Caperucita en Manhattan

 

“Nunca he encontrado un quehacer más importante que el de escuchar historias”, afirma uno de los personajes de Caperucita en Manhattan, el librito de Carmen Martín Gaite en el que la genial autora salmantina recreo el célebre cuento, situándolo en la época moderna, en Nueva York. La frase describe bien el poder de la narración, la importancia que Martín Gaite le concedía al relato, a escuchar y contar historias. Leyendo a la autora de Entre visillos, El cuento de nunca acabar o Retahílas


Todas las obras de Carmen Martín Gaite tienen algo de cuento, entendido como narración en la que el lector se sumerge fascinado en un mundo de historias y palabras, como se sumergía de niño al leer o escuchar recitar un cuento. De la mano de su estilo y su ligereza inteligente, la autora consigue despertar en los lectores ese interés hipnótico que generan los cuentos en los más pequeños, ese placer y esa necesidad de que nos cuenten historias que ya no nos abandonan nunca. Por eso le tenía tantas ganas a Caperucita en Manhattan. Naturalmente, la autora salmantina aporta una visión totalmente novedosa y fresca al cuento original de Charles Perrault, abogado y funcionario al servicio del rey Luis XIV de Francia a finales del siglo XVII, y también a la versión de los hermanos Grimm en el siglo XIX, en le que cambian el final del cuento. 

La protagonista del libro de Martín Gaite es Sara Allen, una niña de diez años que quiere ser actriz y visita cada sábado a su abuela, que fue cantante de music-hall. Cada sábado, la niña y su madre le llevan una tarta de fresas a la abuela, que vive libre, que inspira y llena de imaginación y de ganas de vivir a su nieta. Su madre, sin embargo, vive inquieta, preocupada siempre por todo, llena de angustia. Al comienzo del libro, la abuela sale con Aurelio Roncali, un librero, al que la niña no llega a conocer, pero que hace volar su imaginación. 

De Ana Allen cuenta la narradora que “no veis diferencia entre dibujar y escribir. Y más tarde, cuando ya leía y escribía de corrido, siguió pensando lo mismo”. El libro, maravillosamente ilustrado por la propia autora, va avanzando poco a poco hasta que aparecen las versiones de los personajes del cuento original. Para la niña viajar en el metro es una aventura y Central Park es como el bosque del cuento, una invitación a perderse, a la libertad. Sin duda, el personaje secundario más fascinante del libro es Miss Lunatic, una mujer sabia que desprecia el dinero y deambula por la calle hablando con desconocidos, en especial, con personas vulnerables. Ella deja algunas de las mejores reflexiones del cuento, como cuando le explica a la niña que hay personas que, "en nombre de ganar dinero para vivir, se lo toman tan en serio que se olvidan de vivir”. El libro es encantador, un capricho literario de Martín Gaite, excelente narradora sea cual sea la historia que narre, una vuelta a la infancia en la que los cuentos nos inocularon para siempre el virus de la lectura, bendito e incurable. 

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