Barcelona-Buenos Aires (once mil kilómetros)

 

Tenía pendiente desde hacía tiempo el libro de relatos Barcelona-Buenos Aires (once mil kilómetros), editado por Trampa Ediciones, pero estaba esperando a abrir sus páginas en una de las dos ciudades mencionadas en el título. Mi reencuentro con Barcelona de hace un par de semanas fue la ocasión ideal para acercarme al fin a esta obra, que Juan Pablo Villalobos presenta en el texto de la contraportada como “la descripción alucinada, más cerca del sueño que del costumbrismo, de dos ciudades que se escriben cartas de presentación. La sospecha de que la ciudad que se imagina, sin haber pisado sus calles, no es tan distinta que aquella que se reconstruye desde la añoranza”.
La idea de esta compilación de relatos, que sirve como puente entre Barcelona y Buenos Aires, la tuvo la escritora y cantante de jazz argentina Tatiana Goransky, que en 2018 quedó prendada de la fiesta de Sant Jordi en la capital catalana, ese día extraordinario en el que la ciudad se inunda de libros y rosas, de literatura y amor. Como es habitual en este tipo de libros, hay relatos que me interesan más que otros, sin que eso signifique necesariamente que aquellos sean mejores, por supuesto.

Entre los 22 relatos que componen la obra, uno de los que me resulta más emotivo es Tancant portes, de Hugo Salas. El autor del relato recuerda a su abuela, quien rezaba en catalán y sólo usaba ese idioma con ese fin, jamás para ninguna otra cosa. “Barcelona no era mucho más real para mí que la Atlántida, y sin duda menos concreta que Buenos Aires, Disneylandia o la idea de Heidi”. Cuando, años después, sube al metro en Barcelona y escucha por megafonía un aviso en catalán comprende que ha llegado a la lengua de las plegarias de su abuela. 

También apela a la memoria familiar Maripepa, de Patricia Kolesnicov, sobre los exiliados españoles que marcharon a Argentina escapando de la sinrazón del franquismo. “Llevaba en un libro las hojas secas de las violetas que su papá le había regalado en París aquel único día de paseo, cuando la llevó a caminar y a mirar, a mirar mucho, por si los nazis bombardeaban”, leemos en un pasaje del relato, que es muy literario, ya que también aparece en un momento dado una librería en Corrientes, esa calle que es un torrente de cultura en Buenos Aires. En Espiral, de Marta Orriols, la narradora recuerda la relación de su abuelo con otra mujer, algo que sus padres no entendían. Algo impulsa a la narradora a viajar a Buenos Aires, sólo con billete de ida. “No hay más paraísos que los que se inventa la memoria”, afirma. 

En Invertidos,  de Matías Néspolo, se establece una comparación entre el Raval barcelonés y el bario bonaerense de San Telmo. También son interesantes, entre otros, Crónica negra, de Juan Vico, un relato costumbrista  que gira en torno al encuentro entre un periodista de sociedad y un chico misterioso obsesionado con la crónica negra; Latero y yo, de Tatiana Goransky, que plantea una original historia de desamor, con mención a esas latas con mensajes de amor de las que se pueden encontrar por las calles de Barcelona; Don de gentes, de Franco Chiaravalloti, en la que el narrador acude a una entrevista de de trabajo en la que intenta disimular su acento y hasta soltar algún que otro “coger”; Soy el hombre de tu vida, de Graziella Moreno, un impactante ejercicio literario sobre el acoso, o La ciudad invisible, de Josan Atero, que tiene un final estremecedor y en el que el protagonista está marcado por su padre ciego, que cuenta con un excepcional sentido del olfato. Guardaré cerquita el libro, para volver a estos relatos cuando regrese a Buenos Aires, esa ciudad en la que Lorca fue tan feliz durante unos meses y donde descubrió que "existe una nostalgia de la Argentina de la cual no quiero librarme". 

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