La llamada

La llamada es un milagro. Algo especial difícil de explicar tiene esta historia hilarante y vitalista que nació como una obra para cuatro funciones en el hall del Lara de Madrid, para pasar después a la sala principal del teatro de Malasaña, que llena cada fin de semana desde hace años, y dar el salto finalmente a la pantalla grande. El viernes se estrenó la versión cinematográfica del musical de los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo), que cuenta con una legión de feligreses, para quienes acudir al Lara para regresar al campamento La Brújula se ha convertido en algo casi litúrgico. La película mantiene la magia del Lara y eleva aún más esta historia, esta experiencia casi religiosa, esta celebración de la vida. 

Me cuesta mucho ser objetivo con La llamada. Me cuesta tanto, que no puedo ni quiero serlo. La energía que transmite esta historia, el buen rollo, la frescura de los diálogos, su capacidad de hacer reír y llorar de emoción, su forma de abrazar la sensibilidad y la ternura, en un mundo que no hace más que escapar de ellas... Son muchos los alicientes de esta obra, ahora película. Naturalmente, el éxito comercial de una función nada tiene que ver con su calidad. El talento no se mide en espectadores, pero a veces éste tiene premio y consigue cautivar a miles de personas que convierten lo que iba a ser una función casi clandestina en uno de los mayores fenómenos teatrales de nuestro tiempo. Es algo milagroso que una historia tan libérrima, tan loca, tan desprejuiciada, traspase las fronteras del circuito del teatro alternativo para la que parecía destinada. 



Sale uno del Lara, y sale ahora de las salas de cine, decidido a celebrar la vida y a adoptar como filosofía vital el lema de las protagonistas de la obra: lo hacemos y ya vemos. Ese es el single de Suma Latina, el grupo que forman Susana (Anna Castillo) y María (Macarena García). Pero es algo más. Es el leitmotiv de la obra, es su mensaje, su razón de ser. La propia historia de este proyecto, el modo en el que ha crecido hasta llegar a ser estrenada en cines, es la mejor demostración de que puede funcionar eso de hacerlo y, luego ya, verlo. Pero hacerlo, hacerlo siempre, hacer caso a los deseos, no reprimirlos, no esconderlos, no jugar al escondite con ellos. 

Las dos protagonistas del filme son dos jóvenes cuyas vidas cambiarán en un fin de semana en un campamento cristiano en la sierra. El fondo de la historia es la religión, pero en realidad podría ser cualquier otro. Porque no va exactamente de la fe, sino de seguir los sueños, de ser fiel a uno mismo, de encontrar el camino que cada cual desee. Va de la vida, del amor, de la amistad. La historia es loquísima: a una joven se le aparece dios (Richard Collins-Moore) cantando canciones de Withney Houston. Y no para de enloquecerse más y más a medida que avanza la historia. Con un tono de comedia, con la música siempre acompañando ("la música hace milagros, Milagros"), todos los personajes terminarán la película en un punto distinto del que la empezaron. Junto a las dos jóvenes están sor Bernarda de los Arcos (Gracia Olayo) y sor Milagros (Belén Cuesta). 

La película es totalmente fiel a la obra teatral. Se añaden algunas escenas y ponemos cara a personajes que en la función sólo se mencionan. Por ejemplo, Víctor Elías, que en la obra teatral forma parte de la banda de música, da vida en la cinta a Joseba, el novio poligonero de Susana. También aparecen algunas de las actrices que han formado parte de la obra de teatro estos últimos años, como Llum Barrera. Se llevan al cine las escenas de la función teatral y sus chispeantes diálogos. Su frescura inusual es uno de los grandes puntales de La llamada. El cine permite ir algo más lejos que el teatro, y hay escenas que ganan mucho, especialmente hermosas, como aquella en la que Susana descubre a Milagros cantando un tema de Presuntos Implicados, o las apariciones de dios, que mantienen el recurso de la escalera del Lara, pero de forma mucho más espectacular. 

La película conserva la magia de la obra de teatro. Y a ello contribuye el talento inmenso de sus directores, pero también un elenco en estado de gracia, cuatro actrices descomunales (y dios) para quienes se nota que estos papeles no son unos personajes más. Macarena García, como siempre, deslumbra, en el papel de María, con sus dudas y su miedo al cambio. Prodigiosa. Está a la altura también Anna Castillo, como la alocada Susana, que siente una llamada distinta a la de su amiga, pero no menos intensa. Completan el cuarteto de protagonistas una descomunal Gracia Olayo, en el papel de Bernarda, la monja que ama la música y que presume del show que organizó ante Juan Pablo II en el Camp Nou en 1984, y una fantástica Belén Cuesta, interpretando a una monja joven cercada por las dudas existenciales, tierna y sensible. 

Un tema de Leiva, excepcional, que suena de principio a fin en un momento clave de la cinta, y las emociones que ya despertaba la obra de teatro, impulsan su versión cinematográfica, que nos permitirá seguir sintiendo la llamada, no sólo ya en el Lara, sino también en los cines. Podremos seguir cantando contra los prejuicios, contra los caminos trazados y las rigideces, a favor de la libertad de cada cual para seguir su propia senda y ser exactamente lo que quiera ser. La llamada sigue creciendo, continúa el milagro. 

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