Veneno

 

Si no fuera porque Veneno, la serie de los Javis sobre Cristina Ortiz, la Veneno, es, entre otras muchas cosas, un canto a lo imperfecto y a aceptar a cada uno tal cual es con sus luces y sus sombras, diría que roza la perfección. Es extraordinaria, me costaría mucho encontrarle defectos. Sin duda, es lo mejor que han hecho hasta ahora los Javis, que ya demostraron su talento en La llamada, tanto en teatro como en cines, y también, claro, en Paquita Salas, esa serie delicatessen cañí, de la que esperamos pronto una nueva temporada. Veneno comparte rasgos con las creaciones anteriores de Javier Calvo y Javier Ambrossi, pero llega mucho más lejos y es mucho más regular en su brillantez de inicio a fin. 

La serie, que tiene momentos de una intensidad emocional enorme y una banda sonora portentosa, conjuga con maestría la ternura, el humor y el petardeo. Esa mezcla de géneros que es marca de la casa, esa alocada, genial y desprejuiciada forma de plasmar la cultura popular y de contar historias humanas tomándola como base, encuentra en la vida de la Veneno su mejor aliada. Pero definir la serie como un biopic de la Veneno sería quedarse corto, pero va más allá y tan importante como la vida de esta mujer transexual tan inclasificable y pionera en todo, referente a su pesar, es el descubrimiento de su historia y el papel que ella tuvo en la vida de Valeria Vegas, autora del libro en el que se basa esta serie, ¡Digo! Ni puta ni santa. 

La periodista y escritora tuvo que autoeditar la obra porque ninguna editorial se atrevió a publicar las memorias de "una prostituta transexual semianalfabeta", como escuchamos en un momento de la serie. El hilo conductor de los ocho capítulos de la producción es la historia de Valeria Vegas y su proceso de escritura de este libro y, con él, de su autoaceptación. Gracias a ella recuperamos la vida de la Veneno, una mujer contradictoria, tierna, iracunda, magnética, generosa, egoísta, frágil, sensible y fuerte, todo a la vez. La serie no es una hagiografía de la Veneno, aunque sin duda se recuerda su memoria con el cariño que merece alguien que tuvo una vida muy complicada, llena de incomprensión y odio, que además abrió caminos, "caminó para que nosotras corriéramos", como dice una persona en un momento de la serie. No es tampoco un panfleto, pero tiene un compromiso nítido con las personas trans y una evidente defensa de la diversidad. Pero es, sobre todo, una gran historia muy bien contada. 

De la Veneno se suele recordar su periodo glorioso en la televisión, pero aquí es algo que no ocupa el papel central de la historia. Se cuenta en la serie, por supuesto, pero también se muestra su triste infancia, en la que sufrió críticas y palizas por ser diferente, y también su cierto instinto autodestructivo. Se muestra a la Veneno como una mujer de carácter, sí, pero también muy frágil y vulnerable, que intentó toda su vida llenar el vacío que dejó en ella el rechazo de su madre, que nunca la aceptó tal como era. 

La serie es tan excesiva, libérrima y sensual como cabe esperar de una historia así. También es tierna y muy delicada. Es fascinante la capacidad de los Javis de transitar de la comedia más disparatada al drama más deprimente de una escena a otra, a veces, incluso en la misma escena. Es material sensible con el que trabajan aquí y asumen muchos riesgos. De todos salen victoriosos. La serie, ya digo, roza la perfección. 

Queda claro que la Veneno sólo quiso ser libre y sentirse amada, nunca quiso ser referente de nadie. Y, sin embargo, con todas las contradicciones y las sombras que tuvo su vida, sí lo fue, en otras razones, porque gracias a ella y su desparpajo, a su historia de pasión con la televisión, medio para el que parecía haber nacido, consiguió que se hablara de la situación de las personas trans, algo de lo que no se hablaba entonces en televisión ni en ningún otro sitio. De forma irreverente y sensacionalista a veces, sí, pero la realidad de las personas trans apareció en un programa de máxima audiencia. 

Además de la muy cuidada selección musical (escuchamos a Amaia y Leiva, entre otros muchos), la serie también tiene unos cuantos cameos, algo habitual en los trabajos de los Javis, como el de Nacho Vigalondo o el Pepe Navarro, que en la serie es interpretado por Israel Elejalde. Es otro factor más que aporta frescura a la serie, que también nos permite descubrir a Daniela Santiago, Isabel Torres, Jedet Sánchez y Lola Rodríguez, quienes intrepretan a la Veneno en los diferentes momentos de su vida y que consiguen mimetizarse con ella de un modo impresionante. Eso y Paca la Piraña, claro, una de las (muchas) sensaciones de la serie, que se interpreta a ella misma. Una serie, en fin, extraordinaria, que mantendrá viva la memoria de la Veneno y que, con suerte, ayudará a las personas trans en un momento en el que reciben ataques de todos lados, para variar. La serie también es una preciosa historia de sororidad y de apoyo entre mujeres trans. Ojalá imperara en la vida real ese espíritu fantástico de Veneno

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