Reyes de la noche

 

Hace años leí una novela de género fantástico que, la verdad, no me gustó demasiado, pero donde encontré una frase que me encantó: "me amaría por ninguna de mis virtudes y me dejaría por ninguno de mis defectos”.  Creo que a Reyes de la noche, la serie de Movistar inspirada en la rivalidad en la radio de los 90 entre José María García y José Ramón De la Morena, le puede pasar algo así. Muchos se acercarán a la serie creada por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor esperando encontrarse un biopic de estos dos locutores. Es decir, empezarían a amar la serie por ninguna de sus virtudes, porque en ningún momento busca reflejar fielmente la vida de De la Morena y García. Y puede que esos mismos espectadores se alejen de la serie, o la critiquen, por ninguno de sus defectos, ya que simplemente no encontrarán en ella lo que andan buscando, pero eso no es problema de la serie. 


Por supuesto, Reyes de la noche incluye muchos guiños a esa época inolvidable de la radio deportivo, la de la rivalidad salvaje entre García y De la Morena, pero también la del impacto extraordinario de los programas nocturnos, su gran influencia en la sociedad y su capacidad de inventar de algún modo la radio deportiva de hoy en día. En la serie aparece Jesús Gil y Gil, aquel presidente tan surrealista del Atlético de Madrid. Una de las dos emisoras está casualmente situada en plena Gran Vía de Madrid y otra es propiedad de la Iglesia católica, hay un personaje muy inspirado en Luis Aragonés... Hay parecidos evidentes entre los personas de ficción y los periodistas reales que en su día protagonizaron ese duelo por el dominio de la radio deportiva. 

La serie es una ficción y no tiene, afortunadamente, ninguna atadura ni ningún compromiso con la realidad. El compromiso de la serie es con la propia serie, con la historia que cuenta. Busca ser entretenida y lo consigue. Es una comedia, el espectador se ríe mucho con ello, lo cual implica quizá el riesgo de que se vea a los personajes caricaturizados. Pero es que, de nuevo, esto no es un defecto de la serie. El acercamiento a la historia es cómico, se busca hacer reír y así ocurre. Otra cosa es que quienes se vean reflejados en las pantallas se puedan sentir incómodos o que no les agrade lo que ven. Pero la serie no está buscando contar su historia, sólo se inspira en ella. 

Las series de médicos nunca gustan a los médicos. Antidisturbios, la excelente serie de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, enfadó muchísimo a los policías antidisturbios. Casi es la norma. Es más, si una serie sobre una profesión gusta a quienes ejercen esa profesión y en ella no encuentran nada que les chirríe o desagrade, juraría que esa serie no la vería nadie más que esos profesionales, o quizá ni eso, porque quién quiere ver en la pantalla su día a día tal cual es, sin pulso narrativo ni tensión. Reyes de la noche está hecha desde la admiración a la radio, sí, pero no está hecha para gustar a los periodistas deportivos, mucho menos, a los que inspiran a los personajes de la serie. Quizá por es, por esa aproximación libérrima a aquella época, la serie tiene una gran frescura y los seis capítulos de su primera temporada se hacen muy cortos. Afortunadamente, habrá segunda temporada. 

Al comienzo de Reyes de la noche, Paco el Cóndor (Javier Gutiérrez) recibe una oferta de la emisora de la Iglesia. Una oferta millonaria, de las que no se pueden rechazar. Se marcha con todo su equipo. Bueno, con todo, no, Jota Montes (Miki Esparbé) se queda en la emisora de Gran Vía y se pone al frente de la franja nocturna. No lo tiene fácil, porque busca hacer un programa diferente y se enfrenta al todopoderoso rey de las ondas, el periodista deportivo que levanta el teléfono y habla con cualquier ministro, el que puede detener una guerra de pilotos en antena (otro guiño a la realidad), el que telefonea al Rey cada dos por tres. La serie se centra en esa rivalidad, un material más que jugoso para un relato, y en cómo esa entrega a la radio afecta también a la vida personal de los protagonistas. 

Quizá el gran mérito de la serie, como señaló Vigalondo en La Cultureta, sea que consigue, al igual que Veneno, crear buenas historias a partir de la cultura popular reciente, algo que es relativamente habitual en Estados Unidos, pero que en España no hemos visto muy a menudo. Además de los dos protagonistas, sobresale también Itsaso Arana, quien da vida a Marga, una locutora del programa nocturno de llamadas de los oyentes que también ambiciona ganar peso en la radio, un medio de hombres, sobre todo, en la radio deportiva. Hay varias escenas de retransmisiones de partidos de fútbol y de entrevistas en los programas respectivos que son muy trepidantes y atractivas. La serie es un caramelo para los amantes de la radio, un entretenimiento maravilloso que, insisto, quizá algunos no disfruten sólo porque buscaban en ella otra cosa distinta. Puestos a pedir, ojalá la segunda temporada incluya el papel trascendental que jugó la radio en aquellos años en la promoción de la Vuelta Ciclista a España, con aquellas coberturas míticas, con las motos, las unidades móviles, las conexiones con los coches de los directores deportivos y los helicópteros. 

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