El tiempo reversible

Umbral levantaba a diario una urgente pero siempre brillante crónica de España sobre anécdotas, destellos, gestos de protagonistas. Encendía con vigor columnas en llamas, con el fulgor de un cautivador arrebato de literatura y actualidad, de política y sociedad, de palacios y calles, de culturas y antros, entremezclando con maestría trivialidades y asuntos de Estado. Siempre bajo el mismo prisma, hable de pactos de gobierno o del nudismo, de Suárez o de Alaska, y con idéntica pasión y mimo por las palabras. Es Umbral es el más brillante representante de una época en la que muchos españoles (como mi madre) compraban El Mundo sólo por deleitarse con Los placeres y los días, la columna con la que Umbral ponía el broche al diario, y que naturalmente era siempre el primer artículo que se leía. 

Viene la editorial Círculos de Tiza a recodarnos la prosa hipnótica de Umbral, a regalarnos una selección de artículos del orfebre de las letras, publicados primero en El País (la primera columna data de 1976) y después en El Mundo (la última es de 2007, cuando escribe Umbral sobre la Santa Transición). No decae, todo lo contrario, la devoción por Francisco Umbral, fallecido hace ya ocho años. La legión de feligreses de su prosa embriagadora, llena de lirismo, no hace más que crecer. Los grandes genios, y él lo fue, dejan su obra y esta nunca muere. Fue Umbral un continuador de una larga tradición de la prensa española, que hunde sus raíces en los tiempos de Mariano José de Larra, a quien tanto admiró el autor de Mortal y Rosa, la de la relación entre grandes literatos y los periódicos. Leyendo sus artículos, da la impresión de que Umbral lo puede perdonar casi todo, pero jamás una palabra vacía, una frase hecha, un adjetivo ramplón, una metáfora pobre o una descripción imprecisa. En una de esas columnas desecha una obra de un autor joven en auge, que no nombra, reprochando que emplee la expresión "cenar opíparamente". Su estilo pulcro era sagrado e innegociable. 

Umbral escribió espléndidas novelas, pero sus artículos de prensa no quedan atrás y contienen toda la esencia de su talento. Así lo destaca en el prólogo del libro Antonio Lucas, poeta, también articulista en El Mundo y digno sucesor de Umbral en esto de construir columnas vibrantes y hermosas con tanta claridad de ideas como lirismo en su exposición. "Francisco Umbral es la proclama literaria de los periódicos. La conciencia de la mañana que cambia la luz siempre igual, pero nunca del mismo modo. (...) Es en el folio y medio donde está la fábrica, el vivero de su genialidad, la autenticidad del hombre poliédrico que, como César, puede decir aquello de que su vida fue el éxito de una sucesión de fracasos. Y así hasta triunfar", escribe Lucas. 

Hoy que estamos hablando todos, claro, del tema (malo es cuando algo se convierte en el tema, malo para todos). Las ambiciones independentistas del Parlament catalán, que ayer dio un paso más hacia la "desconexión" con España. Umbral escribió en febrero de 1994 una prodigiosa columna sobre Cataluña, tomando como percha el incendio del Liceo. Expone allí su amor a Cataluña y la necesidad (entonces como ahora) de que se den muestras de cariño a esa parte de España, tantas veces tan incomprendida y despreciada. También critica Umbral en otros artículos, ojo, el provincianismo de los partidos nacionalistas. "Denuncio a los profesionales del Estado, grande y pequeño, que utilizan el legado de los pueblos, la mercancía luminosa de los pueblos, para su oportunismo y su despojo", escribe el genio, quien afirma entonces que "nos estamos portando mal con Cataluña" y también denuncia el gobierno de Pujol en aquella autonomía. 1994. 

El tiempo reversible sirve como crónica de la historia de España desde 1976. Los debates tras la muerte de Franco, el referéndum constitucional, la victoria de Suárez, las batallas intentistas en UCD, el golpe de Estado del 23-F, el triunfo del PSOE, la decepción pasado el tiempo entre las filas socialistas con Felipe González, el triunfo de Aznar. En sus primeras columnas, Umbral se muestra crítico desde la izquierda con la Transición, con esa gestión del final del franquismo que, pasado el tiempo, él mismo alabará. De Suárez, con quien es severo, termina Umbral reconociendo su valor y sale en su defensa ante el fuego amigo de UCD. "A mí me afecta la muerte política de Suárez (montería en la que participan, incluso, cronistas parlamentarios que se han vestido con las camisas viejas de Suárez), porque, literato como es uno, ve ya en Suárez un personaje anovelado, el animal político de raza, intuitivo, instintivo, pero -ay-, que no tenga la sangre azul". 

Se declara escritor de cosas pequeñas y desde algo que observa en las calles o algún gesto o desliz de un político levanta una columna precisa, certera, contundente. Así lo hace, por ejemplo, cuando a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, se le escapa la palabra república, cuando ya el Partido Comunista había aceptado la monarquía. O cuando la reina Sofía sufre un desmayo en una recepción y en torno a ese episodio construye Umbral un análisis sobre la fragilidad de la propia monarquía, de todo aquel invento de romper con el franquismo y avanzar en un sistema democrático. Escribe Umbral, mucho, de las calles de Madrid, de las noches, de los tugurios, de lo popular (habla en muchas ocasiones de su Diccionario de lo cheli). Escribe, en fin, de lo que sucede en la calle. "Lo que pasa en la calle, parece que no pasa. Sólo pasa lo que pasa en las Cortes, que es donde no pasa nada"

El 28 de febrero de 1981, Umbral le dedica un elogioso artículo a Gutiérrez Mellado, el vicepresidente del gobierno que plantó cara el 23-F a los golpistas en el Congreso. "Decía Goethe que no se puede envejecer sin un poco de gloria o amor. Gutiérrez Mellado, que ya tenía la gloria profesional, tiene hoy el amor nacional". La llegada del PSOE al poder es, al principio, bien recibida por Umbral. Pero pronto el escritor, abiertamente de izquierdas (si bien fue adoptando posturas más conservadoras en sus últimos años) se muestra severo en la crítica con González, a quien echa en cara que se eche en brazo de los banqueros y Estados Unidos, que se olvide de sus principios de izquierdas. "Con lo que González ha resultado ser no otra cosa que un buen gestor de la banca privada. Veamos: lo que hay es un gobierno de retórica socialista que mantiene quieto al gentío, un poder socialista de cara al pueblo y capitalista de cara al capital", escribe en 1992

Un poco más tarde afirma que "aquí socialismo, lo que se dice socialismo, no ha habido nunca, porque cuando Felipe era socialista no tenía poder, y cuando llegó al poder ya había dejado atrás el socialismo". No es mucho más amable con Aznar, al menos a su llegada al poder, a quien tilda de incompetente para el cargo y de quien teme una regresión. "¿Quién va a llevar España a partir de hoy? Un político acuñado y viejo, convertido  en un comicastro de las palabras, y un eterno aprendiz, un mediocre". Es parte del artículo con el que relata Umbral el triunfo electoral del PP en 1996. 

Pero Umbral no sólo escribe de política. La cultura, en tiempos de La Movida, ocupa un espacio central en sus columnas. Elogia a Ramoncín, lamenta la separación de Alaska y los Pegamoides, relata el boom de Mecano, alaba el talento y el ingenio rompedor de Pedro Almodóvar ("es ya un fenómeno sociológico que se desarrolla al margen de su gran personalidad cinematográfica"), evoca su juventud con un concierto de los Rolling, despide con hermosas palabras a Lola Flores ("era un genio sin destino, el ángel caído y la violencia hembra de toda la España silenciosa, represada, represaliada, y sobrevoló extensiones de pobres y de rojos, poniendo una metafísica de guitarra en la cárcel de España"). Un libro que se hace corto y a la vez llena, embriaga, enamora, como sólo lo hace la prosa de Umbral. Gracias a Círculos de Tiza por este fragmento de la literatura diaria, apresurada pero siempre mimada hasta el extremo, pulcra, exquisita, de uno de los mejores prosistas en lengua española del pasado siglo. 

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