizada por Acción Cultural Miguel de Cervantes, las paradas de rosas de grupos de jóvenes que buscan sacar un dinerillo para sus viajes de fin de curso y, en general, el ambiente festivo que inunda cada rincón de la ciudad. Y esto último, lo que más cuesta describir con palabras, es lo que hace de Sant Jordi una fiesta única. Una ciudad entera entregada por completo durante un día a los libros y las rosas, al disfrute de la vida. Un día al año, al menos un día, que sirve como oasis, como refugio, como bello espejismo. Suena un poco cursi, pero es verdad, en este mundo nuestro, tan gris, con tantos motivos para la inquietud, con tanto grito y tanto enfado, de pronto un día al año todo parece ser perfecto, todo brilla más alrededor. Es un espejismo, pero es real. Toda esa gente existe de verdad, como existen esos libros y esas rosas, como existe el cariño y el amor que inundan las calles.
Este año cómo se avecinan elecciones han venido a Barcelona por Sant Jordi más políticos que otras veces, pero eso importa tirando a poco porque lo importante de la fiesta es su carácter popular, completamente transversal, por encima de disputas políticas o de cualquier otro asunto de esos de la realidad con la que empezábamos este artículo.
Sant Jordi es tan maravilloso que, como todas las cosas bellas e importantes en la vida, conviene desacralizarlo un poco. Es lo que hace, por ejemplo, el libro El Grinch de Sant Jordi, otro de los que he comprado este año, o lo que hacen también con mucha gracia un vídeo irónico maravilloso de La Llama Store que vi en Twitter hace unos días, en el que se muestra el trabajo intenso de los libreros este día del año, o un hilo muy divertido de @elpolyklin también en Twitter sobre los tipos de personas que acuden a Sant Jordi. Me reconozco completamente con el que considera que Sant Jordi es el mejor día del año y siente la necesidad de compartirlo con todo el mundo.
El hecho de que Sant Jordi haya caído en domingo ha propiciado, además de una afluencia de público mayor de lo habitual, la posibilidad de extender la fiesta desde el viernes. Estos días, por ejemplo, he podido volver a disfrutar de La Central del Raval y de la librería Finestres, y he leído con satisfacción lo que los medios han publicado de esta fuera, como el especial del suplemento Culturas de La Vanguardia. En esta publicación el ensayista y filólogo Nuccio Ordine, entrevistado en ese especial, recuerda lo que Marguerite Yourcenar le hace decir a Adriano en su célebre novela: “mi primera patria fueron los libros”. Ordine dice que su casa es donde están sus libros. Por eso Barcelona es nuestra casa cada 23 de abril. No puede ser otra.
Afirma el poeta Rafael Cadenas, premio Cervantes de este año, que la única realidad es la palabra. “No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que no es. (…) Quiero exactitudes aterradoras/ Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas”. Hoy, Día del Libro, es el día del amor a la palabra, según el poeta venezolano, la única verdad, esa verdad, esas palabras, que han vuelto a desbordar Barcelona este exquisito 23 de abril. Un Sant Jordi de récord, un día tan bello y especial que no parece real. Pero lo es, y es es un placer inmenso comprobarlo cada año en Barcelona.
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